Caminos de paz de Ferdinando Vicentini
Comienzo el artículo con un reproche general a seres concretos, los mismos que se quejan de que en una ciudad de provincia en Latinoamérica no hay “ofertas culturales”. Debo reconocer que en cierta medida tienen razón. Cuesta trabajo creerlo, pero es verdad que en el continente existen ciudades de casi un millón de habitantes que no saben lo que es un museo, una librería con acervo significativo, un teatro con programación, modesta pero periódica, una galería al menos, con criterio didáctico sin afanes meramente decorativos, donde circule obra representativa de las vanguardias y la tradición, y otras instancias que conforman lo que suele denominarse “oferta cultural”, porque también las obras de arte y las expresiones literarias, musicales, dramáticas, son “bienes de consumo” que en algunos países representan montos enormes de flujo de dinero. La cultura y el ocio generan en España el 3.9% del Producto Interno Bruto (PIB) y un 7.8% del empleo, constituyendo el sexto sector más importante de la economía de ese país europeo, justo detrás de la intermediación financiera y por delante del transporte terrestre, el comercio al por mayor, la sanidad y la energía eléctrica..
Las personas que se llenan la boca quejándose de que en su ciudad nunca hay “nada” refiriéndose a la escasez de programas culturales, son las primeras que brillan por su ausencia en actos que representarían una bocanada de aire fresco en la atmósfera enrarecida por la medianía o la franca pobreza de las contadas expresiones que se logran difundir, y por lo falaz de los programas “musicales” masivos con grupos “quita-pon”, desechados cuando se agotan las fórmulas comerciales alienantes que les dan origen y que promueven las televisoras.
La semana pasada, por ejemplo, se dio a conocer ampliamente la presencia en esta ciudad de provincia mexicana (sin que la invitación a sus actividades tuviera mucho éxito) de un afamado cineasta italiano. Se trataba de Ferdinando Vicentini Orgnani, destacado director, guionista y productor del largometraje. “Ilaria Alpi…el más cruel de los días”, que se exhibió durante un festival de cine, cuya celebración anual ya se interrumpió.
Vicentini ha viajado seis veces a México para ofrecer talleres de su disciplina, presentar sus cortometrajes y dar conferencias en Ciudad Juárez, en la Universidad Autónoma de México y en el Instituto Italiano de Cultura; es un intelectual preocupado con fenómenos sociales contemporáneos. El cortometraje que presentó en la” Casona de Juárez”, centro cultural del Ayuntamiento de Acapulco, fue seguido con suma atención por una treintena de espectadores. El tema es apasionante y actual. “Percorsi di Pace” es un documental de cuarenta minutos que narra una bella y trascendente iniciativa. La alcaldía de Venecia y otros organismos preocupados por el diálogo intercultural decidieron invitar a dos grupos de jóvenes estudiantes de ambos sexos, provenientes de Israel y de los territorios palestinos para llevar a cabo talleres de diversa índole en Venecia y luego hacerlos coincidir en Jerusalén. La meta del proyecto es poner frente a frente a “enemigos” tradicionales que nunca se han visto las caras y propiciar un diálogo. De la película se desprende la importancia de que las nuevas generaciones profundicen en las raíces de un conflicto tan doloroso y propongan iniciativas que logren borrar un pasado de odio y de revancha. Una vez que la experiencia haya concluido, la película se difundirá en quince mil escuelas italianas para que los jóvenes cuenten con información de primera mano de uno de los más grandes conflictos de nuestra época. El proyecto cuenta también con financiación lograda a través de una subasta con obra donada por cincuenta artistas de quince países, que de esa manera se adhieren a un esfuerzo de paz.
Las reacciones del pequeño grupo que asistió a la proyección de la película fueron muy estimulantes. Dieron pie a que el director profundizara en un tema tan complejo y que los diversos enfoques del público derivaran también hacia temas concretos del quehacer del cineasta y su interacción en México. Vicentini se ha entusiasmado tanto con nuestras cosas, que se propone filmar una película mexicana, trasladando una historia romana a tres ciudades de nuestro país.
Por mi parte, la experiencia me ha permitido reflexionar adicionalmente sobre las “travesías por los desiertos culturales de nuestras ciudades”. Un puerto del Pacífico de tanta raigambre, como éste, debería contar con atractivos mayores para el turismo. Esta misma semana se recordó en el diario “ABC” de España, un asunto que he venido “machacando” a diestra y siniestra los últimos tiempos. La recuperación de la ciudad de Bilbao, destinada a sufrir una severa crisis económica por la disminución de sus astilleros. Hace diez años visitaba Bilbao con frecuencia y fui testigo de los inicios de una propuesta “descabellada”. Me refiero a la instalación de un museo Guggenheim. La idea, inicialmente, fue unánimemente rechazada por una comunidad que descreía en el efecto desencadenador de oportunidades que activa un proyecto de esa naturaleza. Hoy en día Bilbao está en el mapa de los cientos de miles de viajeros que buscan conocer uno de los edificios (de Frank O. Ghery) más emblemáticos de la arquitectura contemporánea. El Museo Guggenheim de Bilbao es visitado anualmente por un millón de personas, de los cuales el setenta por ciento son extranjeros.
A la formidable derrama económica, en un puerto industrial gris de la cornisa cantábrica, sin ninguno de los atractivos naturales de Acapulco, se agregan valores de desarrollo individual que solo proporciona la educación y la cultura.