Opinión Nacional

Bolívar y Chávez

En estos días se han publicado dos libros míos dedicados a Simón Bolívar: «En los días de Bolívar», ensayo editado por la Universidad Metropolitana de Caracas, y «La última muerte de Simón el triste», novela publicada por la Editorial Actum. Y ya había otro, publicado hace ya algún tiempo.

Desde hace no menos de cincuenta años he venido estudiando la vida y la obra de Simón Bolívar con verdadero interés, y, por haber pasado parte de mi infancia en Guayana y ser nieto de una guayanesa, uno de los episodios que más me ha interesado de esa vida compleja y con grandes meandros de tragedia, es el del fusilamento de Manuel Carlos Piar, que fue en una de las paredes de la catedral de Angostura (Ciudad Bolívar) el 17 de octubre de 1817.

«He derramado mi sangre», cuentan que dijo Bolívar inmediatamente después de que los disparos terminaron con la vida de aquel valiente y complejo personaje, hijo de un canario y una mulata curazoleña, que se inició en la Guerra de Independencia como uno de los orientales que encabezaba Santiago Mariño y que dirigió la toma de Guayana, que fue uno de los capítulos decisivos en la contienda que había enfrentado a los republicanos y los realistas al comienzo y a los venezolanos y los españoles después, y que en cierta forma se definió en favor de los republicanos, independistas y venezolanos en esa acción comandada por Piar.

¿Por què fue tan drástico Simón Bolívar con Piar? ¿Por qué no fue igualmente drástico con Santiago Mariño en esos mismos días o con Francisco de Paula Santander en 1828? El fusilamiento de Piar le dilió a Bolívar terriblemente. También se sabe que, poco después de la muerte del curazoleño. el Libertador, al ver pasar el cadáver, le dijo: «Adiós, amigo», y que el 1828 dijo con amargura que no fusilar a Santander iba a ser muy mal interpretado por sus contemporáneos.

La respuesta a esas interrogantes es muy sencilla: Piar murió por fomentar la división, por fomentar el odio de clases, por alentar el resentimiento de los pobres contra los ricos, de los mestizos y los negros contra los blancos, de los provincianos contra los caraqueños. Por hablar, en términos de su tiempo, de «guerra de colores».

Y es que mientras la guerra de Indepndencia se entendió como «guerra de colores», en la que la independencia la alentaban los mantuanos, los blancos, los ricos, los caraqueños, los «oligarcas» de su momento, en tanto que los esclavos y libertos, los mestizos, los negros, los indios, eran los defensores de la causa del Rey, a los republicanos o partidarios de la independencia les fue muy mal. Boves y los otros caudillos bárbaros reclutaban soldados para la causa realista en un abrir y cierrar de ojos, mientras que los patriotas poco a poco fueron siendo diezmados hasta casi desaparecer como clase social. Por eso Bolívar proclamó la «Guerra a muerte», como alternativa a la «guerra de colores». Por eso Bolívar hablaba de «españoles y canarios» por un lado y americanos o venezolanos por el otro. Porque era necesario que la guerra enfrentase a dos naciones: España por un lado y Venezuela por el otro. Y por eso, cuando España cometió el error de enviar un auténtico ejército profesional, con experiencia en las guerras napoleónicas y mandado por un auténtico general de carrera, Pablo Morillo, las cosas cambiaron y los independentistas empezaron a obtener victorias. Como la de Piar que les permitó ganar el territorio guayanés, desde donde salió la expedición que recuperó Nueva Granada (la actual Colombia) y aseguró la vitoria final de Carabobo.

De manera que Piar, al promover el resentimiento entre clases y grupos étnicos, al querer retroceder en el tiempo, se convirtió en el peor enemigo y la peor amenaza para la cusa de Simón Bolívar, que se daba cuenta de que la división de los venezolanos sólo favorecía a los enemigos de Venezuela. Y se daba cuenta de que enfrentando a pobres contra ricos sólo se perjudicaba en realidad a los pobres, porque los pobres, por sí solos, no pueden generar la riqueza que puede ayudarlos a salir de su condición de pobres.

Y podríamos seguir en busca de hechos que apoyen esta tesis, y los encontraríamos sin mayor esfuerzo. Pero hoy, es suficiente con demostrar que el teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías ofende la memoria de Simón Bolívar cada vez que menciona su nombre. Bolívar, ante la realidad actual de Venezuela, habría detestado a Chávez. Y lo habría hecho fusilar, en ese caso, sin dolor de su alma. Por traidor a la patria. Por negativo.

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