Opinión Nacional

Bolívar y la República de Costaguana

1.- John Lynch es Profesor Emérito de Historia Latinoamericana y fue por mucho tiempo director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres.

Hace más de treinta años, Lynch escribió una historia de las revoluciones en la América Española que contempla el período que va de 1808 a 1826. Es una obra exhaustiva e iluminadora que aún hoy es tenida por los más destacados historiadores profesionales hispanoamericanos como “el libro “ sobre el tema.

Pues bien, la Universidad de Yale acaba de publicar lo que sin duda es el logro supremo de Lynch hasta la fecha: una biografía del Libertador ( “Simón Bolívar: A Life”, Yale University Press, New Haven & London, 2006) llamada a ser el libro-clave para quien aspire a encontrarle algún sentido a lo que las naciones hispanoamericanas han hecho de sí mismas en casi doscientos años de vida independiente.

Malcolm Deas, el historiador británico fundador de los estudios latinoamericanos en la Universidad de Oxford, dice del libro de Lynch que no se trata de una obra “revisionista” y está en lo cierto. Pero, sin duda, Lynch se beneficia de los progresos y hallazgos que, en las últimas décadas y en todos nuestros países, ha mostrado la historia profesional en su actualizador combate contra la hagiografía hueca y la ñoñez idólatra de los “historiadores” aficionados.

Si bien muy advertido de que el culto a los héroes puede ser algo más que una exageración y hacer verdadero daño a una sociedad como la nuestra, Lynch justifica su esfuerzo advirtiendo a sus lectores anglosajones que “ la independencia de la América Española resulta incomprensible sin la presencia de los libertadores. La historia subsiguiente [a la Guerra de Independencia] sería algo vacío sin la intervención de la autoridad personal. En los hechos de Bolívar se observa una dinámica de liderazgo, una capacidad de mando y unos modales de gobierno propios de la diversidad de la América Española. Tal vez no esté condensada en esos hechos la historia de una era, pero sí de gran parte de ella.”

Lynch sugiere además que eso que llama “modales de gobierno” prefiguraba, ya en los albores del siglo XIX, las modernas encarnaciones del autoritarismo militar de Bolívar como el patrón que modela hoy día varios proyectos populistas autoritarios en parte de nuestra región.

A doscientos años de los primeros movimientos independentistas, muchos de ellos inspirados en la ilustración francesa y declaradamente encaminados a la fundación de repúblicas liberales pretendidamente democráticas, cabe hacer la pregunta por la libertad. ¿Qué ha sido de ella –hablo aquí de todas las libertades- en especial de las económicas en nuestras naciones independientes durante estos doscientos años?
Muchos intelectuales latinoamericanos, mayormente de izquierda, han denunciado la pobre opinión que el gran novelista Joseph Conrad tenía de nuestras repúblicas “liberales” a mediados del siglo XIX. Nos dicen que la visión de Conrad, plasmada en su magnífica novela “Nostromo”, es supremacista, racista, eurocéntrica y pro-imperialista. Modestamente, tiendo a estar de acuerdo con los pocos que piensan que la ficcional “República de Costaguana”, en la que Conrad ubica la acción de “Nostromo”, todavía ofrece una vívida descripción ––y hasta un modelo de interpretación ––de lo que esos “modales de gobierno” de que habla Lynch nos legaron para nuestro mal y creo, también, que para siempre.

Ciertamente, se puede ver la vida y época de Bolívar –Lynch nos invita a hacerlo –como rodajas del tiempo en que comenzó la transformación de nuestras sociedades coloniales, basadas en jerarquías absolutistas, en arrogantes valores de nobleza criolla y en la desigualdad ante la ley.

La siguiente parada en esa transformación fue la aparición de numerosos estados-naciones que adoptaron la forma de repúblicas más o menos liberales. Es justamente llegados aquí donde cabe preguntar cómo concebía la libertad Simón Bolívar –el aristócrata revolucionario par excellence –; qué idea se hacía un hombre como él del lugar de la libertad en las incipientes repúblicas de Costaguana, fruto de su épica.

En su reseña del libro de Lynch, el escritor peruano Álvaro Vargas Llosa, se hace esa misma pregunta y he aquí parte de su respuesta:

2.-“Lynch sugiere que ‘criticar a Bolívar …por no haber sido un demócrata liberal, en lugar del absolutista conservador que fue, deja las condiciones [históricas] fuera del debate.’ Añade que no puede pedirse que ‘Bolívar estableciese un orden social y económico por completo nuevo puesto que sociedad y economía se hallaban por entonces todavía fundadas en condiciones hondamente enraizadas en la historia, el ambiente y el pueblo , condiciones difíciles de desafiar con una mera legislación.’

Sin embargo, un punto relevante parece faltar en este argumento: Bolívar no intentó jamás establecer el imperio de la ley. Sus actuaciones contribuyeron, en los hechos, al mismo “caos” generalizado del cual Lynch piensa que fue víctima.” […] El gran error de Bolívar estuvo en pretender cerrar, en lugar de abrir, las compuertas de la movilidad social. En su visión elitista de la economía, los pulperos y viajantes de comercio eran ‘gente vulgar‘. Tal como Lynch atinadamente afirma, ‘En Venezuela, donde la aristocracia colonial se vio reducida en número e importancia, las grandes haciendas pasaron a manos de una nueva oligarquía criolla y mestiza: los triunfantes señores de la guerra de Independencia’. Las caras podían ser otras, pero el sistema fue dejado casi intacto.

Algunas medidas de Bolívar eran de indudable justicia [ dice, más adelante, Vargas Llosa], como lo fue la abolición de los tributos indígenas. Pero esto sólo significó, en los hechos, que muchos indígenas, convertidos ahora en ciudadanos, tuviesen que pagar impuestos mayores. El verdadero problema era que, en la práctica, no eran iguales ante la ley, tenían muy escasa propiedad y, por ello, no podían dedicarse a actividades productivas y comerciales por cuenta propia porque los derechos de propiedad eran , en lo esencial, privilegio de la élite gobernante.”

3.-La versión que, en obsequio de sus lectores anglosajones, hace Lynch de lo esencial del “culto a Bolívar”, merece citarse in extenso:

“Los promotores del culto tenían una buena historia entre manos. Un héroe de purísimo linaje criollo quien, luego de un fatídico matrimonio y de una dorada juventud en Europa, asume el liderazgo de la independencia nacional, provee la base intelectual de un revolución continental y gracias a su talento militar y político crea una unión de estados que gana respeto internacional. Y todo el tiempo afirma su virilidad ejerciendo de amante glorioso. Son muchos Bolívar; suficientes para que cualquiera se identificase con alguno de ellos: con el nacionalista venezolano, el héroe americano o el macho; Bolívar se aviene a todos esos roles. Pero el culto terminó siendo mucho más que mera veneración por el héroe. Bolívar se tornó el modelo de una nación. Un pueblo poscolonial que, sin merecerlo, se ve reducido a la incapacidad absoluta de prosperar ni de disfrutar de las libertades que el héroe le legara, podía sin embargo, salvarse con su ejemplo y su guía.”

4.-La mayoría de los países hispanoamericanos se hicieron independientes en las década
de 1820. Para aquella época, los estándares de vida eran ciertamente muy bajos, pero, tal como advierte el notable historiador económico Victor Bulmer-Thomas: “no mucho peores que los de Norteamérica, probablemente estaban a la par con buena parte de los de Europa central y quizá fuesen algo mejores de las países entonces recién descubiertos en las Antípodas. Se pensaba que todo lo que nuestras naciones necesitaban era capital y mano de obra calificada para desarrollar los recursos naturales del vasto e inexplotado interior de América Latina , así como acceso ilimitado a los mercados de la próspera Europa occidental.”

Casi dos siglos más tarde, tal sueño sigue sin hacerse realidad. Pocas naciones de la región pueden llamarse desarrolladas y, al contrario, muchas continúan siendo extremadamente pobres. Desde luego, siempre puede hallarse un bolsón de prosperidad en cada una de nuestras Costaguanas, pero estos enclaves no compensan las extremas privaciones que aún sufre la mayoría de la población. Los logros de la región en literatura, artes plásticas, música, cultura popular, y, desde luego, también en la producción de mitos libertarios, le han ganado la admiración del mundo.

Pero, de nuevo con Bulmer-Thomas, “ ello es sólo una parcial compensación ante el fracaso en la empresa de cegar las enormes brechas entre el desarrollo económico de la región y el de los países desarrollados.”

Leyendas igualitaristas y mitos libertarios en lugar de genuinas, plenas y efectivas libertades. Mitos extrapunitivos que siempre señalan a un chivo expiatorio llamado “oligarquía” o “imperialismo”. De eso sí hemos tenido bastante en nuestra América en estos doscientos años: el culto a Bolívar, la fascinación por el “Ché Guevara…

Las “dinámicas de liderazgo” que Lynch observa en su “opus magnus” se remontan a los días coloniales y yo encuentro un eco de ellas en las palabras de Joseph Conrad al describir la mitologías de fundación y los “modales de gobierno “ de nuestras desdichadas naciones: “son la exageración de una cruel caricatura, la fatuidad de una solemne mascarada, el grotesco atroz de algún ídolo militar de concepción azteca y ropaje europeo siempre a la espera del homenaje de sus adoradores…”

Doscientos años después del grito de Dolores mexicano, del “si la naturaleza se opone” caraqueño o del episodio del florero de Llorente bogotano, esas dinámicas de la “tiranía redentora” siguen obrando como la amenaza mayor que se cierne sobre la democracia en nuestras Costaguanas.

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