Carmelo que está en el cielo
Nunca imaginó Agustín Lara que en Caracas y hoy lunes 29 de noviembre de 2010 (cuando escribimos estas líneas) fallecería alguien a quien él hubiera aludido en su preciosa canción.
Carmelo Lauría Lesseur, un hombre de convicciones y de acciones. Un amigo como pocos. Un familiar de excepción. Ya habrá muchos que ponderarán sus acciones.
Vivimos muy cerca de él. Éramos niños cuando nos conocimos, pertenecimos a esa extraña tribu de los amigos de El Paraiso. También tuvimos en común haber estudiado en el Colegio La Salle y habernos graduado en la Universidad Católica.
Cuando estudiaba los últimos años de Derecho se había planteado dos metas: “Cuando me gradúe, compraré un caballo de carreras y un Chrysler Imperial”. Apenas culminó sus estudios cumplió ambos deseos. Siempre fue aficionado a las carreras de caballos y más nunca tuvo un automóvil lujoso.
Con la sólida formación cristiana que le inculcaron, primero los Hermanos de La Salle y más tarde los Padres Jesuitas, Carmelo fue un hombre de recto actuar y cuando se equivocó, lo hizo con el convencimiento de que su planteamiento era el correcto.
Fue, como casi todos los estudiantes del La Salle y de la UCAB para aquellos años, seguidor de COPEI. En las elecciones que se celebraron en diciembre de 1968, cuando Rafael Caldera le ganó por sesenta mil votos a Gonzalo Barrios, Carmelo y Vicente Lecuna Escobar, con la venia de Carlos Machado Zuloaga y del Consejo Supremo Electoral, guardaron las actas de votación en la bóveda del Banco de Venezuela para impedir cualquier acción contraria a la democracia.
Su desempeño en el Banco de Venezuela, del cual llegó a ser su Presidente, significó el arribo de la institución al modernismo empresarial y las acciones de Carmelo estuvieron dirigidas a influir también en la Cámara de Comercio de Caracas, en Fedecámaras y le dedicó mucho tiempo y esfuerzos a la Sociedad Anticancerosa. Paradójicamente, fue el cáncer quien definió su partida.
Pocos años más tarde, decidió respaldar e inscribirse en Acción Democrática. Fue uno de los hombre más poderosos del régimen de Carlos Andrés Pérez, en su primera oportunidad. Siempre decía: Mas vale un metro cuadrado de Miraflores que cualquier extensión en ningún lugar.
En aquellos años fue Ministro de Fomento, Ministro de Estado para las Industrias Básicas y Ministro de la Secretaría.
También, en aquellos años, tuvo un cambio muy importante en su familia. Decidió divorciarse y le dio a Isabelita, todo cuanto tenía.
Durante los gobiernos de COPEI, especialmente durante el mandato de Luis Herrera Campins fue un parlamentario de garra. Siempre tuvo que ver y dirigió la Comisión que se ocupaba de las Finanzas Nacionales y del Presupuesto, temas obsesivos en su vida. Más tarde, cuando era Rafael Caldera el presidente, en su segundo período, desempeñó con pasión, la Presidencia de la Cámara de Diputados.
Cuando asumió la presidencia de la República Jaime Lusinchi ocupó la Gobernación de Caracas y nuevamente la Cartera de la Secretaría de la Presidencia. Todas sus actuaciones públicas estuvieron signadas por el bien nacional.
Los trece años más recientes estuvieron regidos por su enfermedad pero siempre estuvo atento a todo el acontecer nacional. La política era, para él, la razón fundamental de sus actuaciones. Cuando las elecciones municipales de septiembre, estaba pendiente de los resultados nacionales.
Con Isabelita Alcalá tuvo una bella descendencia, todos sus hijos y nietos son hombres y mujeres de bien y de trabajo. Sus hermanos fueron razón importantísima de su vida y sus padres Carmelo y Consuelo siempre tuvieron en Carmelo Antonio, uno de sus hijos singulares. Con Silvia Mijares también conformó una bella unidad familiar. Todos los hijos y nietos de Silvia, lo apreciaron y lo quisieron como el hombre que siempre fue la sombra cobijante del árbol frondoso. Paz a su espíritu.
