Opinión Nacional

Chávez capitula

Quizás por su militante anti-imperialismo, o su castrense anti-colombianismo, o su porfía de ver en las FARC la expansión del movimiento revolucionario bolivariano, o simplemente por rabia con Álvaro Uribe, o una mezcla de todas, Chávez emprendió una guerra privada contra el inquilino de la Casa de Nariño.

Al centro de la controversia están las FARC. Desde la captura de Rodrigo Granda en 2005, pasando por su truncada mediación en la liberación de rehenes de las FARC, hasta el bombardeo a territorio ecuatoriano, ellas siempre se han interpuesto en la relación binacional.

Incluso el último “congelamiento” de relaciones a raíz del acuerdo militar con EE.UU. tiene que ver con las FARC. Él mismo las señala como responsables de la presencia gringa en las bases colombianas.

El clímax llega con la denuncia pública, en la OEA, de pruebas de la presencia de las FARC en Venezuela. Chávez rompe relaciones y espera pacientemente que en unas pocas semanas todo vuelva a la normalidad al asumir Santos la presidencia colombiana. Pero Uribe no sesgó en su empeño y llevó de manera privada el caso de Chávez a la Corte Penal Internacional (CPI).

Chávez acostumbrado a manejar una jugosa chequera de petrodólares, siempre respondió a
las “ofensas” de Uribe con el leviatán de un corte de un comercio binacional que llegó a los
US$7.000 millones. Por eso Uribe, sea directamente o por traspuestos negociadores volvía
a la mesa de negociación, pese a los insultos del criollo. Cuando en 2009 Chávez se la jugó completa y “congeló” las relaciones, pensó que Uribe no resistiría perder un mercado de $5.000 millones y lo pondría contra la pared.

Y que él resolvería fácilmente el asunto importando desde otros países. El resultado: desabastecimiento y toneladas de comida podrida en pleno proceso electoral, y con su prestigio en picada. Por su parte, los colombianos resistieron la caída del comercio de casi un 80% y Uribe contraatacó en la OEA y en la CPI.

Al final Chávez con su mejor cara tuvo que capitular en Santa Marta y pedir la FARC que dejen la lucha armada, jurar que no están ni estarán en Venezuela y aceptar una comisión binacional de seguridad, que vigilará estos asuntos. Pensará Chávez que esta capitulación, como la del 2 de febrero de 1992, será “por ahora” pero esta vez sus cartas están descubiertas, su chequera desinflada, su prestigio comprometido y la espada de Damocles que pende sobre su cabeza está más allá de lo que él puede manipular.

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