Carta a estudiantes de una “revolución” desesperada
Muchachuelos “manos blancas”, es la revolución misma quien les habla, por tal motivo comienzo por advertirles que si sacan esto a la luz ahí mismo se la apago, soy dueña de la totalidad del sistema eléctrico nacional; lo seré de todo, es mi destino quedarme para siempre. Mi voz es la misma voz del superhombre, un ser dotado de un conocimiento inagotable, una visión extraordinaria, un poder de pensamiento que le permite preverlo todo, un tipo pues, que es la tronca ‘e verga con la que el pueblo siente su redención.
Alebrestados “cagaleches”, si tienen dudas dense una vueltecita por las chapuzas golpistas del 2001 al 2004 y váyanse lavando las manitas si es que pretenden algo más que jugar a la gallina clueca con sus palmas.
¿O se les ocurre otra cosa?
Me vienen alborotando la calle hace semanas y no estamos en diciembre para adelantar la Navidad, deberían ahorrarse una enorme cantidad de problemas, de sinsabores, de contratiempos molestos. ¿Es que no quieren adherirse voluntariamente a mí porque ahora les dio por formar una rueda con consignas extranjeras? ¿Cuestionan con sus papelitos la irreversibilidad del Proceso Revolucionario jugando a ser Tolstoi, Gandhi, o Martin Luther King? ¿Creen producirme un problema socio-psicológico, que ustedes son lo nuevo y yo una cansada e impresentable vieja y represiva bruja?
Venezuela es hoy la patria que transita al socialismo, la esperanza y el sueño de millones hacia un mundo equitativo, más justo, igualitario y mejor. Todo me pertenece o lo hará, es la victoria del engullir en lo colectivo todo el egoísmo de lo particular, y lo que aún no ha caído en mis manos, incluyendo las suyas, pintadas y ridículas que blanden como el santo y seña de su estandarte, probarán la amarga ceremonia del polvo de la impotencia y de la decepción.
Deseo regresar a mis horas habituales, a mis contorsiones consuetudinarias, al punto exacto donde trituro los obstáculos para seguir mi ritmo endemoniado al porvenir. Soy socialista y aunque a veces me acusen de ser carterista, totalitarista, fidelista y hasta manicurista se requiere destruir un orden. Sus manos insumisas son expresión del viejo capitalista orden infernal que hoy con insolencia me restriegan a mí, nada menos que a mí, prematura ancianidad, ¡já… já!
Me han declarado una guerra de conciencia moral con mi querido pueblo y admito que lo pueden confundir. Ya lo dijo un viejo caudillo, si no quieren estudiar los tendré que poner a trabajar. Soy paciente, pacífica pero armada y ¡ojo!, hasta los dientes.
Sin embargo, no está todo perdido para ustedes. ¿Que no son comprables y se guían por sus principios? Todo lo es, si no vean hasta dónde he llegado en mis confines. Nuestra experiencia nos muestra, más allá de realidades pasadas en donde unos 100 millones de personas murieron a lo largo del siglo XX víctimas de la represión del comunismo real (allí no había real) (65 millones en China, 20 en la URSS, 2 en Corea del Norte, uno en la Europa del este) que el gran aporte “bolivariano” a la teoría de la revolución mundial no es en muertos ni en especie, es en efectivo.
¡Pero se los imploro, por el amor de Dios, muchachos! ¡Por qué no dejan la vaina, vale… !