Basta de antipolítica
Los noventa se definen en lo que a la Venezuela contemporánea refiere como la década de la antipolítica, definida como un período en la cual las organizaciones partidistas tradicionales y fundacionales de la democracia desde 1958 se vienen a menos. En nuestro caso el sistema manifiesta la crisis en múltiples formas, podemos afirmar que la crisis tiene una serie de expresiones, indicadores y anomalías, cuya manifestación más visible seria una crisis de liderazgo, representación e identificación con la forma partido, frente a la cual justamente emergen liderazgos personalistas y con un discurso netamente de cuestionamiento de los partidos y la democracia representativa, primeramente en 1993 con Rafael Caldera y posterior y radicalmente en 1998 con Hugo Chávez Frías.
Es decir, el modelo de democracia de partidos que devino en partidocracia, en toda la década de los años ochenta y noventa, acusó una serie de distorsiones y deficiencias, que terminarían socavando las propias bases del sistema de partidos concebido desde 1958, y que por falta de autocrítica, relevo generacional calificado, problemas serios de representación, e incluso, problemas en la adopción del proceso de descentralización político administrativa, que produjo nuevas lógicas, actores y dinámicas a partir de 1989 promoviendo un nuevo mapa donde los partidos y clase política tradicional dejaron de ser los protagonistas, en su lugar emergieron actores nacionales y locales con variadas visiones y programas, discursos vagos y algunos aferrados al cambio radical cuya mejor expresión fue Chávez.
La elección de Rafael Caldera y Hugo Chávez Frías han ratificado el proceso de agotamiento y desinstitucionalización partidista. Dichos fenómenos han sido la expresión sistemática en algo más de una década del bajo grado de institucionalización que poseían los partidos tradicionales en Venezuela, como canales de mediación y articulación de demandas y que, en consecuencia, imposibilitaron su posicionamiento y proyección como actores centrales del juego democrático.
Las ondulaciones y ciertos problemas en el seno de los sistemas de partidos latinoamericanos son una constante, sin embargo, el colapso del sistema de partidos fue únicamente visible en los noventa en Perú y Venezuela. El resto de los países mantiene casi intactos a sus partidos y sistemas de partidos, registrándose a lo sumo alguna modificación en cuanto a la composición y distribución interna, no así el caso venezolano que experimentamos transformaciones internas desde hace una década, el antipartidismo nos hizo grandes daños. Hoy a diez años de desgobierno y antipartidismo los factores y sectores de la oposición democrática hacen un esfuerzo por recuperar desde los ámbitos locales (alcaldías y gobernaciones) los espacios perdidos copados en la contemporaneidad de Venezuela por el llamado chavismo.
No hay la menor duda que después del triunfo el pasado 2 de Diciembre de 2007, cuando se le propino una derrota al presidente Chávez y evitamos la imposición de la Reforma Constitucional, la oposición ha recuperado espacios y confianza, muy a pesar de la condiciones en las cuales nos corresponde intervenir y competir en las próximas elecciones el domingo 23 de Noviembre de 2008, la oposición democrática ha logrado comprender que toda posibilidad de cambio y transformación pasa por la recuperación de los espacios locales, y el presidente Chávez sabe muy bien que las cifras revelan un fracaso de la gestión de sus gobernadores y alcaldes, y tal vez por ello es que asumió la campaña de lleno, sabe que sus candidatos son malos e ineficientes. De tal manera que a pesar de las desventajas e irregularidades la oposición tiene una enorme posibilidad de cambiar el mapa político electoral y comenzar a recuperar espacios, tanto gobernaciones, alcaldías como consejos legislativos, y dicha posibilidad pasa “únicamente” por participar y votar por las candidatos unitarios que tenemos en cada unos de los estados y municipios de nuestra geografía electoral en Venezuela.
(*) Profesor de la Universidad de Los Andes