Calma y cordura, señor Presidente
Calma y cordura fue la emblemática expresión del Presidente López Contreras, cuando persuadido de su nada fácil tarea de llevar la transición entre el tiempo de la autocracia gomecista y el de la modernización del país, hubo de bregar con presiones disolventes de todo signo, por sobre todo con aquellas promovidas por los apasionados de siempre. Sabía López que su tarea no era grata, pero tenía conciencia de su responsabilidad histórica y, por sobre todo, de su rol como hombre de Estado. Por ello machacó hasta el cansancio su conocida expresión: Calma y cordura. Sabía que Venezuela debía reencontrarse bajo su nombre, luego del oprobio al que estuvo sometida durante ese siglo XIX que concluye en 1935.
La prensa ahora nos informa de que un tal Ceresole, suerte de Robespierre tropical, dis que afirmó que la división entre Arias y Chávez nos conducirá a la guerra civil. Bien irresponsable que es este turista de la política sureña, que de tanto en tanto agrede la paciencia de un pueblo sano como el nuestro, pero agónico en lo material y acogotado por la angustia de su fatalidad, que no es otra que el no ser nunca – como Sísifo – proyecto acabado.
El espacio de oposición que cubre Arias Cardenas es bueno para el país y mejor todavía para el Gobierno. Nada peor para un Gobierno que desbordar con su poder, pues todo exceso lo agota con rapidez y con tanta esterilidad que sus detentadores apenas si tienen tiempo para recuperarse de la sorpresa. Si gana o no gana Arias, de consiguiente, no es lo fundamental. El que Arías esté presente y represente a la disidencia le dá aliento libertario y civilizado a este traumático pero necesario proceso que todos vivimos.
En la democracia se gana o se pierde, pero no se arrebata. De allí que nada grata ha sido la prédica del Presidente a los cadetes en la Academia Militar, arengándolos para que salgan a la calle (El Nacional, 24-3-2000). Los ataques a Chavez, el político – que no ha dejado de serlo aún – no puede entenderlos el Presidente como agravios al Director o al alumnado de tan noble institución. Decir esto es una provocación inconveniente, más que innecesaria. Por lo mismo, dado el rol cumplido por Chávez en la historia reciente y admitido que con él se cierra un ciclo de nuestro tiempo vernáculo, lo menos que puede exigírsele es que emule a López, el Presidente de la transición: Calma y cordura, señor Presidente.