Chantaje de guerra civil
El régimen por una parte, teniendo como vocero la
muy derretida credibilidad de J.V Rangel, ha venido
sosteniendo un muy poco velado chantaje de que en
Venezuela la guerra civil sólo puede evitarse si fluye
el diálogo entre el chavismo y los que se le oponen.
Pero lo que se hace notable de su palabrería, es esa
explícita amenaza de que son ellos los que deben
conducir sus tiempos, sus temas y sus modos de otra
manera sobrevendrá la matazón entre nosotros. Por la
otra parte, un tipo bastante posicionado de opositores
que ha estado reptando con fuerza, afirma que la
confrontación es preferible a la esclavitud y lanzan
ya sin medir las consecuencias de sus irresponsables
afirmaciones gritos apocalípticos en mimética
semejanza al que en circunstancias mucho más
dramáticas y distintas condujera a Dolores Ibarruri
«La Pasionaria» a proclamar su famosa frase «es
preferible morir de pie que vivir de rodillas».
Pero este melodrama que se expresa de uno y otro lado
del expectro político, lamentablemente hay que
admitirlo no es un cuento y refleja la fragilidad de
los momentos que vive el país que de terminar
dominando ellos la agenda de los acontecimientos nos
llevarán al abominable escenario del enfrentamiento.
Los venezolanos no pueden dejarse embaucar por el
falso dilema de estas mendaces prédicas de guerra,
pues sus promotores, es del todo seguro, no son
capaces de situarse hasta que punto de tragedia y
abyección nos puede dejar una experiencia de muerte de
tan alta intensidad si lo están y les es indiferente,
esa guerra es sólo de ellos, no es la nuestra, ya que
todo será preferible sin que tengamos que incarnos de
rodillas para evitarla.
Efectivamente, existen aún medios para resolver las
ardientes controversias que con tanto peligro nos
acechan. Los chantajistas de la guerra tendrán que ser
desplazados sean del bando que sean y ello por la
sencilla razón de que son una minoría que no expresa
el sentir mayoritario de un país que está agotado de
que le estén robando su presente y su futuro.
Está más que claro que el diálogo se gestó mal y
sigue peor, que Chávez no cambiará, y que sigue siendo
un elemento político perturbador; pero también, el
respaldo con el que cuenta, haría de su extrañamiento
por vías no prístinas, abiertas y lícitas una estafa y
una manifestación de intolerancia que no se
corresponde con la esencia de la mayoría democrática
de quienes lo rechazan, de actuar así sería
catastrófico y sólo complacería los extremos guerreros
que nos tendrían en sus manos como objeto de sus
tenebrosas manipulaciones.
En mi opinión, la saludable y reciente alianza entre
los partidos, conjugándose con el resto de las
organizaciones sociales y ante la pertinaz e
incontenible toma de la calle que próximamente se
consumará, deberá por lo útil y viable cambiar el
formato de la protesta, y no tenga que pedirse la
ambiciosa salida abrupta de Chávez, con exigir la
convocatoria a unas elecciones generales, buscando los
instrumentos jurídicos adecuados, podríamos domesticar
el conflicto, someterlo a nuestra voluntad a los fines
de ir al encuentro del bien mayor, la anhelada paz
cada día más huidiza, ella es y no otra- ténganlo por
seguro todos los actores-, el genuino y unánime
clamor de nuestro pueblo.