Opinión Nacional

¿CAP vino o lo trajeron obligado?

De nuevo los restos de Carlos Andrés Pérez están en capilla ardiente. En diciembre pasado se cumplía en Miami este ritual, cuando comenzó la disputa entre las dos familias por el lugar en el que habría de recibir cristiana sepultura.

La familia Pérez Rodríguez de Caracas argumentaba que en términos del derecho les correspondía decidir y la familia Pérez Matos pedía que se respetara el deseo-voluntad de CAP de no regresar a Venezuela mientras estuviera el régimen actual.

Y salió a relucir una vez más la condición de perseguido político de CAP y Cecilia Matos, «su pareja ilegal». Sobre ellos recaía auto de detención y solicitudes de extradición. De poner pie en estos territorios de la revolución socialista y bolivariana, serían detenidos por presuntos delitos de corrupción.

Y esto quedó corroborado con las declaraciones de la fiscal general del 04/10/11: Lamentablemente con la muerte de CAP se extingue la acusación en su contra porque no se puede ejecutar ningún proceso contra alguien que ya falleció. Se tenía pruebas para condenarlo por los hechos del Caracazo. En vida no se le pudo apresar porque estaba fuera del país y por que no se logró su extradición.

En el caso de su «compañera sentimental», de venir al país con motivo de los funerales, sería detenida, porque sobre ella pesa orden de cárcel por lo de las cuentas mancomunadas.

Se salvó entonces CAP porque ya «el hombre que camina, va de frente y da la cara» pasó al nivel del recuerdo. Y se le enterrará en medio del supuesto clima de respeto a los DDHH que existe hoy en Venezuela.

Para el régimen se produjo lo que desde un inicio calificamos como extradición postmortem: no te agarró la cárcel revolucionaria porque te salvó el cementerio.

¿Pero cuál es el sentido de esta extradición? ¿Quiénes son los beneficiarios?

El régimen, en palabras del golpista-presidente (GP), pide que «los muertos entierren a sus muertos». Que uno de los partidos ejes del puntofijismo, que él considera muerto, proceda a enterrar a quien fue uno de sus más altos exponentes.

¿Quiere decir que no hay vivos que lo entierren? ¿Pero qué vivos entierran a quienes han caído en desgracia? ¿Cómo olvidar que el GP repatrió y participó en el entierro del Gral. Antonio Guzmán Blanco, que echó las bases de la democracia con supuesta libertad y verdadera corrupción?

En todo caso, para el régimen en este momento, en plena campaña electoral y al momento en que la ONU examina la posición de este expaís frente al respeto a los DDHH, es de primera importancia darse un baño internacional de amplitud democrática.

Y beneficiario es también AD que luego de haber encabezado la defenestración de CAP y expulsarlo de sus filas el 19 de mayo de 1994, por considerarlo el gran culpable de la quiebra general existente, acude ahora al expediente de reivindicarlo y homenajearlo como el mejor de sus militantes.

CAP en ningún momento volvió a AD. Los intentos por lograr una absurda reinscripción no pasaron de ser un gesto grotesco. Este tema no era del agrado del expresidente.

Pero los beneficiarios adecos actuales, necesitados de ponerse como seguidores y alumnos de quien el proceso que padecemos ha privilegiado como su contrario, se colocan ahora en plan del «yo no fui». Y en este sentido, Ramos Allup señala ante los restos de CAP que «hubo quienes lo sacaron de la presidencia pero no podrán sacarlo de la historia».

¿Esto quiere decir que ellos no expulsaron a CAP ni formaron parte de la hoguera que convalida, el 21 de mayo de 1993 en el Congreso, la decisión de la CSJ de suspenderlo de la presidencia. ¿Dónde está la protesta de AD o los votos salvados? ¿CAP es hoy una necesidad y por ello viene o lo traen?

¿Se puede disfrazar el atropello que se hizo a CAP señalando, como lo hace RA, que en el 2007 firmó planilla para reactualizar su militancia en AD o que en el 2008 pidió que se gestionara su regreso porque quería venir a morir a Venezuela? ¿CAP pidió clemencia?

Por esto, a la hora de la extradición postmortem y el gran festejo politiquero montado, tiene plena vigencia su señalamiento en ABM: Yo sigo acusando. Habla CAP, el defenestrado.

CAP-II no llega a entender que nace defenestrado y que su partido, notables, empresarios y medios apostaron a que «muerto el perro se acaba la rabia». Sólo que la rabia continuó y se multiplicó.

¿Qué tenía CAP que buscar a este expaís? ¿El discurso grotesco del oficialismo y muchos que quieren serlo?

A estas alturas seguimos manteniendo que CAP fue víctima del entramado politiquero que contribuyó a forjar. Ante el derrumbe de un país y su supuesta democracia se le señaló como el gran culpable.

Y ante el cuadro del vacío político, institucional y legal que se instala el 27F-89 no se elaboró políticas para desmontar los males sino para profundizarlos. Un abismo que nos tiene en la condición de expaís.

Y ante el cuadro de caídas, liquidación y hecatombe ético-moral y material, las dos familias irreconciliables, luego de un agrio debate, en el cual intervine como testigo de lo que fue el deseo-voluntad de CAP de no regresar mientras persistieran las actuales circunstancias, acuerdan la llamada repatriación. ¿En qué se basó esta negociación? ¿Fue una resolución-acuerdo a punta de dólares? ¡Qué historia, amigos!

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