Opinión Nacional

¿Cambio de apellido?

No toda revolución tiene el alcance que sus postulados determinan. Si bien su acepción, en principio significó la rotación de un astro a lo largo de una órbita completa, concepto éste que sirvió a la Mecánica Racional para formalizar sus axiomas de Equilibrio Dinámico aplicado a la Ingeniería Estructural, igualmente auxilió a la Ciencia Política en construir preceptos que explicaran el sentido y efecto de movilizaciones colectivas asentadas sobre necesidades de cambios en instituciones políticas, sociales o económicas de una nación lo cual, de alguna forma, induciría inquietud, o trazas de alboroto o sedición. De hecho, tan manido término, tiene una historia que se remonta a mediados del siglo XVII en Inglaterra cuando agudas escisiones entre el poder político y el poder económico derivaron en la llamada Revolución Inglesa. Pero hablar de la revolución que ha pretendido instalarse en Venezuela encubierta por un maniqueísmo disfrazado de socialismo, es aludir a una vulgar patraña.

Muy lejos del caso venezolano quedaron pronunciamientos que marcaron hitos políticos a nivel mundial como fue la Revolución Cultural Proletaria que vivió China entre 1956 y 1970. O la Revolución Española de 1868. La Revolución Francesa, sucedida entre 1789 y 1799. La Revolución Mexicana, sucedida a principio del siglo XX. O la trascendente Revolución Industrial. No hay punto de comparación que infiera un cambio institucional que afiance un ordenamiento político sobre la cual se erija la administración de un gobierno que se precie “democrático”.

Lo suscitado con motivo de la crisis de salud del presidente reelecto, es inadmisible por distintas razones. Todas ellas sustentadas por el principio jurídico según el cual “todo mandato representativo es temporal”. El que “la soberanía resida intransferiblemente en el pueblo”, tal como lo indica la Constitución de la República en su artículo 5º, no significa que deban desconocerse otros preceptos que comprometan su comprensión ante el Estado democrático y social de Derecho y de Justicia que aboga por el ordenamiento jurídico, ético y moral del país. De ocurrir tal anomalía, el país político pudiera complicarse en virtud del desacato a la norma suprema cuando ésta contempla procedimientos o líneas de acción capaces de orientar las correspondientes decisiones. Pero las realidades que ahora se viven, tienen visos de ilegalidad e ilegitimidad lo cual apunta hacia un desastre de mayúsculas proporciones que envolvería la faz de la nación.

Esta situación tiende a enmarañarse por causa de un vicepresidente en el ejercicio ya consumado de una presidencia para la cual no fue facultado, sino apenas delegado. Así lo manifestó el presidente al momento de determinarlo (El Universal; 11-D). Asimismo, por el problema que ocasiona el hecho de “saltarse a la torera” lo establecido constitucionalmente toda vez que disocian la figura del presidente electo con la del presidente reelecto justificando así la tesis del absurdo continuismo. No entienden que, semánticamente, no hay diferencia alguna que lleve a un tratamiento distinto del problema que procede de acuerdo al artículo 233.

Encima de esto, el régimen escudriña salidas a objeto de disuadir a la población venezolana de las barbaridades cometidas a espaldas de la institucionalidad democrática. Optó por la más ridícula, estimulando la sensiblería mediante una grotesca compasión para lo cual inventaron aquello de que “todos somos Chávez”. Y que por tanto, “todos somos hijos de Chávez” suponiendo, aunque alegóricamente, un repugnante cambio de apellido.

 

                        VENTANA DE PAPEL

 

¿POR QUÉ LLORAN LOS BUCARES?

Hasta los árboles sienten y padecen, cual ser vivo estremecido por la contingencia que significa la irreparable pérdida de una razón de vida o de un motivo de florecimiento. El bucare, árbol emblemático de Mérida, dada su envergadura, color y frondosidad, no luce un comportamiento distinto. Al contrario, sus flores rojas o escarlatas, cuando así cuaja en sequía, transluce un sentimiento que motiva el canto de las aves que se posan en su verdoso ramaje. 

La partida de Omar Dávila  Araque puede bien parafrasearse de esa forma. No sólo porque fue como el bucare que, en su ida,  dejó sembrada su impronta de amistad, familia, probidad  y solidaridad. Sino porque fue un hombre que se prendió de la merideñidad para brindarle a la ciudad sus más brillantes virtudes que devinieron en respuestas cuyos resultados se tradujeron en una Mérida que comenzó a desarrollar no sólo su turismo con base en criterios de excelso profesionalismo. Asimismo, su radiodifusión a partir de conceptos que amalgamaron tecnología, capacidad y querencia. Al igual que su ambiente al cual tributó su mejores ideas que, inclusive, le valieron reconocimientos por parte de connotadas instituciones. 

Sus condiciones de preocupado merideño, le permitieron suscribir importantes lecciones de ciudadanía que distinguieron su presencia en el Grupo BUCARE. De hecho, fue considerado como quien debía ser el escultor de las reflexiones que se harían públicas ante los problemas que han agobiado la ciudad ante la crisis de indecencia y de precaria moralidad que la azota. 

La ausencia de Omar Dávila Araque enmudece la radio cuando se hace palabra. O la silencia cuando Venezuela es, su música. Por tan triste razón, hoy lloran los bucares.

AYER LLORABAN, HOY CELEBRAN

Las contradicciones de la política son extremas. Más aún, las del Tribunal Supremo de Justicia. A escasos días de tenerse algún conocimiento sobre el delicado estado de salud del presidente Chávez, sus mismos seguidores que recién informaban angustiados sobre el problema, celebraban ayer la aberrante decisión de la Sala Constitucional del TSJ al legalizar una decisión que desdice de lo que establece la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela. ¿O acaso fue que tan descocada determinación se basó en otra Carta Magna? 

De haber sido así, desde el pasado 10-E habría asumido la presidencia de la República, aunque luzca circunstancial, Nicolás Maduro Moros, alguien por quien nadie votó en las elecciones del 7 Octubre cuando se eligió entre Hugo Chávez y Henrique Capriles Radonski. Es decir, a la juramentación le faltó presidente. Ese día, fue abofeteada la noción de república exaltada exageradamente por cualquier discurso gubernamental. Ese día no se dio la certificación que el cargo exige. 

La pírrica decisión tomada no fue tampoco elaborada por los cráneos en Derecho Constitucional que laboran en el máximo tribunal. Fue producto del conciliábulo realizado en La Habana con la participación  del buró comunista cubano y del comando mayor del PSUV. Al parecer, tan obtusa orden “se lleva por los cachos” el ideario bolivariano que tanto destacan y utilizan como subterfugio a la hora de hacer proselitismo, aunque del más barato. 

El jolgorio armado con el propósito de avalar el fatalidad cometida con recursos del fisco nacional, ni siquiera consideró la gravedad por la que transita el presidente en el CIMEQ. Extraño ha resultado todo, pero mientras que ayer lloraban, hoy celebran.

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