Bernardo O´Higgins y el mundo de Miranda
El Instituto O´higginiano de Chile y la Asociación Internacional Andrés Bello de Bruselas han publicado el libro Francisco de Miranda y Bernardo O´Higgins en la Emancipación Hispanoamericana, el cual recoge las ponencias de destacados académicos de Europa, Chile y Venezuela sobre la influencia positiva que el Precursor de la Independencia Hispanoamericana tuvo en la educación del prócer chileno. Es este el segundo libro editado por la Asociación Andrés Bello. El primero, intitulado Francisco de Miranda, l´Europe et l´Integration Latinoamericaine, dedicado al 250 aniversario del natalicio del héroe venezolano, fue publicado en Bruselas en 2001.
El libro, editado por el profesor belga Christian Ghymers a raíz del seminario epónimo realizado en Santiago de Chile, plantea con abundante bibliografía en atrayentes ensayos cómo la filosofía republicana y los acrisolados conceptos de libertad, justicia e igualdad del caraqueño universal como maestro del fundador de la República de Chile fueron determinantes en la formación de la institucionalidad y la gobernabilidad democrática de la nación austral, que hoy lidera al resto de América Latina en los índices de desarrollo humano, empleo, reducción de pobreza y crecimiento económico.
El joven Bernardo Riquelme de 21 años llega a cursar estudios en Londres en 1798 y establece contacto con el ya legendario humanista criollo de 48 años, cuya residencia era una cátedra libre de republicanismo y un hervidero de ideas y sueños independentistas. La casa de Miranda en la calle Pulteney Street en el hoy barrio Soho albergaba además una de las más selectas bibliotecas de la Europa de fines del siglo XVIII. La relación de “profesor a alumno pasó a ser la de maestro a discípulo.” Cuando el hijo del virrey del Perú regresa a Chile en 1799, Miranda le entrega una carta memorable: Consejos de un viejo sud-americano a un joven compatriota a regresar de Inglaterra a su país.
Como presagiando la actuación del futuro Libertador de Chile, el veterano teniente general de la Primera República Francesa, al compartir con su discípulo su proyecto de emancipación hispanoamericana, le expresa su “confianza ilimitada…y la convicción que abrigo de su buen sentido.” Le encomienda el cuido que debe guardar para encontrar a los amigos de la independencia, a la vez que reconoce el régimen de libertades políticas y ciudadanas existente en Inglaterra y Estados Unidos: “no olvidéis por un solo instante que fuera de este país (Inglaterra), no hay en toda la Tierra sino otra nación en la que se pueda hablar de política, fuera del corazón probado de un amigo, y que esa nación es la de los Estados Unidos.”
Con honestidad intelectual, el Precursor no se aventura a darle consejos sobre cómo obrar en Chile, pese a sus extensas lecturas y la tenencia en su biblioteca de libros sobre el país austral: “no conozco más de aquel país que lo que dice su historia, poco publicada, y que la presenta bajo luces tan favorables.” No le faltaba razón al venezolano. Simón Bolívar, en la Carta de Jamaica (1815), va a expresar un criterio similar.
El maestro le aconseja no dejarse llevar por las apariencias en la relación con los hombres: “es también un error creer que todo hombre porque tiene una corona en la cabeza o se sienta en poltrona de canónigo, es un fanático intolerante y un enemigo decidido de los derechos del hombre. Conozco por experiencia que en esta clase existen los hombres más ilustrados y liberales de Sud-América; pero la dificultad está en descubrirlos.”
Con afecto casi paternal, le encarece también actuar con aplomo y sin precipitaciones: “no permitáis que jamás se apodere de vuestro ánimo ni el disgusto ni la desesperación, pues si alguna vez dais entrada a estos sentimientos, os pondréis en la impotencia de servir a vuestra patria…Al contrario, fortaleced vuestro espíritu con la convicción de que no pasará un solo día, desde que volváis a vuestro país, sin que ocurran sucesos que os llenen de desconsolantes ideas sobre la dignidad y el juicio de los hombres…” Aquí el distinguido actor de la Revolución de Independencia de los Estados Unidos y de la Revolución Francesa revela al joven chileno los sinsabores, persecuciones y desencantos de que él mismo fue objeto por defender sin cortapisas la libertad, la democracia y la justicia contra los absolutismos, la intolerancia y los autoritarismos imperantes en Europa y América del Sur.
Consciente de la larga travesía que le esperaba para liberar su país, el maestro invoca la paciencia y la voluntad inquebrantable para emprender la gesta emancipadora: Amáis a vuestra patria! Acariciad ese sentimiento constantemente, fortificado por todos los medios posibles, porque sólo a su duración y a su energía deberéis el hacer el bien…Los obstáculos por servir a vuestro país son tan numerosos, tan formidables, tan invencibles, llegaré a decir que sólo el más ardiente amor por vuestra patria podrá sosteneros en vuestros esfuerzos por su felicidad.”
El profesor de la Universidad de Chile, Miguel Castillo Didier, en su ensayo O´Higgins y Miranda, cita la biografía del humanista chileno Benjamín Vicuña Mackenna sobre el Fundador de Chile y dedica dos capítulos a la estrecha relación entre ambos próceres: Fue él (O´Higgins) alumno del general Miranda, ese faro casi divino por su altura, que brilló entre los dos mundos de la América…En esos campamentos de la rebelión anglo-americana, asaltaron el pensamiento del joven soldado aquellas magníficas visiones en que contemplaba a su patria alzándose a su vez y rompiendo sus cadenas. Un siglo no ha pasado todavía; aquel inmenso ensueño es ya un hecho inmenso e indestructible; y la América independiente puede llamarse ahora políticamente el Mundo de Miranda, como llámese el Mundo de Colón, cuando fue descubierta y conquistada.”
Los más destacados biógrafos de O´Higgins reconocen en Francisco de Miranda al principal de los maestros del Director Supremo de Chile. Benjamín Vicuña Mackenna asienta en su precitada biografía: O´Higgins, por su perseverancia, por su abnegación, por su patriotismo severo e incontrastable, por su heroísmo y por su juicio tranquilo y claro, fue sin disputa el más ilustre y el más glorioso de los discípulos de Miranda.”
El Libertador de Chile llevó siempre a su lado la carta de su maestro y dejó constancia en diversos documentos de su reconocimiento al Precursor de la Independencia Hispanoamericana. En 1805, escribe a un amigo irlandés cuando estuvo a punto de ser apresado en actividades revolucionarias en Perú: “…cuan doloroso me habría sido el yacer impotente tras las rejas de los calabozos de Lima, sin haber podido hacer un solo esfuerzo por la libertad de mi patria, objeto esencial de mi pensamiento y que forma el primer anhelo de mi alma, desde que en el año de 1799 me lo inspiró el general Miranda Como tengo la esperanza de abrazar a Usted muy pronto, reservo para entonces referirle cómo obtuve la amistad de Miranda, y cómo me hice el resuelto recluta de aquel infatigable apóstol de la independencia de la América Española..”
El testimonio del Fundador de Chile no deja lugar a dudas: “El (Miranda) fue un hombre de extraordinario talento y, a mi humilde juicio, el llamado a tener el primer lugar en la independencia de América. Miranda fue el primero que se rebeló a la opresión que había en nuestro continente y el que me abrió los ojos a la contemplación del degradante estado de mi patria que me hizo tomar la firme resolución de dedicar mi vida y mi fortuna a la gloriosa tarea de libertarla de duro yugo bajo el cual estuvo sometida por tantos siglos.”
Si hoy Miranda y O´Higgins pudieran resucitar y por un instante ver la prosperidad de Chile, el progreso de sus instituciones democráticas, el desarrollo de sus fuerzas productivas en una economía social de mercado, el ímpetu de sus exportaciones y el exitoso conjunto de programas sociales y de reducción de la pobreza que aplican, seguramente sentirían una razonable satisfacción por la labor cumplida a partir de aquella relación de maestro y discípulo que se fraguó en Londres en 1798.