Opinión Nacional

Borrar la democracia

Por segunda ocasión en el mismo año, aquel 27 de noviembre de 1992 los militares golpistas volvieron a  teñir a Caracas de sangre. Recuerdo que el Secretario General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Prensa (SNTP), Jesús Pérez, y mi persona nos fuimos a la mañana siguiente a Venezolana de Televisión para conocer la situación y darles apoyo. Nos recibió el periodista Johnny Ficarella, quien para esa fecha trabajaba para el canal del Estado y nos mostró los destrozos causados por los ataques de los militares alzados.

Mientras recorríamos las instalaciones, había sangre por doquier mezclada con escritorios rotos, hojas dispersas, desorden total, síntomas de la acción de fuerza. Sobre todo en la escalera había sangre coagulada y casquillos de proyectiles, indicadores de la desmedida plomazón.

Reinaba el caos, el desconcierto, la incredulidad ante los salvajes hechos y, sobretodo, impotencia por las muertes.

Alguien, no recuerdo si fue Ficarella u otro trabajador de VTV, nos informó que aún  había militares golpistas escondidos en la sede de la televisora y se les podía descubrir porque por los techos de anime goteaba sangre de las heridas que los delataba.

Ficarella, los periodistas y, en general, el personal de VTV estaban asombrados de la saña contra la cual arremetieron contra el medio del Estado esa noche del 27 en la cual habló el célebre “gordito de la franela roja”, quien lanzó un discurso provocador de miedo, dado que fue un mensaje cargado de odio, violencia.

Más adelante, en los retenes militares que se montaron en la ciudad capital para contener a los fracasados golpistas, le pregunté a un oficial militar las características de esa rebelión y, en lo específico, cómo se comparaba con la intentona del 4 de febrero, liderada por el teniente coronel Hugo Chávez. Me respondió que en el 27 había más víctimas civiles que militares, caso contrario a los sucesos del 4F.

La razón fue que los grupos anárquicos y violentos, seguidores de los golpistas del 4F con Hugo Chávez a la cabeza, salieron a las calles a darles respaldo a los golpistas del 27 de noviembre y, armados en muchos casos, se enfrentaron a los militares institucionales, quienes lograron evitar por segunda ocasión un Golpe Militar. La institucionalidad de nuestras Fuerzas Armadas pudo más que esa aventura militarista.

Ese 27 de noviembre de 1992 fue más violento que el 4F, aunque en términos políticos fue equivalente porque se trató de un alzamiento en armas de militares activos para intentar tomar el poder por vía de la fuerza y nuevamente se atentó contra los medios de comunicación, simbolizado en el Canal Ocho, del Estado, donde asesinaron a indefensos civiles como el vigilante de la garita de la entrada.

En la actualidad, pretender darle una connotación patria a un acontecimiento vil, sangriento y antidemocrático, constituye una verdadera arbitrariedad contra la Fuerza Aérea Venezolana, la Aviación; la historia, la política, los ciudadanos y, sobre todo, contra el sistema político democrático que nos caracteriza desde que el país se rebeló contra el dictador Marcos Pérez Jiménez, en 1958.

Quienes nacimos en la democracia surgida del 23 de enero del ’58, y fuimos formados en el marco de las libertades democráticas, no podemos aceptar que se traten de disfrazar de actos heroicos y se pretenda darle una connotación histórica a acontecimientos antidemocráticos como los Golpes de Estados.

Es sencillamente inadmisible que a aquel 27 de noviembre de 1992 se le reconozca como día histórico de la Fuerza Aérea Venezolana y se impongan condecoraciones a los militares que participaron en ese Golpe de Estado, como tampoco a ningún acto de fuerza inconstitucional para trata de tomar el poder por vía de las armas, como aquel fatídico y nefasto día del 4 de febrero de 1992.

En el fondo, existe un sostenido intento gubernamental de borrar la democracia en Venezuela imponiendo como fechas patrias acontecimientos precisamente antidemocráticos como los intentos de Golpe de Estado del año 1992.

Pero, el país y nosotros los ciudadanos tenemos muy claro en la memoria las libertades que encierra la democracia y los intentos fallidos de pulverizarla de parte de quien, precisamente, gobierna al país hasta el año 2012, fecha clave para rescatar la nación por vía del voto.

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