Bienvenidos a la prehistoria
(%=Image(5012821,»R»)%)¿Cuándo encenderemos la computadora y nos dedicaremos solo a trabajar y no a resolver los problemas que crea? En el mejor de los casos la encendemos y tenemos que esperar a que se carguen sistema operativo, extensiones y programas. En eso pasa la computadora un tiempo variable pero que por pequeño que sea es el tiempo de nuestra vida. Estamos todavía en lo demasiado básico. Todavía estamos construyendo fundaciones. Nos ocupamos demasiado del sistema operativo.
Cuando uno instala cualquier programa, cualquier periférico o hace cualquier modificación de configuración se arma una anarquía en que pueden ocurrir las cosas más inesperadas. No se puede escribir la ñ, hay programas que ya no funcionan, la impresora no imprime, el módem no comunica. ¿Hasta qué año de mi vida tendré que escuchar que alguien no puede conectarse a Internet o perdió un documento porque la máquina se le desconfiguró ella solita? Lo peor es que ya la gente lo dice con resignación, con fatalismo, con mansedumbre, con humildad.
Adoptas un proveedor de servicio de Internet y hay sitios que ya no puedes visitar. Pasa inexplicablemente con el servicio ABA de Cantv. Digo inexplicablemente porque preguntas a los técnicos y da la impresión de que no entienden por qué ocurre cosa tal. Pasas milenios de tu vida en minutos acumulados bajando páginas que en definitiva no cumplen lo que prometían. Entras en un buscador cualquiera, encuentras allí el sitio y la página exactos que andabas buscando, casi con nombre y apellido, casi hecho a mano para ti. Ahí te sale el error 401 ó 404 ó cuatrocientos-lo-que-sea. Volver a empezar. Perdone, el servidor está ocupado o revise la dirección. El sitio demandado es inalcanzable. La página demandada no existe en este sitio. Pones una palabra clave y te salen 800.000 sitios posibles. Afinas la pregunta y te salen unos cien, pero que no tienen nada que ver. Pones la palabra paranoia y te sale de todo menos la enfermedad mental que ese término tal vez designa. Sí, todo esto lo pone a uno paranoico. El menos malo de todos esos buscadores, Google, contiene toda clase de rutas falsas como esa. A veces consigues la información de primer intento, pero con frecuencia te ves enfrascado en una pesquisa interminable e inútil. Hay temas que sobreabundan y temas que nadie conoce, al menos dentro de Internet, donde también el mundo es ancho y ajeno. Para no hablar de la cantidad oceánica de información desechable.
Trata de armar una red para que descubras que las computadoras están diseñadas para no comunicarse. Cuando logras que se hablen unas a otras y se entiendan es porque les armaste una trampa que las engañó. Solo así logras la conexión.
Inviertes horas, días y semanas de tu vida acumulando pasivos de esta naturaleza, tratando de resolver tuertos a veces insolubles. Una vez vi a dos Ph.D. en computación pasar una semana instalando un ratón externo en una ThinkPad. No pudieron. Otra vez vi a un santo luchar durante 18 horas para hacer funcionar un escáner. Ese sí pudo, pero ¡vamos, 18 horas! Y era un experto que vivía de eso. Aun en Macintosh, que es inconmensurablemente menos cerril en esto, donde enchufas ratón y usas ratón, pasan cosas como que un disco duro se corrompe al punto de tener que borrarlo entero con todo su contenido irrecuperable; hay que instalar un sistema operativo todo de nuevo; hay que correr a cada rato programas de corrección de errores básicos en el disco duro.
Encima de eso están los ociosos que se dedican a programar virus, es decir, a crear problemas donde no los hay. Al fin configuras tu máquina, que imprime, se comunica, escribe la ñ, los programas que necesitas funcionan, eres feliz y de pronto aparece un virus que te desbarata todo.
Para no hablar de las fallas de funcionamiento, los gazapos de programación, las ventajas inútiles y los problemas que las carísimas actualizaciones añaden. Así como los programas tediosos de instalar, especialmente los que exigen estar conectados a Internet, que nunca logran bajar cierto archivo. Pasas horas conectado hasta que de repente te dice que no se puede hallar el archivo tal o cual y se aborta la instalación. Te hicieron gastar horas de conexión telefónica. Malgastaron horas de tu vida. Se burlaron de ti.
O las fallas de las computadoras mismas, la batería de la portátil no coge carga, el monitor adopta una raya horizontal o vertical inamovible, ciertas teclas dejan de funcionar, la memoria se pudre de una noche para otra y luego el técnico te esquilma partes que estaban bien y te pone otras que estaban mal.
Cada vez que me encuentro con cosas así, es decir, todos los días, me percato de que estamos en la prehistoria de la computación.
El esfuerzo prometeico de Apple de hacer una computadora amigable es encomiable, pero aún incompleto. El esfuerzo de Microsoft de copiarle eso a Macintosh es conmovedor, pero más incompleto aún. La consigna aquella de plug and play (enchufa y ya) se convirtió en plug and pray (enchufa y reza). Las empresas circulan aplicaciones con defectos de programación porque había que madrugar a un competidor. No hubo tiempo de depurar y mucho menos optimizar. Para eso las computadoras son cada vez más rápidas, tienen más memoria y usan discos cada vez más duros. Las nuevas versiones no solo tienen nuevos problemas, con frecuencia añadidos a los viejos, sino que son más lentos, requieren más memoria, más velocidad, a veces una nueva computadora. Como si para usar una nueva autopista tuvieras que comprar un automóvil nuevo. Te usan de inspector de versiones beta (o sea, las que aún no están para publicarse; como quien dice en borrador) y encima te cobran. Caro. Y después se quejan de que la gente les piratee los programas. Hacen trampa y después se quejan de que sus víctimas hacen trampa. Humanos tenían que ser.
Es como los primeros automóviles. Al comienzo no había calles ni carreteras adecuadas y mucho menos estaciones de servicio y talleres mecánicos. El motorista (así se llamaba al entusiasta de aquellos armatostes) tenía que arrastrar un montón de herramientas y repuestos y saberlos usar e instalar porque no había Chapulín que lo auxiliara. Encima los automóviles eran inseguros, ineficientes, poco confiables e incómodos. Aún lo son, la industria automotriz se estancó y apenas ofrece alguna que otra tímida innovación uno que otro año, como meter computadoras que a veces, por un error de programación, te pueden matar. Tal vez los viejos coches eran peores, como un Dodge Dart que casi me mata junto con mi familia porque, por negligencia, esos modelos fueron diseñados para que carecieran de estabilidad.
Las computadoras tienen que recorrer, como los automóviles, líneas telefónicas que no fueron hechas para ellas. Así como las carreteras fueron hechas para recuas, no para autos de gasolina. Encima no las sabemos usar porque no siempre los programas son inteligibles. Trata de usar Photoshop, por ejemplo. Trata de entenderle el manual. Es casi una carrera universitaria conocer ese programa. Windows pretende que uses el botón de Inicio para apagar la máquina. Macintosh pretende que tires a la basura un disco removible para sacarlo del escritorio (el Mac OS X es más coherente y la papelera se vuelve una flecha que ellos esperan uno entienda que quiere decir expulsión de disco). Sí, es cómico, pero también es enojoso. Son detalles de diseño de la interfaz gráfica (la que se hace inteligible a fuerza de dibujitos) que aún quedan por alivianar.
Día llegará en que las máquinas no hagan crashes. El sistema X de Macintosh no me ha hecho el primero desde que lo instalé casi el día en que Apple lo publicó y no conozco usuario de ese sistema que los haya sufrido. Día llegará en que no tengas que entender los programas porque ellos te entenderán a ti. Día llegará en que nunca más tengas que reiniciar tu computadora (dicen que las máquinas basadas en Unix, como Linux y ojalá el novísimo Mac OS X, pasan años sin tener que reiniciarse). Día llegará en que las actualizaciones no añadan problemas en lugar de resolver los viejos. Día llegará en que los programas no serán caros y malos, cuando no pésimos. Día llegará en que nuestros nietos no solo no comprenderán sino que se reirán de nuestros problemas.
Pero para eso la industria tendrá que dar saltos de honestidad y madurez hoy inimaginables. Es decir, asistiremos a un cambio de paradigma hoy, precisamente, inconcebible.