Opinión Nacional

Biografía realista de Bolívar

Releyendo a “El general en su laberinto” (1989) de García Márquez, me llamó la atención que Bolívar, en su hora más baja, y encaminándose a la muerte, sufriera el desprecio y rechazo de sus propios conciudadanos. Se le acusó de déspota y de ir en contra de las propias leyes de la Republica. Ya antes, en el año 1828, hubo un complot palaciego para cometer magnicidio. A Sucre, su mano derecha, le asesinan en Berruecos para atajar todo posible intento continuista. Y en las calles, el murmuro de la gente no deja de referirse a quién fuera el vencedor de Boyacá en 1819, bajo el sobrenombre peyorativo de “longanizo”, es decir, el loco del pueblo.
 
        No hay duda que para un hombre orgulloso como El Libertador, estos dardos tenían que minar su moral y autoestima. Aunque la inquina ya venía desde muy lejos. A su arribo a Caracas, en plan de triunfador en el año 1813, dio la orden de ejecutar a 1200 prisioneros, la mayoría canarios y blancos pobres. Esta tragedia humana le trajo sobre su piel: el olor de la matanza de la víctima. Y le estigmatizó como un soldado cruel e inescrupuloso a los ojos de sus naturales adversarios en el bando pro monárquico.
 
        La prensa realista de ese entonces, bajo la batuta de José Domingo Díaz, desató una de las campañas publicitarias más recalcitrantes y feroz en contra del líder caraqueño. No se le escatimaron improperios y descalificaciones tales como los de criminal, intrépido, cruel, cobarde, bárbaro y malvado.
 
        La biografía realista de Bolívar fue completada por un realista furibundo, de nombre, Tomás Surroca y de Montó, Capitán de Milicias, durante el asedio de Guayana en el año 1817. Según éste testimonio Bolívar fue un niño desaplicado y un marido perverso, ya que: “… en Madrid donde contrajo matrimonio con una virtuosa joven, que según voz pública a los pocos años fue víctima de los vicios y tiranía del marido, muriendo en Caracas sin dejar lujo alguno”.
 
Luego, en la viudez, se entregó a una vida disoluta y voluptuosa hasta servir a los republicanos al frente de la importante plaza de Puerto Cabello en el año 1812. Hecho prisionero, Monteverde le concede el exilio debido a su contribución en la entrega de Miranda en el puerto de La Guaira cuando éste se disponía a marcharse.
 
No hay duda que la calumnia se confunde con hechos contrastables donde la responsabilidad de Bolívar es más que evidente. Los historiadores tienen la ardua tarea de situar cada hecho dentro de una dimensión justa, y sin pretender asumir la condición del juez.
 
Así tenemos, que en vida, nuestro incólume Padre de la Patria, sufrió del desprecio y la animadversión de sus adversarios, tanto los del bando realista como de sus propios compañeros de causa. Su prematuro envejecimiento y muerte lo podemos encontrar dentro de estas circunstancias.

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