Opinión Nacional

Chávez-Baduel, y el falso remedio

La compañera Celia Hart, de Cuba, publicó recientemente el artículo «A propósito del ‘falso remedio’ de Heinz Dieterich» que es una replica a mi texto, «La ruptura Chávez-Baduel: impedir el colapso del proyecto popular» ( 8.11.). Agradezco la voluntad de Celia de entablar un debate respetuoso y menciono a continuación algunos puntos de su argumentación en que difiero con ella.

1. La realidad «binaria» venezolana: una falacia

Todo el ensayo de Celia descansa sobre una premisa central: que la realidad en Venezuela es binaria y que, por lo tanto, solo se puede estar con Chávez o con Baduel, con el Sí o con el No, con el cero o con el uno. Lamentablemente, para la autora, esta premisa es falsa: lo que es binario no es la realidad venezolana, sino su modelo de interpretación de esta realidad: el cuadrilátero del boxeo.

En sus palabras: «Profesor Dieterich: Estamos ante una de esas grandes disyuntivas: Rojo o blanco, Dieterich, dos esquinas del ring. El General Baduel se colocó por su propia conciencia en la esquina blanca, al lado de la oposición más retrógrada de ese país… En la roja está Chávez y la esperanza bolivariana de América. Allí en esa esquina estamos la gran mayoría de los revolucionarios del mundo. La última pregunta que me hago Profesor… ¿En cuál esquina estará Usted?»

2. Tanto el «Sí» como el «No» son soluciones deficientes

La falacia reduccionista del modelo de Celia refleja el problema general del debate de la ruptura Chávez-Baduel: la presunción de que una de las opciones es la buena y la otra es la mala. A mi juicio, ninguna de las dos opciones optimiza los intereses antiimperialistas y anticapitalistas del pueblo venezolano y de la revolución latinoamericana. Tanto el «Sí» como el «No» son soluciones deficientes, y triunfe cual triunfe, dejará un campo minado para el futuro de Venezuela y del proceso, que tarde o temprano estallará.

Ambas posiciones son soluciones ficticias ante las contradicciones reales del país y la naturaleza clasista del proceso. Lo trágico de la situación es que pese a existir un método sencillo para resolver el conflicto, no se utiliza: la votación de las nuevas cláusulas constitucionales en forma individual, no en bloque. De esta manera, cada ciudadano podría expresar libremente y diferenciadamente su opinión y el perfil de la nueva Constitución reflejaría de manera auténtica la voluntad de las mayorías.

Esta es «la esquina», donde yo estoy, Celia. Es una posición que probablemente me costará la amistad con ambos protagonistas, porque no comparto las falacias argumentativas de un lado ni del otro. Si esto sucede, sería lamentable; pero hace muchos años opté conscientemente por la ética de la verdad científica que es la que condujo la vida cognoscitiva de Karl Marx y Friedrich Engels, y siempre he estado dispuesto a pagar su precio político.

Fui excluido de La Jornada (bajo el director Carlos Payán) y de El Universal, de México, por defender a Cuba y Venezuela; la relación con sectores del Estado cubano y ciertas páginas web de izquierda se ha friccionado y puede llegar a la ruptura. Sin embargo, prefiero esta libertad y este costo, a convertirme en un intelectual orgánico de los Estados — sean burgueses o «socialistas»— que hablar cuando los Estados lo quieren y en los términos que lo quieren.

3. Se negocia por necesidad, no por amores

Sobre mi apelación a la negociación «ecuménica», como tú dices, comentas: «Vuestra frialdad y cálculo llegan a herir el alma del más conservador de los analistas». Lo siento, pero en la política, la economía y lo militar, nadie negocia por amores o afinidad, sino por necesidad. Las FARC y el Presidente Andrés Pastrana negociaron meses en San Vicente del Caguán, pese a ser enemigos a muerte. El principal terrorista de Estado de América Latina, Álvaro Uribe negocia con el Comandante Manuel Marulanda (vía Hugo Chávez). El Frente Sandinista de Liberación Nacional negoció con la operadora del imperialismo gringo, Violeta Chamorro, y Hugo Chávez negoció con el candidato opositor Arias Cárdenas, pese a que este en pleno desarrollo del golpe de Estado del 2002 lo llamó públicamente «asesino» y convocó a los militares a realizar el golpe de Estado.

Si se negocia o no, depende de la correlación de fuerzas. Si uno de los adversarios piensa que tiene una superioridad suficiente para liquidar al otro, infiere probablemente que no necesita negociar. Si es incierta la correlación de fuerzas, tratará de negociar. Pero, aun en el primer caso, nos alecciona el genio dialéctico de la ciencia militar, Carl von Clausewitz, puede ser mejor para el poderoso una solución negociada que ir a la guerra.

La verdadera pregunta que hay que hacer en el caso de Venezuela, es, por lo tanto:

4. ¿Tiene el gobierno bolivariano la fuerza para ganar con abrumadora mayoría la votación?

El pronóstico sobre las fuerzas de votación del «sí» y del «no» siempre es hipotético e incluye, por lo mismo, la posibilidad del error; además de depender de contingencias no previsibles, como en el caso del atentado al metro de Madrid, cuyo manejo propagandístico le costó a Aznar la presidencia.

Determinar, si los resultados del referendo sean un éxito o fracaso es más fácil. Mis amigos revolucionarios en Venezuela coinciden conmigo en la siguiente escala de evaluación: a) menos del 50% para el «sí», sería una derrota absoluta que obligaría inevitablemente a nuevas elecciones generales; b) un resultado entre el 50 y 60% sería una derrota relativa que pondría en peligro la gobernabilidad del modelo que el Presidente pretende construir; c) más del 63% estabilizaría el proyecto actual. En los casos «a» y «b» la nueva Constitución carecería de poder fáctico social y constituiría esencialmente un legajo de papel.

Sobre estos raciocinios tendrán que decidir los actores venezolanos si se negocia o no. De cualquier forma es obvio, que hay varios escenarios y modelos históricos que no son aplicables. Alguna gente sueña con escenarios jacobinos y otros con paradigmas de tipo Brutus-César o Augustus-Brutus. Los primeros no son viables, y los segundos no son deseables. Tampoco es conveniente caer en triunfalismos, tal como aleccionó el sufragio de diciembre del 2006, cuando se soñaba con 10 millones de votos y con todo el poder del Estado y del Presidente, se consiguieron 7.5 millones.

5. La física y la política

Celia, el principio de incertidumbre de Heisenberg es irrelevante para el debate, porque se refiere a la medición del comportamiento de la materia pre-biológica a escala microcósmica, cuando nuestro debate trata de entidades bio-sociales a escala mesocósmica.

6. Socialismo del Siglo XXI

Tu hablas del «sacrosanto e indescifrable Socialismo del Siglo XXI». Me resulta difícil entender, como alguien que tiene una formación profesional en las ciencias de la naturaleza puede formular semejante enunciado. Una teoría científica, particularmente en las ciencias fácticas, no tiene nada de sacrosanto: es verificable y perfectible, por su protocolo de investigación. Para decirlo en un lenguaje más técnico —por el cual pido disculpas a los lectores no familiarizados con la epistemología científica— y referente al Socialismo del Siglo XXI de la Escuela de Bremen y de la Escuela de Escocia: tu no encontrarás en nuestras obras estrategias de inmunización de las hipótesis ni el modelismo platónico, que caracteriza a ciertas ciencias sociales burguesas.

Tampoco hay nada «indescifrable». Los libros y artículos de Cockshott/Cottrell, al igual que los míos que tratan el tema, determinan con claridad la institucionalidad del Socialismo del Siglo XXI, a saber, la economía de equivalencias y la democracia participativa en las cuatro relaciones sociales constitutivas del ser humano. Aunque no se vendan en Cuba esas obras y, como tú dices, no tienes acceso al Internet, tú viajas mucho y puedes adquirirlos sin problema en Europa y América Latina o, bajarlos del Internet en esos países que visitas. Lamento decirlo, pero tu comentario no tiene nada que ver con la realidad informativa que existe sobre el tema, que está a tu fácil alcance.

7. Verdad y ética

«Quien no conoce la verdad, es solo un tonto. Quién la conoce y la llama una mentira, es un criminal.» Así planteaba Berthold Brecht la dialéctica entre la verdad y la ética. La superación de la tontera requiere el recurso de la ciencia, «lo más preciado» que tenemos, como decía Albert Einstein. Y la ética requiere la voluntad decidida de no «acomodar la verdad a intereses partidistas», en palabras de Karl Marx.

Este es el campo, Celia, en que nos movemos. Tú, yo, Raúl Isaías Baduel y Hugo Chávez. Ojalá, que la verdad, la sabiduría y la mesura guíen las mentes y las manos de ambos, en beneficio de los pueblos y de la liberación de la Patria Grande.

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