Capitalismo: Revolución inagotable
La cultura occidental ha dividido la historia del hombre en grandes toletes. Y en esas divisiones ha establecido cuales son los elementos que han determinado, caracterizado esos grandes momentos. Por definición, se ha dicho que el anterior fue como un peldaño inferior en una escalera sui generis que marcha hacia etapas mejores cada vez. Esa mejoría se relaciona con la idea y praxis social de que cada nueva etapa abre mejores caminos a la libertad humana, a las posibilidades mayores de realización, en medio de complicadas luchas. Desde luego, el lector conoce que, paralelamente pero tardíamente, se inventó otra historia. Haberse iniciado el desarrollo humano a partir del pecado, haber asumido la muerte como su castigo, pero, queda en la imaginación, en el pensamiento religioso y de algunos otro tipo de pensadores, la idea del Paraíso y la redención definitiva hacia un retorno como metáfora que, en la redención, encontrará de nuevo el paraíso, la felicidad definitiva al lado del Dios padre. El otro camino, el “materialista” veía mas o menos la misma historia, sólo que partía del modo de producción y de las diversas relaciones humanas que ello conlleva. Así entonces se empieza con el comunismo primitivo, que pasando por donde tiene que pasar, llegaría, otra vez, al paraíso del comunismo, compleja transición que a partir del capitalismo, la clase obrera habría evolucionado de tal menara, que el socialismo científico sería, pues, el tránsito para ingreso al comunismo. Etapa final de todo el movimiento humano, en donde las condiciones materiales y espirituales, lograrían crear a un Hombre enteramente humano, libre de todas las alienaciones posibles, de menara muy especial las relaciones del Estado con la gente, hasta superarlas definitivamente, por tanto habría que eliminarlo, y así, enterrado el Estado, casi como se dice a los niños, colorín colorao este cuento se ha acabao. Pues bien, así llegamos en ese largo camino, de la prehistoria o del comunismo primitivo, al capitalismo, que tendría sus dos expresiones vitales, una, la revolución industrial y, la otra, la revolución política, en sus espacios “originarios” Inglaterra y Francia, respectivamente.
La critica mas humana siempre supo, desde los griegos hasta esta fecha, que independientemente de tal o cual etapa, tal o cual modo de producción, que cada etapa y las que vienen, tiene una determinada forma de poder, y que el poder, en todo caso, requiere de una inmensa fuerza para mantenerse, fuerza física para mantenerse, reafirmarse, e impedir su sustitución, una fuerza ideológica para explicarse, para justificarse, cuyo éxito depende de la correlación de las luchas sociales, entre ellas las contradicciones de sus luchas de clase, pero sobre todo, en el grado de desarrollo de las ideologías. Y otra vez, los mismos fatalismos. El capitalismo tiene su enterrador, la clase obrera la cual mediante el desarrollo de la consciencia de clase que superase las ideologías del capitalismo, de su organización para superar las fuerzas materiales que lo sustentan, por eso y más, llegaría la libertad total, consciente, en la etapa superior de la humanidad, el comunismo. Desde la acera de enfrente, el capitalismo, con dos de sus mas logradas formas, la democracia, como forma política, el mercado, donde se objetivan todas las libertades posibles, incluyendo desde luego y casi en primer orden, el papel del individuo, y sus múltiples iniciativas y las diversas maneras de organizarse la producción, el capital, etc. finalmente se llegaría, así como el comunismo es “la última etapa” para reiniciar otra vida (piénsese en la analogía del cristianismo, salvo que terrícolamente), los ideólogos del capitalismo ven en éste, el fin de la historia. El mercado y sus complejidades regularan la vida por siempre y para siempre. De una u otra forma estas dos maneras de ver la historia en su esencia, se estructuran sobre la misma ontología, casi también sobre la misma axiología.
Yo me inclino entre quienes creen que el cuento es otro. Que es bello el mundo de Adán y Eva, pero que feo sería de haber sido, porque no sería mundo. Y el comunismo primitivo, apenas es una analogía a un paraíso mayor cuya grandeza, de haber existido, es la de haberse quedado así, eternamente, con algunos placeres compartidos tal como son los placeres, tal vez análogos, de los grupos de leones con sus hembras y casi todos los animales conocidos. El centro de este error ha estado en el predominio –llamemos ideológico – del modelo judeo cristiano, que incluso ha impregnado el desarrollo de la propia ciencia. “Ateamente” se quiere encontrar el origen del hombre en un tronco único y de allí su largo camino que se ha transitado. Pero las cosas son de otro modo. Puede que para Europa funcionen sus explicaciones, justificaciones, y como se sabe han impuesto el esquema metódico para explicarse cuanto ha pasado en toda la humanidad, pero diversos han sido los modos de existir de los chinos, vietnamitas, de quienes tenemos evidencias vivas, pero sea, come en efecto es, diversa la historita de cada cultura, lo cierto, inobjetable, es el dominio casi absoluto de la cultura occidental, mediante sus dos grandes conquistas, la ciencia, la tecnología y sus ideologías políticas; pero también –hoy – los procesos y modos de producción. Hasta los alaridos para salir de él, para maldecirlo, están no ya marcados por ese hecho, sino que son parte del propio discurso de lo que, in extenso, se incluye como capitalismo. Nada más y nada menos, para ver nuestro caso, queremos sustituir al capitalismo por el socialismo, pero ni siquiera de eso se han podido zafar. La dicotomía capitalismo-socialismo, en estas tierras, es la mas alta prueba de la falta de creación, de originalidad, que reitera, además todas las aberraciones de una pseudoética que se sustenta en la otra dicotomía: capitalismo el mal, socialismo el bien y de allí una cadena: dios/diablo. Y mas grotesca aun patriota/pitiyanqui, la reiteración de creyente/ hereje.
Pero ahí está el capitalismo, tal como es, heterogéneo, desigual, cuyas maldades han sido duramente denunciadas y evidenciadas. Es el tiempo de la historia humana con las mayores aberraciones, crímenes y crueldades y atrocidades. Eso es verdad. Como es verdad las injusticias que prevalecen en su seno. Eso es verdad. Pero es el que hasta hora mayores oportunidades ha dado al hombre. Los dominios del conocimiento, los dominios de la tecnología, los dominios del hecho estético, son tan evidentes que resulta imposible negarlos. Y, hasta ahora, su mayor y mejor característica, que lo diferencia de todos los modos y modelos anteriores, es su capacidad de autocorrección. El que ello implique guerras atroces, las mas terribles, las más crueles de toda la historia humana, o las crisis que, como las de las décadas del 30 del pasado siglo y esta crisis de hoy, al final hay un reacomodo y el “muerto” sigue vivo. Pero la autocorrección debe buscarse más allá de esas monstruosidades. Una de esas formas, ha sido el desarrollo de su dinámica social, de los avances jurídicos, educativos, de la consciencia de toda la sociedad, que ha permitido conquistas irreversibles: los derechos humanos, del niño, de la mujer, los acuerdos sobre la tolerancia, la educación. La lucha de clase como antagonismo absoluto ha dado paso a acuerdos sustantivos en donde éstas, las sociales son correlativas, más que fuerzas antagónicas del odio para la destrucción. La otra forma, no se si la base de toda su dinámica de autocorrección, está en la revolución científica- técnica que tiene lugar en su seno y que directamente se socializa a través del uso masivo de sus bienes y del conocimiento científico. Ello ha permitido tales avances y con tal dinámica, que la noción de revolución permanente es un hecho empírico en la ciencia y la tecnología, que ha de exhibirse como el más alto logro de la humanidad en todos sus tiempos. Y ello ha tenido y tiene lugar en el capitalismo, como revolución permanente, porque la ciencia y la tecnología son parte del proceso mismo de producción, pero mas que ello, son su impulso constante de transformaciones y mas que ello son una ventana abierta para el desarrollo del individuo, su crecimiento y el desarrollo de la sociedad en su totalidad. La dinámica y movilidad social que se ha alcanzado y avanza en el capitalismo son igualmente nunca antes conocidas en la historia de la humanidad. Y el rol que el individuo cumple en la sociedad jamás había alcanzado los niveles que tiene y ya no como egoísmo, sino como coparticipación. Los científicos y los tecnólogos saben que el desarrollo de sus áreas depende del desarrollo abierto, de la coparticipación, sin que cada creador pierda su individualidad. Saben más, que la validez de su obra alcanza su verdad en su socialización.
En política los avances son indiscutibles en medio de grandes dificultadles, desde luego. Pero la democracia cada vez crece mas, en la medida en que desde ella como su aporte, se hace histórica, y con ello se limitan las garras del poder. De Lincoln con la definición de democracia como poder del pueblo, por y para el pueblo, se perfecciona con la democracia participativa de Jefferson. Y hoy toda Europa busca formas cada vez mas humanas de acercamiento. La unión de lo diverso, el reconocimiento al otro, para saber que somos y quienes somos, es parte de su dinámica diaria. ¿Implica que el capitalismo es el fin de la historia? No. Absolutamente no. Lo que sí tenemos que saber y asumir es que para salir de él, para superar sus injusticias, sus dantescas aberraciones, tenemos que basarnos en él. Desarrollar ad infinutum sus conquistas, enterrar para siempre sus miserias. Y ello no se alcanza con las guerras, ni menos con chatarra ideológica de verborrea sin límites, ni con meros deseos, sino mediante los desarrollos del arte como forma de hacerse humano el hombre, con los desarrollos de la ciencia y la tecnología con una orientación ética muy clara, para reafirmar su libertad, bajo la mas abiertas de las formas de pensar, de obrar con equidad; de asumirnos como seres naturales, y por tanto la garantía de la vida toda sea parte del nuevo ideario del ser humano. Sólo así podemos superar los límites del capitalismo. Sólo con una muy clara consciencia de la mismidad humana, de su libertad, podemos superar la tragedia óntica del capitalismo. Solo así. La verborrea, la chatarra ideológica, paradójicamente, lo reafirman, y ese tipo de discurso y praxis, es el mejor ejemplo de lo que el ser humano no debe hacer y ese modo de combatirlo, lo perpetúa..