Capriles hablará por millones
Solo la avalancha hará que Chávez reconozca el triunfo de Capriles. Por esa hipótesis de cataclismo electoral contra el régimen, valdría la pena soñar los pocos días que queden para dar por enterrada esta malhadada revolución de pacotilla.
Si no ocurre un claro triunfo que genere por lo menos 10-15 puntos de ventaja sobre los rojos, aquí puede haber líos y graves, porque las “victorias pírricas “ constituyen una tentación demasiado grande para desconocerlas, por parte del déspota, sobre todo sabiendo que el árbitro es de su obediencia pagada jugosamente con fastuosas canonjías que aspirarán conservar.
Hay agudos observadores a quienes ojalá no les haya fallado el olfato, que apuestan a que se estaría produciendo un mar de fondo, una especie de sismo grado 10, que no solo genera el hundimiento de la placa tectónica electoral del gobierno, sino el levantamiento brusco del volcán opositor, que emergería a la superficie, dispuesto además a manifestarse y prevalecer, según entusiasmó Capriles, peleando en la calle la legitimidad de su erupción y desafiando cualquier intento de Chávez de pretender desconocerlo.
Hechas estas abluciones, con mis mejores deseos, que seguro calmarán los ánimos de quienes solo aceptan el incondicionalismo y el aclamacionismo postrado de estos los últimos 10 años de paciencia de la MUD para “cohabitar” con el régimen y su CNE, lo que constituye la norma opositora; dejadme incursionar en los ásperos intersticios de la realidad post electoral, a la que estaremos condenados, una vez que ya solamente se ha admitido como conducente, la batalla en el exclusivo terreno electoral, que por supuesto es el escenario más ventajoso, diseñado por Chávez, para sostener esta máquina de moler libertades que son las instituciones monocolores del estado chavista.
Si la legitimidad de la victoria opositora es perceptible hasta para tarados, lo único aconsejable es hablarle con contundencia y prontitud al país entero, que estará en vilo esperando que el candidato se pronuncie.
Porque si en verdad ganamos por paliza, y el gobierno no lo admite lo conveniente NO ES que todo deba arriesgarse en una noche de fogatas.
Si Chávez no reconoce el triunfo, debe convocarse por el candidato-presidente-electo y la MUD un gran PARO CÍVICO NACIONAL, que equivale a una Huelga General Política hasta ver reconocidos los resultados.
Si en verdad se produce la avalancha el 7-O, de resultado indiscutible, sobrarán fuerzas para generar esa enorme protesta cívica, que termine poniendo el problema en manos de las FFAA.
Si hubiera intencionalidad de fraude masivo se abriría un rápido proceso de descomposición interna allí y si la franja de oficiales superiores reaccionara con espíritu de cuerpo obedeciendo al usurpador, en otros días más se vendría encima la ruptura de densos sectores de la oficialidad media con ellos, porque a pesar de la intoxicación ideológica castrista, estas FFAA no podrán ser inmunes a la fractura producida por el reclamo nacional multitudinario, que les pondrá a escoger entre el respeto a la soberanía del voto popular o convertirse en una enorme banda de esbirros dispuestos a matar a mucha gente para sostener una impostura.
Si Chávez quiere hacer trampa y se anima a quererla asumir y Capriles tiene la absoluta convicción que ganó y que puede demostrarlo, la mejor arma es un lenguaje claro y contundente que no deje lugar a especulaciones y por supuesto anule la pretensión de Chávez, de entrar en el juego de desatar violencias que ya quisiera el régimen, para disponer el Estado de Sitio, el Toque de Queda, el Plan Ávila y la subordinación militar absoluta, tras la acusación que Capriles anda en un plan golpista, cuando lo único que debe hacer es no convalidar el fraude.
La más poderosa arma nuestra contra el fraude probable es la claridad del mensaje del candidato y su abierta negativa a reconocer la truculencia del CNE-Chávez si es que quisieran legitimar una estafa.
Rosales quedó políticamente achicharrado y electrocutó a la oposición la noche del 6 D. 2006, en “La Esmeralda”, cuando se le ocurrió el soberano disparate, con Teodoro a su lado, de andar admitiendo derrotas a los minutos del boletín del CNE y nunca se borró la impresión que le habían forzado a aflojar tan rápido y convenientemente la lengua. De nada le sirvieron sus aclaratorias. A él como a otros se los come vivos la soledad del exilio y el ostracismo.
La poderosa arma de Capriles es la certeza de saber que dependiendo de lo que diga, hará que estalle la luz.
Y si Chávez de verdad gana entonces se admite. Pero si el déspota pierde y pretende seguir en el poder espurio, Capriles tendrá oportunidades que no se repetirán en lo que le resta de vida, no solo para hablar sino para dirigir la obligada revancha, sea electoral o de otra naturaleza.