Opinión Nacional

Bate quebrao

El bate quebrao que ejerce la Presidencia de la República recuerda al tipo que cae en un tremedal, es decir en arenas movedizas. Mientras más se agita, buscando salir, más se hunde. Si conociera realmente el significado del verbo «rectificar» debería estar pensando en conjugarlo. Pero parece imposible. Como en el cuento del alacrán y la rana, su naturaleza lo traiciona.

Sus últimas jugadas son recursos desesperados de quien sabe que en el pueblo ya lo están viendo como un incordio, como alguien que no hace sino crear crisis que le joden la vida a todo el mundo.

Su grito patético, «si ganan vienen por mí», llamando a los electores a votar por las focas y otros ejemplares de la fauna que le sirve, está muy lejos del caudillo sobrancero y prepotente de antaño. Es el quejido de quien apela a la lástima.

Hay gente que se deja impresionar por sus actos. Piensan que expropiando empresas y cerrando a RCTV el «bate quebrao» está avanzando en su proyecto neototalitario. Son los que siempre ven el vaso medio vacío cuando está por la mitad.

Los que cuando el dedo señala las estrellas sólo se fijan en el dedo. Lo importante no es tanto lo que el Presidente hace como la respuesta que está encontrando. La formidable marcha del 23 de Enero, cuyo vigor y combatividad contrastaron con la apatía de las miles de personas acarreadas de todo el país y obligadas a caminar so pena de perder la chamba, fue la reacción de un pueblo que está harto de las fechorías del régimen.

El espontáneo repudio al alevoso cierre de RCTV entre gallos y medianoche, es otra señal de que al Hiperinepto se le encoge el piso.

A esto se suma la ocurrente «guerrilla» mediática de los estudiantes en los juegos de la final Caracas-Magallanes, quienes acuñaron ya la gran consigna de estos tiempos de lucha: «Tas ponchao». Haga lo que haga, el «bate quebrao», está ponchado. Si llega a pellizcar la bola, lo que le salen son puros fouls. Todo lo que hace lo aleja cada vez más del sentir popular. Ya ni siquiera le creen los que aún lo respaldan. Su credibilidad va cayendo como queso fresco.

Por eso vocifera pidiendo «lealtad absoluta» a sus seguidores. Tiene los riñones de gritar, con asombrosa impudicia, que «Chávez es el pueblo» y que «el pueblo» debe «lealtad absoluta al pueblo», o sea, a Él, Yo-ElSupremo, la Santísima Trinidad: Chávez, Bolívar y el Pueblo. Tres divinas personas y un solo Dios verdadero, Chacumbele.

El cierre de RCTV apunta, desde luego, a reducir casi a la nada la posibilidad de comunicación televisiva de cualquier opinión distinta a la del Poder. Será inútil. Tendrán que prohibir Internet, Twitter, los celulares, los SMS y toda la fantástica parafernalia comunicacional de estos tiempos, para callar a este pueblo. Pero, más allá de esto, por encima de la vocación totalitaria del régimen, que quisiera una sociedad silenciosa y resignada, lo que reconforta y llena de esperanza es la presencia indomable de un país que no se la cala, que responde y lucha. «Esto nos lo cobramos en septiembre», dice una voz anónima en algún periódico. Voz del común. Pura sabiduría popular de quien sabe que no por mucho madrugar amanece más temprano y que el juego no se acaba sino cuando se acaba.

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