Opinión Nacional

Carta abierta a los estudiantes

Los vi de lejos con asombro y los sentí cerca y ˆpor qué no decirloˆ con
admiración y solidaridad.

Fuera de nuestro país me preguntaban por el régimen y por ustedes y
respondía con orgullo que en ustedes Venezuela lucha por su libertad y que
nuestra amenazada democracia tiene futuro; la democracia que se construye
con dignidad, libertad y justicia social. Los vi con la emoción de la
juventud y con la madurez de quienes saben que la lucha es larga y la
constancia es virtud indispensable. Ustedes no cayeron en las provocaciones
para la violencia.

También percibí desconcierto de los cegados por el poder a quienes con
razones ustedes enfrentaban. Las botas sólo tienen poder de aplastar a los
que se arrastran y poco pueden contra las conciencias que vuelan alto. A la
larga, frente a los cascos y los fusiles, triunfan la dignidad y la
conciencia con las manos abiertas y tendidas para el necesario abrazo
nacional.

Los vi defendiendo la Constitución, hecha en horas de buenas intenciones por
quienes hoy la atropellan y la quieren secuestrar porque ella consagra las
libertades, el pluralismo, la democracia participativa y la ciudadanía
activa con un gobierno que rinde cuentas.

Millones de personas en el mundo con simpatía los ha visto tomar las calles
para defender la libertad de expresión y de información para quienes piensan
como el Gobierno y para quienes tienen críticas.

Al verlos comprendí que ustedes son auténticamente bolivarianos. Lo que más
admiro en Bolívar es su espíritu e indómita fuerza interior en las horas más
terribles de la derrota y de las dificultades.

Tal vez ningún año fue más terrible para el Libertador que el de 1815, luego
de la espantosa derrota de la segunda República, la huida y dispersión de
los sobrevivientes, el atentado de muerte contra él en Jamaica. En el mismo
momento en que España, con la reaccionaria monarquía absoluta restaurada,
enviaba sus mejores tropas al mando del general Morillo, exitoso en las
luchas contra Napoleón. Derrotado éste en Europa, la restauración española
contaba con el respaldo de las monarquías e imperios europeos unidos en
«santa alianza». En medio de esa noche oscura y sin rendijas de luz, el
Libertador siguió creyendo en el amanecer y seguía activo.

Morillo desde Margarita, en el año 1815, extendió su dominación sobre
Venezuela y Nueva Granada dejando sólo espacio para las guerrillas
dispersas.

Sucre tenía 20 años, llevaba 4 luchando por la Independencia, y no estaba
dispuesto a escuchar el consejo del rey de España a los curas y a los padres
para que cuidaran a sus niños y señoritos de las manipulaciones de los
subversivos. ¡Siempre la misma ridícula conseja! Pronto empezó a cambiar la
causa de la Independencia con tres acciones de gran simbolismo y
consecuencias prácticas: la llamada desde Ocumare de la Costa a los esclavos
a conseguir la libertad con la República; el establecimiento de
instituciones y Constitución republicanas en el Congreso de Angostura, y el
abrazo con Páez y sus mestizos y zambos a caballo en la inmensidad llanera
de San Juan de Payara. Cuando las conciencias se prenden la represión es
inútil e impotente. La omnipotencia dominadora de las curtidas tropas
españolas fue retrocediendo y pronto vino la independencia de la Nueva
Granada y el triunfo de Carabobo. El mismo Morillo terminó admirando la
resistencia; comprendiendo la insensatez de la España reaccionaria abrazó a
Bolívar en Santa Ana de Trujillo y se retiró con sus tropas a España,
convencido de que la razón estaba de este lado. Con las conciencias
encendidas y decididas, los fusiles son inútiles.

Lejos de la patria, jóvenes universitarios, busqué la mejor forma de
acompañarlos a distancia y acudí a una pequeña y silenciosa capilla y hablé
con Dios, siempre en la intimidad de quienes actúan desde el fondo de su
conciencia (cada uno la suya) y luchan por la dignidad y por la libertad,
con un amor que incluye a los que están enfrente armados y quieren ahogar
con bombas lacrimógenas su razón y su amor a Venezuela. Ahí, en el silencio,
volví a escuchar desde adentro la palabra imperecedera de Jesús de Nazaret:
«La Verdad los hará libres» y el amor es más fuerte que la muerte. En el
amor y la lucha por la dignidad de todos trasciende la vida con pleno
sentido.

C o n u s t e d e s g r i t o ¡Libertad!

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