Opinión Nacional

Capriles: realizaciones; el otro: fábulas

La campaña electoral emprendida por Capriles, además de revelar las garrafales deficiencias del régimen y ofrecer soluciones concretas a los conflictos más estridentes, devela cómo el candidato oficialista se refugia, tal como lo viene haciendo desde hace 14 años, en identificaciones simuladas y falaces que varían dependiendo del escenario donde se presenta. Persiste en mostrarse como profeta con plena potestad sobre una mayoría que lo venera. De allí que siempre se refiera a él en tercera persona: «Chávez lo dice, Chávez es la patria». Presume que basta comunicarse compulsivamente con todo el país las veces que lo desee en cadena nacional para que los oyentes estén atentos y dar oídos a sus fantasías. Él conjetura tener el amor de todo el país. ¡Nada nuevo que ofrecer!

Mientras Capriles denuncia con pruebas el fraude administrativo iniciado hace 14 años, el optante repetido continúa repitiendo generalidades colmadas de utopías. Tomemos una frase cualquiera como ejemplo: «la verdadera libertad del individuo sólo es posible cuando la búsqueda del éxito personal está sometida a bien común». «Sólo a través del socialismo se logra la felicidad plena». Decenas de frases similares, abstractas y triviales, tienen poco sentido para la mayoría aunque sus enunciados luzcan justos. Al tiempo que el optante repetido insiste con fraseologías huecas, las casas populares erigidas por su gobierno se hunden solas tal como ocurrió en El Tuy.

Si se hiciera una encuesta respecto a la justedad o no de frases similares para discernir lo justo de lo injusto, el concepto de justicia, sin duda, siempre descueraría sobre cualquier otra reflexión. Pero cuando el enunciado se formula mediante tipificaciones incontroladas y belicosas para secundar determinada postura política, la reflexión se trasfigura en trastos escuetos que a la larga se revierten contra sus autores. Ello ya está ocurriendo. El candidato repetido está sintiendo que esas elucubraciones patrioteras, por vacías y majaderas, están mermando su credibilidad. Sus mentiras están quedando al descubierto.

¿Qué sería lo justo luego de 14 años en el poder? Como lo reitera Capriles, tener seguridad personal, servicios médicos oportunos y eficaces en hospitales públicos, carreteras seguras que eviten tanta mortandad en las vías, escuelas públicas que cumplan con los programas estipulados por el ME, viviendas que no se derrumben antes de ser ocupadas, celeridad en los trámites administrativos del Estado central, un sistema de justicia que garantice la correcta aplicación de la ley, pulcritud de los manejos públicos, etc. Sin embargo sucede todo lo contrario. El país se arruina ante la mirada dócil del jefe que aspira tener el control por 6 años más.

Así pues la conformidad o rechazo ante cualquier idea no puede estar referida siempre a la misma persona, a la de él. El ideal en toda democracia es debatir dentro de una multiplicidad de opiniones en que se las coloca. Por ello en medio de este crucial escenario electoral, el contexto no favorece al aspirante que lleva 14 años maquillando el país con la misma jactancia. El patriotismo tantas veces manipulado está perdiendo efecto ante el categórico reclamo de los sufridos. Las imposturas no pueden extenderse por seis años más porque el pueblo está exigiendo cuentas claras. El régimen ha podido sobrepasar más de 2 períodos gubernativos produciendo magos y curanderos bajo la figura de administradores. Pudo hacerlo porque el precio del petróleo ha estado oscilando alrededor de 100 dólares por barril. Sin embargo, hoy la caja no da para más.

La hora de la verdad está fijada para el 7 de octubre. Nadie podrá eximirse de la obligación de votar y decidir su propio destino y no dejarse llevar por el arbitrio de un megalómano que se cree insustituible. El deterioro del país no soporta otro sexenio de ruina; ello implicaría nuestra propia decadencia. No estamos exentos de responsabilidad ante un régimen que nos destruye.

 

 

 

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