¡Buena vaina!, perdió McCain
«De ganar McCain ya sabemos lo que nos espera:
batalla y más batalla, resistencia y más resistencia» (Chávez durante un acto de su partido.).
Todo era confusión y caos en la dirección del partido, en la sala situacional, en los ministerios, en las seccionales del PSUV, en el ALBA, en el contingente de la reserva, en los pasillos de Miraflores. Desde su despacho de Exteriores, Maduro era exigido por el Comandante para que le confirmara la derrota del candidato republicano. Su derrota y sobre todo la victoria de un «negrito» que ocuparía la Casa Blanca, eran la peor noticia para la Revolución «Bolivariana» desde la enfermedad de Fidel. Una desazón ardiente quemaba las gargantas de los revolucionarios más comprometidos con los viejos textos de Marx, sensación que alcanzaba a corroer como si el color rojo de las franelas se les destiñera a chorros hirviendo sobre sus epidermis. Estos quebrantos se extendían a los militantes sobrevivientes de los años sesenta, a los instructores de los pioneros enviados de viaje de formación a Cuba, y a todos aquellos funcionarios o no que recibían clases de antinorteamericanismo en las escuelas y círculos bolivarianos.
¿Cómo haríamos ahora para justificar nuestros propios eslogans que con rigurosa puntería hicieron exclamar a Simón Bolívar que: «Los Estados Unidos de Norteamérica parecen destinados por la providencia a plagar de miseria la América en nombre de la libertad»?
¿Tendremos que borrar todo eso, también las proclamas del Che, de las tantas paredes y folletos donde las hemos trascrito hasta la enfermedad?, se interrogaban fanáticos confusos atragantados de océanos de saliva y tinta de años de arengas antiimperialistas que definían a los Estados Unidos como un mundo estático y mineralizado en manos de un grupúsculo de halcones neofascistas opresores de la humanidad y de sus propias minorías excluidas.
¿La elección de Obama indicaría que nos quedamos sin enemigo? ¿Y si a este «niche» se le ocurre hacernos justicia y tratarnos con equidad? ¿Y qué de la guerra asimétrica? ¿Qué haremos entonces?, se decía entristecido un jefe de la Guardia Territorial mientras ojeaba displicente un ejemplar de VEA que reseñaba la victoria de este negro incórneo de las certidumbres revolucionarias.
Independientemente de cómo le vaya a Obama, a sus promesas de restablecer la paz con el resto del mundo y de los resultados que tenga de tratar de limpiar las sangres ajenas derramadas por las guerras que como manchas morales se ciernen sobre su país, ¿no significa acaso su elección misma, algo que va mucho más allá de la ruptura de las barreras raciales del tipo logrado por Jackie Robinson en las Grandes Ligas, y muestre la vitalidad y razón de la democracia como el sistema más inclusivo y acorde con la dignidad de las personas que se haya inventado jamás?
-Ahora sí nos jodimos contigo, vocifera uno de barbita Lenin que escuchaba apostado en la punta de la mesa de la reunión extraordinaria del partido.
-No hay duda -dice otro-, ¡buena vaina nos echó McCain!, los imperialistas hasta se dejan perder por perjudicarnos.