Bicentenario militarizado
Ninguno de los protagonistas de aquel 19 de abril de 1810 caraqueño pudo imaginar que doscientos años después tal fecha sería conmemorada como una militarada más. El capitán general Vicente Emparan fue separado de su cargo sin que hubiese mediado el uso de las armas: sólo la voluntad de los miembros del cabildo lo vio empujado a hacerlo, no las bayonetas. El espíritu civilista se hizo presente para reivindicar los derechos de Fernando VII, el rey depuesto por las invasoras tropas francesas.
A pesar de que la jornada significaba una reafirmación de la pertenencia al imperio español, constituyó un paso fundamental en el proceso independentista que culminara, en un primer desarrollo, con la declaración de Independencia del 5 de julio de 1811. En poco más de un año, donde los protagonistas fueron los civiles tribunos, pensadores y agitadores de la opinión pública, buena parte del territorio venezolano se declaró republicano e independiente.
Luego vendría la guerra –la más terrible de Hispanoamérica- en la que los militares de formación y los improvisados al fragor de los combates tuvieron los papeles principales de tan horrorosa tragedia. En aquellos años de muerte, saqueos y ruina, los civiles se eclipsaron para dar paso a los héroes de las armas.
Una vez que el imperio español fue derrotado, el prestigio de los militares era tan grande que no pudieron ser desplazados de las tareas de gobierno. Fue entonces, el 13 de setiembre de 1829, en una lúcida carta al general Daniel Florencio O´Leary, cuando el Libertador escribió aquella certera frase: “no puedo dejar de convenir que es insoportable el espíritu militar en el mando civil”.
Palabras hoy más vigentes que nunca, en esta Venezuela militarizada, militarista y cubanizada. Militarizada hasta en los más pequeños actos del régimen chavista. ¿Qué dirían hoy los próceres civiles de entonces, redactores de la Constitución de 1811 como Juan Germán Roscio, del espíritu militar de la Asamblea Nacional? ¿Qué pensarían de las focas que sólo esperan el ucase de Miraflores para aprobar las leyes que quiere el actual caudillo militar?
Son pocas las dependencias oficiales que no están bajo el mando de un militar: ministerios, empresas y bancos del Estado, gobernaciones, alcaldías. No importa que no tenga conocimientos pertinentes para el cargo. Lo importante es su espíritu militar para obedecer sin discutir las órdenes del superior. Un militar ha sido ministro de la salud, otros de finanzas y obras públicas y no se ha nombrado a uno en educación porque los que por allí han pasado no necesitaron de charreteras para acatar ciegamente al mandamás. Hasta a las universidades se les ha pretendido tratar como cuarteles. ¿Qué opinaría el sabio José María Vargas de las agresiones a las universidades nacionales?
En la conmemoración de su momentánea salida del poder de abril de 2002 (renuncia incluida, anunciada por el jefe de las Fuerzas Armadas para la fecha), Chávez le decía a la milicia improvisada, armada con caros fusiles rusos, que si él nuevamente era desplazado (no especificó por qué vía) esta milicia tenía que “tomar todo el poder”. ¿Basándose en qué principio los militares o estos jóvenes recién armados pueden hacerse de “todo el poder” en un país independiente, democrático y republicano?
Los festejos del Bicentenario incluirán desfiles (militares), paradas (militares) y visitas de presidentes (algunos militares), uniformes (militares) y discursos (militares). Pero el mayor contrasentido es que Venezuela celebre los doscientos años del inicio de su Independencia mostrándose ante el mundo como un país que ha entregado a agentes extranjeros (cubanos, algunos militares) buena parte de los servicios públicos, del registro de la propiedad y de la policía política, y que su Presidente no dé paso sin consultar al binomio comunista dictatorial y hereditario (militar) de Cuba.