Bolívar y el PUS
«Que en la legitimación del legado falte el soporte del pensamiento no pasa de ser trivial.»
En la página Web del Partido Socialista Único de Venezuela se incluye un discurso en el cual explica Chávez las razones que lo han movido a crear un movimiento de revolucionarios organizados en procura del socialismo.
La importancia del proyecto y lo que puede influir en nuestras vidas invita a un análisis atento de su contenido, pero es tan superficial y disparatado su comienzo que uno abandona la averiguación por consejo de la cordura, no vaya a ser que en un descuido pase por bueno el galimatías en estos tiempos de liturgia patriotera. El partido del cual manará la felicidad de Venezuela encuentra origen en el pensamiento de Simón Bolívar, según afirmó el comandante en el arranque de su peroración, curioso vínculo paternal que paraliza la lectura y conduce a las siguientes observaciones.
Chávez establece la relación entre el Libertador y su PUS partiendo de dos citas textuales. Extrae la primera de un documento suscrito por el grande hombre el 29 de enero de 1830 y en la cual se lee: «Compatriotas, escuchad mi última voz al terminar mi carrera política; a nombre de Colombia os pido, os ruego que permanezcáis unidos, para que no seáis los asesinos de la patria y vuestros propios verdugos». La otra proviene de la proclama archiconocida que dicta el exánime luchador en Santa Marta antes de abandonar el mundo: «Si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro».
De los fragmentos que pudieran servir para una provechosa clase de historia, el exégeta llega a una desembocadura arbitraria y estrambótica. Sin rubor, sin parpadear siquiera, grita entonces así: «¡Cumplamos su última voluntad! ¡Dejemos a un lado las divisiones y unámonos todas y todos en un solo gran partido socialista!». Colorín colorado: hasta allí alcanza el argumento mediante el cual pretende la fundación de una bandería hegemónica.
Los lectores se sentirán subestimados si llamamos la atención sobre cómo resulta imposible la alternativa de un nexo entre los documentos citados y la fundación del PUS. Saben perfectamente que se trata de un anacronismo mayúsculo, de la manipulación más descarada que se puede ejecutar partiendo de testimonios tan circunscritos a su tiempo y a las angustias personales de quien los produjo, como para que ahora nos pongamos en plan de catedráticos a llamar la atención sobre cada una de las goteras por las cuales se filtra la carencia de ideas y el menoscabo lógico en el discurso del comandante.
Es evidente cómo unos pensamientos provocados por la desmembración de Colombia y por la decadencia política de Bolívar no calzan en la horma de nuestros zapatos adquiridos en la comarca petrolera de la actualidad, pero la interpretación se hace más amañada y lamentable cuando en el material seleccionado no existe ninguna oportunidad para las analogías, ni la más extraviada. Son textos genéricos, apelaciones retóricas que no se sustentan en referencias concretas, como podía esperarse de las necesidades de un político que clamaba en un desierto fabricado por él mismo. Sin embargo, Chávez acude a ellos como si remitiera sus palabras a un rebaño asnal.
A estas alturas conviene meter el dedo en el fondo de la llaga. Supongamos que un especialista ingenioso topa con el hallazgo de un contacto entre lo que pensó entonces Bolívar y las urgencias de nuestros días. ¿Le da el descubrimiento validez a ese pensamiento como panacea del futuro? ¿Le permite traspasar la barrera del tiempo? ¿Funcionan las ideas que propuso entre 1811 y 1830 para curar nuestros males? Sólo si les concedemos infalibilidad, si las asumimos como versículos del Evangelio, como escritura sagrada. De lo contrario son únicamente partes de un proceso, pero jamás su resumen ni la obligación de la posteridad.
En la medida en que Venezuela se ha fabricado progresivamente como producto de una obra colectiva no caben tales reducciones en torno a uno solo de sus protagonistas en perjuicio del resto, a menos que alguien demuestre cómo apenas somos expresiones de una voluntad personal encumbrada sobre una tribu de pigmeos.
Quizá sea lo que sienta el comandante transfigurado en hijo unigénito del héroe, en continuador exclusivo de la obra que se atribuye a un solo sujeto portentoso. Para abonar el terreno del PUS en la debilidad de sus aliados, en el mismo discurso se refirió de la siguiente manera a los sufragios que obtuvo en diciembre: «Esos votos no son de ningún partido, esos votos son de Chávez». Si el itinerario de Venezuela se debe exclusivamente a Bolívar, según manida interpretación, el futuro puede depender de su heredero aclamado por el pueblo. Que en la legitimación del legado le falte el soporte del pensamiento no pasa de ser un detalle trivial.