Catch 22
Catch 22 o Trampa 22, es un término coloquial utilizado en el ejército norteamericano para expresar
las regulaciones que eximen a un soldado de ser enviado al frente de batalla. Peter Bourne, quien
estudió los efectos del estrés en las fuerzas especiales enviadas a Vietnam (Men, Stress and Vietnam,
Little Brown & Co. 1976) y Peter Watson, otro teórico de la guerra psicológica (War and the Mind,
the Military Uses and Abuses of Psycology, Basic Books, 1990), constataron en los teatros de
operaciones que al aproximarse el momento de la acción, invadía a los hombres una sensación de
agobio y de colapso mental que incidía en los cambios químicos del organismo, produciendo en
algunos un estado de alteración de los sentidos que, teóricamente, podía calificarse de locura. En
estos términos, un soldado tiene el derecho a que se le conceda un permiso médico que le exima de
ser enviado a combate, sin embargo, “bajo esas condiciones extremas de la guerra de guerrillas en
las selvas de Vietnam, el hecho de querer escapar de una guerra es considerado un signo de cordura.
Por tanto, todo el que se vuelve loco, por definición, está sano y es enviado al frente”. De allí viene la
famosa expresión.
Salvando las distancias comparativas con esa guerra tan nefasta, la situación de incertidumbre y
perplejidad que viven la mayoría de los venezolanos ante la apuesta de cambiar la Constitución
actual por un modelo extraño a su modo de vivir y de sentir, de cambiar sus valores democráticos
por un modelo socialista inspirado y muy parecido a la dictadura cubana, ha colocado a grandes
contingentes de ciudadanos en una Trampa 22, que se manifiesta de distintas maneras y con
variados matices.
Para el que no quiere que se cambie la Constitución y que piensa que esta propuesta de reforma es
inconstitucional, le produce una gran perplejidad que los partidos políticos de un bando u otro lo
convoquen a participar en un referendo donde se juegan sus derechos fundamentales como si éstos
pudieran ser negociables, además, lo obligan a votar y a aprobar un bloque de artículos a cambio de
uno o dos que han sido colocados como “caramelos de cianuro” o señuelos atractivos en el anzuelo,
como es el de la reducción de las horas laborables. Por otra parte, si se decide a concurrir y votar
NO, tiene dudas de que su voto refleje su decisión, pues comparte la generalizada desconfianza ante
el CNE y los fantasmas de fraude que lo espantan en las urnas. Si se decide a no concurrir y no
ejercer su derecho al voto por lo antes mencionado, sabe muy bien que su abstención favorecerá a
la minoría que votará a favor del SÍ. Ante esas perspectivas, los políticos lo llaman a votar
masivamente por el NO, agregando “pese a la trampa, sobrepasaremos los resultados deseados”.
Bueno, si hay trampa ¿cómo es eso que no la denuncian y desmantelan, por el contrario, nos invitan
a votar legitimando así el supuesto fraude electoral y sus resultados cantados de antemano?. Es un
verdadero drama para el ciudadano que quiere participar y ejercer el derecho al voto, pero no lo
hace por temor a perderlo o que vaya a parar al contrario mediante el fraude.
Los más recientes estudios de opinión reflejan que la mayoría de los venezolanos se oponen a la
propuesta de reforma constitucional del presidente Chávez, pues ésta modifica los conceptos de
fondo de la Constitución actual al transformar el régimen político y jurídico, así como los principios
del Estado democrático que conocemos. Un porcentaje significativo piensa que las modificaciones
radicales que pretende Chávez, solo pueden hacerse a través de una Asamblea Nacional Constituyente, electa a través de la participación popular y con representación de las minorías, como
una alternativa no solo para discutir si hay necesidad o no de cambiar o modificar artículos de la
Constitución vigente, sino con el fin de que se aplique y se ejerzan las bondades de la actual, de
buscarle una salida institucional a la indefensión ciudadana ante el crimen, a la corrupción
generalizada, a la falta de empleo y de seguridad social, a la ineficacia del gobierno en solucionar los
problemas inmediatos en materia de políticas públicas, a la pérdida de soberanía, a la crisis de
PDVSA, a la destrucción de la institucionalidad de la FAN, a la independencia de los poderes, entre
otros.
Es una paradoja digna de un mejor análisis el que gran parte de los contingentes que se oponen al
cambio de la democracia por un socialismo que para muchos es “un gallo tapao”, provienen de las
mismas filas chavistas, hombres y mujeres de rojo que espetan “!hasta aquí llegamos con usted,
comandante!”. El disfraz democrático y participativo con el que Chávez y su aparato propagandístico
se habían posicionado en el pueblo, se está comenzando a desvanecer, siendo los primeros
desilusionados sus propios seguidores, pues al informarse del contenido de los nuevos artículos
detectan futuras violaciones a sus derechos fundamentales, entre ellos al de la propiedad privada, el
de elegir a sus representantes locales y estadales, la libertad de educar a sus hijos, entre otros.
Sienten que los valores y logros obtenidos en democracia los van a perder en esta pelea de gallos,
aunque su líder esté apostando a Rosalinda.
Aunque muchos chavistas y militantes del Proceso afirman que votarán NO, cada día que pasa, va en
aumento la tendencia abstencionista de los que se oponen, por lo que se augura que el SÍ, aunque
sea minoritario, se impondrá sobre el NO, algo parecido a la abstención masiva en las elecciones
parlamentarias del 2005, que provocó el triunfo del oficialismo en la Asamblea Nacional con un
ínfimo porcentaje de votos sin que, al día siguiente, ninguno de los políticos que habían llamado a la
abstención, mejor dicho, que a última hora se habían montado en la ola del sentir popular,
denunciara su ilegitimidad. Dentro de esta tragicomedia, irónicamente ha sido el mismo Chávez
quien lo ha afirmado así ante sus propios asambleístas.
La perversidad de la Trampa 22 se insinúa de una manera inevitable en las mentes de los
venezolanos produciendo el mismo efecto desesperanzador enunciado por los teóricos de la guerra
psicológica, pues aun votando la gente piensa que continuará el militarismo autoritario de Chávez, y
que si no votan igualmente se impondrá una vez más, democráticamente legitimado por sus
instituciones ante los ojos del mundo.
El problema deriva en que los ciudadanos, al contrario de los marines en Vietnam, no tienen a quién
apelar, a ninguna instancia superior para que los eximan de participar en esta guerra asimétrica
contra ellos mismos, que la mayoría no ha pedido ni quiere, pero que una vez planteada, será una
decisión individual, ética y libre por ahora, el decir: es inconstitucional la Reforma, no me cambien
mi Constitución, voto SI, voto NO, no participo pues votar es inútil , no participo y protesto en las
calles, estoy contento de ir al matadero, participo si se convoca a una Constituyente o me declaro
mentalmente incompetente de tomar ninguna iniciativa. En fin, cualquiera de las decisiones que
tomen, sea para perder o ganar lo sabremos pronto. Mientras tanto, la Trampa 22 está montada.