Bufones bolivarianos
Un bufón es aquel personaje divertido que hace reír al Soberano, al patrono y a sus cortesanos con sus chocarrerías y gestos. Cada vez más en esta bolivariana patria de adulancia y jalagalones, asistimos a la multiplicación y proliferación de juglares, bufones, bardos, chanceros, graciosos a granel, chocarreros oficialistas que están siempre prestos a divertir al Líder, a hacerlo desternillarse de risa, a ganarse una fidelidad oficial que todos reconocen efímera e interesada.
Al clamor de ¡Así es que nos gobiernan! Aparecen unos y otros haciendo chistes, ejecutando cabriolas verbales, apuntando citas célebres, pasajes de un libro poco leído por el Primado. Extasiados y abobados hacen reír al Paladín quien los convoca a ruedas de prensa y cadenas sin fin para que lo diviertan a bajo costo. Es trabajoso para quienes fuimos sus lectores o admiradores escuchar al Líder referirse a ellos como los cómicos, los burlescos, personajes hilarantes, jocosos y festivos que sólo tienen por ilustre misión bolivariana agradar y ser del agrado del que todo lo sabe y todo lo puede.
Prestos están nuestros bufones palaciegos a aplaudir el insulto veloz, el comentario descalificador, la observación ponzoñosa, de quien no tiene el menor sentido de respeto por aquellos que gobierna y representa. Hoy es el enemigo declarado de siempre: el godo, el ricachón, el pitiyanqui, mañana será el compadre, el compañero de aulas, el alzado en armas, el correligionario que no atiende más a sus desvaríos febriles y a sus desvelos cotidianos.
Triste papel el que hacen algunos de nuestros más admirados escritores y críticos, pintores e historiadores, guionistas y artistas, cuando, sin decoro, se suman al coro de áulicos, de palaciegos, de cortesanos del montón, para aplaudir – micrófono en mano y cámara al aire – las ocurrencias de aquel que les conserva canonjías y prebendas que no compensan la dignidad ni el talento de los hoy jacobinos bufones, ayer admirados intelectuales.
¡Ojala sigan por siempre y para siempre haciendo carcajear a sus anchas al Jefe, sin que pronto tengamos penosamente que reírnos de ellos cuando pasen de ser chistosos a ser risibles!