Opinión Nacional

Benedicto Décimo Sexto parece desconocer a la única revolución exitosa del mundo

Benedicto Décimo Sexto advirtió ayer, domingo 5 de agosto de 2007, que la riqueza “no solo no asegura la salvación, sino que, incluso, la puede comprometer seriamente”, dejándonos saber que parece desconocer a la única Revolución exitosa del mundo: la Revolución Americana, cuyos principales frutos, la Declaración de Independencia de 1776 y la Constitución Nacional de 1787, aún continúan vigentes; después de más de 230 años, produciendo prosperidad y felicidad en un país hacia al cual han emigrado decenas y decenas de millones de personas provenientes de casi todos los otros países del mundo, y lo continúan haciendo en la actualidad.

Parece desconocerla, porque una de las más fuertes motivaciones que ha hecho grande y poderoso, no sólo a los Estados Unidos de América, como nación, sino a sus más de 300 millones de sus ciudadanos, es trabajar duramente para hacerse rico.

Revoluciones ha habido muchas—sobre todo las promovidas por el KOMINTERN (una asociación de partidos comunistas del mundo) creada por Lenin en 1919 después del éxito de las Revoluciones rusas de febrero y octubre de 1917, en derrocar al régimen zarista de Nicolás Segundo—pero ninguna de ellas—incluyendo a la de más larga duración—la Bolchevique, que mantuvo en existencia durante 74 años (1917-1981) a la Unión Soviética, pudo sobrevivir, mientras que la Revolución Americana, no sólo se ha mantenido vigente, sino que hoy en día está convertida en el único súper-poder que existe en el planeta tierra.

Contrariamente a como piensa Benedicto, la riqueza—bien habida—es producto del duro trabajo físico e intelectual de las personas; especialmente cuando esas personas basan sus pensamientos y actuaciones en el uso del raciocinio y la ciencia, y no motivados por buscar su “salvación” en el más allá.

Los Estados Unidos de América lograron que su revolución haya sido exitosa durante tanto tiempo, porque construyó una nación que se basa en el concepto más amplio de libertad, en la economía de libre mercado (o capitalista) y en mantener una férrea separación entre la religión y el estado—y especialmente en mantener a la religión fuera de las escuelas públicas y de las acciones gubernamentales.

Todos los estadounidenses tienen la más amplia libertad de seguir la fe religiosa de su preferencia; hasta el punto de que mientras su país lucha en este momento una guerra internacional contra el terrorismo propiciado por extremistas islámicos, mantiene en su territorio a una nutrida porción de sus habitantes que profesan la fe musulmana.

Y también; muy contrariamente a lo que cree Benedicto, la inmensa riqueza que se ha producido en los Estados Unidos de América, desde su Revolución de 1775 a 1783, en vez de hacer proliferar a la codicia y a la avaricia, ha convertido a esa nación en el pueblo y país más generoso, caritativo y filántropo del mundo—precisamente, porque es muy rico, y le resulta mucho más fácil que a otras naciones, asistir económicamente a quienes están en un estado de necesidad.

Una de las más palpables evidencias de la equivocada percepción de Benedicto sobre la riqueza y la búsqueda de la “salvación”, son los 45 países de América, ubicados al sur del Río Grande y hasta la Patagonia, en la mayoría de los cuales, no existe una clara separación entre la religión y el estado, y donde la Iglesia Católica Romana, tiene una influencia predominante.

Es en el territorio de esos países donde abunda la pobreza, la miseria, el atraso y una larga lista de otras calamidades sociales; mientras que en los Estados Unidos de América, donde se estimula a las personas desde niños, a “seguir sus sueños de hacerse rico”, y donde la religión está constitucionalmente prohibida en el seno de la educación pública y en las ejecutorias de los gobiernos nacional, estadales, municipales y locales, es donde abunda la prosperidad y la felicidad sociales.

Benedicto: La Biblia se equivocó, cuando San Mateo—supuestamente—escribió: “Otra vez os digo, que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja que entrar un rico en el reino de Dios” (Evangelio según San Mateo 19:24). Para comprobarlo sólo tienes que abrir tus ojos y ver lo que produce la libertad y la economía de libre mercado en las naciones—y lo que producen las teocracias—o la intromisión de cualquier fe—en la educación y en las acciones gubernamentales.

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