Cartica navideña
Estoy consciente que el Niño Jesús, Los Reyes Magos, San Nicolás y el
Espíritu de la Navidad están en este momentos agobiados con toneladas de
peticiones que reciben. No alcanzo a imaginar cuán congestionada está la
casilla de su buzón de correo, identificada con las siglas «YV». La culpa es
nuestra, que eso no haya duda. Bien que hemos podido sentarnos a escribir
nuestras respectivas cartas de peticiones con prudente antelación. Esa
manía nuestra tan tercermundista y subdesarrollada de dejar todo para última
hora.
En fin, tardíamente, despacho mi petitorio, en la esperanza que alguno de
esos buenísimos señores tengan un tiempito para leerme. Son estos mis
deseos. Tres, sólo tres. Que tampoco es cuestión de, encima de lenta,
ponerme necia y abusiva.
Quisiera pedir que se le concediera la libertad a Richard Boulton. Si lo que
se deseaba era marcar el punto, hecho. Ya entendimos. Ya sabemos que aquí
los guerrilleros y terroristas (redundancia) mandan y comandan. Pero ya está
bueno. No puede ser que su familia y amigos tengan que enfrentar una segunda
navidad con el doloroso peso de su querido Richard aún secuestrado. Sí, por
si no les ha caído la locha, ésta sería la segunda navidad. Pido entonces
que Richard pueda retornar a tiempo para una nochebuena que realmente sea
buena.
Quiero rogar que cese de llover en Vargas. Cada aguacero produce pánico en
la población. No es para menos, habida cuenta que los varguenses saben que
están solos, que a nadie en el gobierno le importa lo que les ocurra, que
están al tanto que ahora ni tan siquiera cuentan con la diligencia de
Defensa Civil, porque a partir de la «borrada» de Angel Rangel, la defensa
se convirtió en desidia, indolencia, desdén.
Por último, ruego… No, eso no lo puedo pedir. Eso no cabe en una cartica
navideña. Eso nos toca a todos nosotros, a todos los ciudadanos.