Barrio las Madres
En la madrugada del domingo 4 de este mes, empezó a deslizarse sobre la “carretera negra” el barrio Las Madres de La Vega. A las 9:15 de la mañana pudimos pasar con dificultad, y media hora después se cerró el paso. Gracias a Dios, no ha habido muertos, pero ya son 180 las personas afectadas. Será desalojada más gente y destruidas sus casas.
Fuera de la época de lluvia, hace unos 17 años, hubo allí mismo un deslizamiento gravísimo que sepultó por lo menos a 15 personas. Cuando ofrecimos la misa por los muertos en la carretera, al pie de la tragedia, nos rodeó la policía como si la misa y el dolor de la gente por sus muertos fueran delitos. Entonces se prendió la alarma, desalojaron el barrio y destruyeron las casas por encima y por debajo de la carretera hasta Los Canjilones. Vivíamos en ese mismo barrio y fuimos testigos de todo. Durante unos diez años la autoridad impidió construir en la zona.
En los últimos años se sembró la idea de que el desmadre en los barrios es revolucionario y cualquier invasión es conveniente. Cada domingo, al pasar por este barrio, poblado de nuevo y con inversiones costosas, pensaba cuando ocurriría la próxima tragedia. Para que a nadie le quedara duda de la irresponsabilidad y complicidad de las autoridades, en esa zona prohibida levantaron un módulo de “Barrio adentro”, aunque todavía no lo han inaugurado. Espero que alguien en la Asamblea Nacional o en el Ejecutivo investigue dónde está el negocio de construir nuevos “barrio adentros”, innecesarios por cercanos a los anteriores de poco uso; sólo en mi ruta de La Vega han aparecido 6 nuevos módulos.
Estalló la tragedia, desalojarán a centenares de personas, tumbarán sus casas, los ruletearán de aquí para allá; luego, se olvidarán y permitirán que otras familias se ubiquen en la antesala de la muerte. Así, hasta la próxima tragedia. Hoy igual que ayer, pero con más verbo.
Con grave irresponsabilidad y demagogia se están fomentando y tolerando barrios en lugares evidentemente peligrosos e inadecuados. A centenares de metros del lugar de la tragedia, luego de pasar el barrio Los Mangos, con boina y camisa roja se ha montado un par de barrios en zona verde y movediza, con tal pendiente que quienes lo permitieron deberían estar en la cárcel por el daño ocasionado y por la tragedia que vendrá. Este mes de agosto en la carretera Panamericana, entre el kilómetro 2 y el 4, se ha tolerado una ranchería de muerte. Ya la parte alta que colinda con La Vega tiene una invasión con más de cuatro años, promovida y bendecida por chavistas (ayer adecos o copeyanos). Lo que da coraje es ver cómo utilizan la necesidad extrema de los pobres (también siempre hay vivos que invaden para la reventa). No hay menos de 1.000 familias cerca del tubo de gas. Los arengaron con promesas; por allá pasó el alcalde, la PDVSA limosnera y otros, con ofertas; se crearon los comités de tierras… Nada de nada. Tenemos una doble irresponsabilidad gubernamental: una, al permitir el asentamiento en lugares indebidos, y dos, al abandonarlos luego en la miseria. El gobierno no ha hecho escuelas, ni escaleras, ni cloacas, porque -ahora sí- alegan que están en lugares indebidos. Si no se impiden las invasiones desde el primer momento, una vez asentadas, son inamovibles: la gente tiene derecho a continuar donde ha puesto toda su vida y recursos. Ellos han trabajado sábados y domingos para hacer miles de escaleras a sus ranchos, primero de tierra y luego con cemento. Cada vez que voy a esos sectores y veo cuatro latas en la mayor pobreza en el fondo del barranco, me hierve la sangre pensando en el enorme esfuerzo hecho y el que tienen que hacer para que un día tengan una casa con condiciones mínimas. La última carretera asfaltada está lejos y el saco de cemento, a Bs.13.000 en las ferreterías, puesto en el rancho le sale a Bs. 28.000, la cabilla de media pasa de 13.000 a 27.000 bolívares, y el metro de arena sube de 58.000 a 100.000 bolívares. En esa zona el terreno es sólido y no cederá, pero la acumulación de aguas servidas, sin que la autoridad haga colectores, pronto traerá graves problemas.
Una vez asentados, con apoyo y complicidad oficial, la autoridad tiene obligación de dar el equipamiento básico. Los pobres tienen derecho a tierra urbanizada, aunque el rancho lo levanten ellos, y a servicios de educación y salud. Lo que se necesita es menos demagogia, dentro y fuera del país, y más responsabilidad con los millones de venezolanos que viven en los barrios irregulares. El Gobierno se proclama estatista pero falla en la debida acción estatal, para impedir viviendas en lugares que son la antesala de muertes anunciadas y para equipar debidamente a los barrios establecidos. Además de no tener trabajo digno, tampoco tienen el hábitat mínimo, con un Gobierno “revolucionario”inundado de dinero petrolero.
El barrio Las Madres podría llamarse “la madre de los barrios”, pues en él se sintetiza la irresponsabilidad gubernamental y la demagogia que sepulta las ilusiones de millones de venezolanos e incluso la vida de no pocos. Sabemos que el problema no es de hoy y la solución no es fácil. Por eso mismo, exigimos seriedad y responsabilidad libre de toda demagogia que juegue a la politiquería con la vida y esperanzas de los pobres.