Censura, autocensura y otros placeres chavistas
De inicio, bueno es aclarar que a lo largo de la historia del periodismo, la censura y la autocensura han ocupando un lugar privilegiado, cuando de relaciones con el poder político y económico se trata. Así, desde los tiempos de la gran Grecia y de los Romanos, hasta los siglos XX y XXI, la censura y la autocensura se convirtieron en el mecanismo idóneo, utilizado por los hombres que ocupan el poder, para afianzarse en el mismo.
Y es que los medios de comunicación, históricamente, han mantenido relaciones disfuncionales con el poder político. Los gobernantes, sean estos autoritarios, tiranos, dictadores o demócratas a carta cabal, se cuidan de los medios, puesto que lo que se hace público a través de la prensa, termina por enredarles el papagayo del gobierno.
Los gobernantes acuden a la censura o ejercen presiones para que se produzca la autocensura cuando ven que sus errores y delitos, expuestos ante la opinión pública, terminarán por atentar contra su mantenimiento en el poder. Así, podemos encontrar en la historia del mundo y de Venezuela, (país que nos ocupará en el presente escrito), a muchos gobernantes que ejercieron presiones para acallar la prensa. Muchos medios aceptaron ser silenciados por miedo a peder sus patrimonios y se convirtieron en cómplices del poder político, para mantener sus beneficios. Ambas actitudes, las del poder político y del poder económico, van en contra del bien común.
Juan Vicente Gómez encarcelaba, asesinaba o enviaba al exilio a cuanto periodista “bocón” se atreviera a desafiar su autoridad, haciéndole criticas a su tiranía. Muchos dueños de medios sellaron pacto con el régimen gomecista para evitar retaliaciones.
Marcos Pérez Jiménez también ejerció una presión terrible sobre los medios para que no sacaran al espectro público los asesinatos, la corrupción, las redes clientelares que estableció esa dictadura. Muchos de los “mártires de la tiranía perejimenizta” aun están vivos y cuentan sus trágicas historias detrás de las rejas o en el duro exilio.
Durante la instalación del ensayo democrático Puntofijista, en los primeros tres lustros: Betancourt (1959-1963), Leoni (1963-1968) y Caldera I (1968-1973), la prensa y el gobierno mantuvieron tensas relaciones. Había un objetivo en común que era la consolidación del modelo democrático, pero había un modelo alternativo (el comunista- castrista) que, si bien no contaba con el apoyo de la mayoría de los venezolanos, tenía sus seguidores. Para aquellos momentos, los gobiernos de turno apuntaron con fuerza contra la prensa comunista para evitar los desbordes sociales que podrían producirse, debido a las transformaciones que se estaban llevando a cabo en la sociedad.
Pérez I (1973-1978), Luis Herrera (1978-1983) usaron de manera repetida la censura y las presiones para que se produjera la autocensura de los medios en múltiples oportunidades. Hasta se atrevieron a cerrar algunos medios y a encarcelar periodistas. En el quinquenio de Jaime Lusinchi (1983-1989), gobierno extremadamente vergonzoso, se arremetió contra la prensa y los periodistas y compraron conciencias por doquier. Este gobierno ejerció una presión horrible contra los medios, a través de la extorsión de los dueños de medios con los dólares preferenciales de Recadi.
Un nuevo rol en una década estropeada.
Con Pérez II (1989-1993), y Cadera II (1994-1999), los medios van asumir otro rol. La década de los noventa pasará a la historia del periodismo venezolano como los diez años en los que los medios se impusieron ante el poder político, logrando dominarlo y acabar con una elite política que había entrado en escena desde 1958 hasta 1998.
Es importante recordar, un evento de censura previa “insólito” que se vivió luego de los sucesos del 4 de febrero de 1992: el agonizante gobierno de Carlos Andrés Pérez cometió una de las más grandes arbitrariedades, al nombrar una comisión de censura que visitaba a los periódicos para verificar que se publicaba y que no se publicaba. Por aquellos años, quien les escribe trabajaba como periodista de política en el diario El Nuevo País. Allí todos fuimos testigos de cómo un mercenario del gobierno decidía que se publicaría al día siguiente. Para los que no lo recuerden pueden buscar en la Hemeroteca Nacional (sí es que siguen existiendo) ejemplares de ese tabloide con espacios en blancos de las noticias censuradas. El poder agónico se imponía ante a prensa.
No obstante, luego de esos tristes acontecimientos, los medios se impusieron ante el poder político moribundo. Ese cambio de roles trajo consecuencias nefastas para la estabilidad democrática del país. Con la caída de Pérez, los medios terminaron por imponerse ante el poder y se convirtieron en protagonistas de primera línea del gran cambio que se aproximaba, y que, al parecer, la sociedad pedía a gritos.
Ese cambio radical se manifestó en la figura de Hugo Rafael Chávez Frías, en aquel inolvidable domingo 6 de diciembre de 1998.
Los medios fecundaron el cambio del poder, y ayudaron a acabar con el muy disminuido poder político de los partidos democráticos tradicionales. Se vio en escena, pues, como los medios ponían contra el paredón a la IV Republica, a la vez que aupaban lo nuevo, representado por el Teniente Coronel de Sabaneta y la construcción de la V Republica.
Siglo XXI, nuevas formas de autocensura.
El muy mediático candidato, Hugo Chávez, apoyado en 1998 por empresarios, pueblo, medios, y clase acomodada que pedía cambios urgentes y radicales, llegó como corderito y en su debut bajó la cabeza ante las peticiones de muchos medios. Hubo algunos empresarios, y esto es bueno aclararlo, que nunca se vieron seducidos por el encantador de serpientes que resultó ser el fracasado golpista de 1992.
También hubo periodista que no cayeron en la trampa, como mi siempre buena amiga, Marta Colomina, que no bajó la cabeza ni acallo su lengua, ni con las flores que le llevó el muy celebre personaje a la estación de televisión que por aquellos días decía ser independiente. Esta servidora, al igual que muchos otros colegas, también supimos desde el inicio que había un “gallo tapado” con Chávez y que su llegada al poder seria nefasta para la sociedad, la democracia y el país todo. Por eso trabajamos hasta el cansancio desde 1992 para evitar que los planes de Chávez se materializaran.
El tiempo nos dio la razón a todos aquellos que éramos percibidos como pesimistas en 1998. El poder de Chávez llegó para quedarse, el cambio radical se transformó en comunismo-socialismo, cuyas características básicas son antagónicas a los intereses de los periodistas, de los medios, de los empresarios, de los sindicatos, de la clase media, de los pobres y de todos los que conforman la sociedad venezolana.
“El gallo tapado” exhibió sus garras, que no eran otras que un deseo asfixiante de poder, una ambición desbordada, un proyecto atrasado de carácter socialista, con visos de fascismo y de comunismo, mal copiado de la Cuba fidelista.
El chavismo impuso nuevas formas, una nueva elite política pero además, UN NUEVO MECANISMO DE CENSURA Y AUTOCENSURA.
Cuando Lusinchi estaba en la presidencia, el modus operandi era llamar al dueño del medio, que a su vez llamaba al jefe de redacción o información para quejarse de lo que escribía tal periodista, acto seguido el periodista estaba botado del medio, o escribiendo sobre la esbelta figura de Pavarotti. Si el medio no cedía a las presiones, el gobierno le negaba los dólares para la compra de papel o insumo necesarios para mantener activos en el mercado.
La revolución Bolivariana no necesita llamar a los dueños de los medios, sino que impuso el terror de los círculos bolivarianos, de los Tupamanos, del Seniat y de CONATEL para ejercer el poder de presión sobre medios y periodista, llegando hasta la tortura psicológica para acabar con las denuncias e imponer el silencio que requiere el régimen para continuar haciendo sus múltiples fechorías.
Chávez le quitó a los medios, el protagonismo exhibido en los 90”, para reimponerse como el verdugo mayor, el mandamás, que delinea los titulares, acaba con el periodismo de denuncia, y colocar a los periodistas “incómodos” en el exilio, en el cementerio o el manicomio.
La censura de Chávez se traduce en persecución física y psicológica de los periodistas y sus colaboradores, en la imposición del miedo como mecanismos de silencio, en el uso de los delincuentes a sueldo para acallar las verdades. En la compra de conciencias de los colegas mas necesitados que reciben con el cheque de su sueldo, una mordaza que los obliga a permanecer anulados, ayudando a la revolución que los mantiene y les cubre sus necesidades básicas.
El poder de Chávez se traduce en las presiones que ejercen sobre los empresarios de medios y colega que ocupan cargos de dirección. La salida de espacios del aire por no comulgar con el régimen, las multas multimillonarias a los medios por “las violaciones a la Ley Resorte y al Código Penal; en los acosos de los círculos a los periodistas que deben ir por la noticia a la calle; en las llamadas de amenazas que nos hacen a nuestras casas o por el celular diciéndonos que nos mataran junto a nuestras familias si no cedemos a las peticiones, en los mensajes que envían a la oficina, o en al buzón residencial diciéndonos que nos tienen identificados.
Por muchas razones, podemos afirmar que la censura y el acoso del gobierno de Hugo Chávez contra la prensa es más inclemente que el ocurrido en las otras etapas de la historia de Venezuela. Chávez es un hombre de extremos, y sus seguidores tarifados también. La prensa libre y los periodistas honestos que creen en la democracia no son bienvenidos al socialismo del siglo XXI. Por eso la orden es acabar con ellos, eso sí, siempre cuidando las formas democráticas “para que el mundo crea que aquí hay respeto a las libertades”.
La censura disfrazada de legalidad es la practicada en Venezuela actualmente. El ejercicio del periodismo libre esta prohibido por ley. Los valientes serán multados y torturados física y psicológicamente. Los verdugos del gobierno cercenan la libertad de expresión sin enviar mensajeros a los medios. La imposición del terror busca desesperadamente el silencio.
. Ahh por cierto, ¿Qué dirá Aureliano Buendía de todo de los mecanismos de censura y autocensura usados por Hugo Chávez? Cuando Pérez y Lusinchi sus criticas contra el poder eran inclementes. Clamaba por una verdadera libertad de expresión y de información. ¿Será que el tiempo y los beneficios de la renta petrolera acabaron con el espíritu crítico del otrora defensor de la prensa libre en Venezuela?
No hay duda, el cambio en Venezuela fue radical y acabó con una de las lenguas y plumas célebres que se manifestaron contra la IV Republica. En los tiempos revolucionarios, Aureliano Buendía ya no critica, sólo ejerce el poder y busca imponer el silencio.