Carta al niño Jesús 2008
Nací unos 52 días antes que Tú, cuando ello ocurrió nada nuevo ni viejo nada, ni nada, pasó. Debí nacer, presumo, porque apenas días después de aquel hecho sin acontecimiento, mis padres me metieron en un escondite donde ellos muchas veces burlaron a sus perseguidores y nadie supo nunca donde andaban, ni siquiera los adiestrados sabuesos, cuidadosamente amaestrados para encontrar lechos para el amor primero, olores y colores de magia, pudieron dar con ellos y según sus testimonios así lo hicieron porque llegaban a todas las casas, sin dejar una fuera, unos soldados, muy meticulosos en el cumplimiento de sus tareas, que agarraban a los recién nacidos por los pies, los colgaban estirando al cielo sus manazas como en ofrenda y, luego, con su espada les despegaban de un certero tajo la cabeza. Morían con el único dolor de sus padres que en la indefensión absoluta se quedan ajenos, ausentes absolutos de la realidad, jamás supieron, aturdidos, perplejos, si cuanto vieron cierto fuera. Tampoco los niños, tantos de ellos, casi todos, no habían abierto los ojos y los que ya lo hicieron, ninguno tuvo el tiempo de observar las verdades del mundo, ni virtudes ni pecados, murieron sin dejar una sola sonrisa a la vida ni el canto del llanto a la memoria del amor inmenso. Murieron, fue todo. Sus padres quedaron muertovivos o vivomuertos según su dolor. Como se queda muerto cuando se muere un hijo. Deambulando recogieron las esquivas cabezas con caras de límpidas sonrisas del único regalo, el filo de la espada, que por instantes vieron con miradas de amor que tiraron al viento, y así con sus cuerpos se arrojaron juntos a la mayor de todas las cavernas obscuras, la ataraxia, comentaron los griegos, siempre acuciosos y justos al bautizar los hechos con palabras.
En varios cuadernitos, Testamentos, quedaron esos hechos, muy escondidos y muy bien cubiertos para que el tiempo que vendría luego supiera bien de ellos. Un tal Herodes, el padre, si así llamar se puede a quien ignora que el hijo ajeno es, también, su hijo, se sabe, como todas cosas de la historia, de manera obscura, habría dado la orden de tal decapitación magnicida, quien si mal no me dijeron rey de la Judea era en ese entonces, por imposición del imperio de esa era, el Romano, a cuyos desastres y aciertos pertenezco como todos cuantos por razones diversas, que del poder son siempre las mismas, nacimos en estas tierras de Occidente, Cristiano y Democrático. Por mejor comprensión lo llamaron después pitirrromano, porque para esa fecha aún no existían los yankees, pero fueron su legendario y sus legítimos antecesores, pero muy buenos, muy mejores que éstos, porque menos medios tenían con qué ser tan malos, al lado de estos muy malos hombres que por el mundo andan en ese su sacro oficio. Siempre es así, quien obedece al imperio cumple su sacro oficio de cruzado para el ejercicio de su misión, imponer al mundo su visión y quitar del mundo lo que otros tienen. Por ahí andan en Irak, Pakistán, ayer tan cerquita y hoy tan lejos de donde Tú naciste, confusión creada para medir las proximidades o distancias según sean las ideologías, las formas de gobiernos y el poder que entra en juego. Y si este imperio de hoy es malo que malo es, que impone sus reglas, desde las del mercado a la política, de la perversión a la castidad, hay otro imperio, el mas cruel de la tierra que en esta tierra ha sido: la miseria, la pobreza y la ignorancia extremas, el sida, el ébola, el hambre de verdad y el hambre de equidad y de justicia. Sueltas por todo el mundo, allí vive la muerte que aniquila sin dejar tristezas, solo apuestas para los grandes miserables que compran indulgencias repartiendo palabras de mesiánica hipocresía para enterrar cadáveres, esqueletos saciados de hambruna, envueltos en dos términos claves, justicia y libertad, lavando de ese modo su conciencia.
Desconozco cómo se ve esta tierra desde donde Tú estás, y de donde bajaste tiempo ha, según anunció Gabriel a María, pero que por siempre hemos creído arriba, el Cielo, en el único punto para la observación donde todo queda cubierto por el ojo o a donde todo llega, tal como bien dicho quedó escrito por siempre en el poema, “ojos que tú ves no son ojos porque tú los ves son ojos porque te miran”. Y creo que está allí la grandeza de Dios, quiero decir, también tuya una vez hecho viejo, muerto y sepultado y resucitado y subido al Cielo y ubicado a la diestra del Dios Padre. Y justo allí quiero pensarte viendo al mundo en su ceguera, presumo que incurable, pues, a juzgar por los resultados, tu primer viaje si no ha sido un fracaso, tu éxito, una vez dado al Cesar cuanto a él corresponde y a Dios cuanto es de él, duró hasta el momento en que el Cesar se cogió todo, incluso cuanto corresponde a Dios, su propia doctrina, y Dios volvió a las manos de los mismos sacerdotes que sacaste del templo, salvo que ahora actúan en tu nombre y como reyes imperan montados en roll royce, mercedes, volvo, y desconocen las bellísimas burras que tantas alegrías prodigaron a los humanos de antes y a alguno que otro que habite en los campos, y sobre cuyos lomos entraste triunfal a Jerusalén. Testimonio de tu humildad y más, mucho más, de tu sabiduría, desdeñar la ostentación del poder, zafarse de sus garras. Como todo lo puedes, recorrer puedes el tiempo en todos sus sentidos, direcciones y dimensiones, y fue así como adelantado habrías leído a Shakespeare, ya sabías cuán grande e inevitable es el poder de corrupción del dinero, fundamento del poder y el poder no sabe de amor, dignidad, honra, justicia. Todo lo pervierte.
No se si sea este el caso del lugar donde vivo. Dicen que mas de 830 mil millones de dólares se han gasto en Venezuela tras la realización del proceso, para alcanzar la patria socialista y de no logarlo, la muerte. Y a ti se te exhibe como uno de los pilares fundamentales del tal socialismo, desconociendo tu verdadera proclama, Tu eres el camino, la verdad y la VIDA. Creo que este es asunto que tú debes resolver a tiempo, antes de alcanzar tu pleno desarrollo, porque una vez completado el proceso, te fusilarán, no cabe duda, porque ese es el destino del Proceso y Tú no puedes superar el tuyo, dar tu sangre por la redención y tu vida por la salvación del originario, pecado del que nadie tiene la culpa, pero que todos, todos, cargamos con ella. Algún día, Adán dará cuenta de esta, al parecer, solo al parecer, la primera aberración, perder la felicidad eterna por el placer sublime de un rato cuando se alcanza el éxtasis por un instante. Como son complicados estos números, midámoslos en distancias. Si pensamos en billetes de 20 dólares y cada billete tuviese 20 cm. este es largo del camino 16600000000000 cm. Vale decir 166000000 Km. Perdona estas descripciones, pero al Imperio de hoy salvarlo costará unos setecientos mil millones de dólares, y se salvará, mientras nosotros, cómo es que estemos como estamos. Y es este mi miedo. Tanta plata, tanto dinero, ¿nos habrá corrompido, habrá pervertido mas al poder o habrá aumentado su pudrición, quise decir su perversión? No tengo testimonio de que tuvieses mucho amor por la matemática, pero si eras muy hábil en los repartos. Diste de comer a una multitud con dos peces y con cinco o siete panes, no recuerdo exactamente cuántos, pero esos eran tal vez menos, no más. Cinco Mil hombres sin contar mujeres y niños bien comieron luego de días de hambre. Observa entonces esto, si verdad es que son 830.000.000.000,oo de dólares y somos 26 millones de venezolanos, bien pudo nuestro salvador haber repartido esta abundancia, habría correspondido a cada uno, 31923,07869 dólares. Y si estimamos que el promedio familiar sean cinco compatriotas, la revolución habría dado a cada familia 159.615,394 dólares, lo que al cambio oficial es, multiplica por 2150… y al negro unos 5200. Ves, son cifras de la astronomía. ¿Se habrían acabado los pobres? Pero, en fin, te ruego no te enredes en estos asuntos, porque seguro estoy, que ni Tú entiendes qué ha pasado aquí. Y menos qué pasará si disminuyen o se acaban los reales.
Pero vuelvo a nosotros, quiero decir, a la intimidad de la palabra que casi todos los años compartimos. Yo quiero sacarte de esta terrible angustia que de seguro tienes, verte en tales manos y en tales lecciones sobre el socialismo y las utopías manejados ambos mundos con prodigalidad de erudita ignorancia y sabia mala fe. Sal de todo esto, yo quiero que te vayas con tu amigo Pessoa y sigas con él, después de haberte escapado del cielo y aférrate fuerte para que no regreses, vive la fotografía de su sueño y corre y corre y sueña y cuéntale a los niños este cuento poema que te escribió el Poeta, y así dijo:
Vi a Jesucristo bajar a la tierra. //Vino por la falda de un monte//Nuevamente como un niño,//Corriendo y rodando por la yerba //Y arrancando flores para tirarlas//con una risa que se oía a lo lejos. //Había huido del cielo,//Era demasiado nuestro para fingirse //La segunda persona de la Trinidad.
Hoy vive conmigo en mi aldea. //Es un lindo niño risueño y natural. //Se limpia la nariz con el brazo derecho,//Chapotea en los charcos,//Arranca flores, las quiere y las olvida.//Arroja piedras a los burros,//Roba fruta en las huertas//Y huye de los perros llorando y gritando.//Y, porque sabe que a ellas no les gusta/ /Y que todos se ríen,//Corre detrás de las muchachas//Que van en grupo por los caminos//Con los cántaros en la cabeza/ /Y les levanta las faldas.