Barreto: el rostro del socialismo del siglo XXI
Si alguien tenía dudas acerca del significado, estilo y características del socialismo del siglo XXI que propone el teniente coronel Hugo Chávez para Venezuela, el alcalde metropolitano, Juan Barreto (JB), se encargó de despejarlas el pasado martes 22 de agosto en el imponente Teatro Teresa Carreño, monumento construido durante el gobierno de Luis Herrera Campíns, pero que la “revolución bonita” utiliza como agencia de festejos. En ocho años los revolucionarios vernáculos no han tenido tiempo de levantar un Palacio de Convenciones o un Palacio de la Revolución, como los que existen desde los primeros años en los que se produjo el giro transformador, en los países con revoluciones de mayor prosapia. Hasta en este campo son incapaces los chavistas. No logran edificar ni siquiera sus propios templos.
La intervención de JB (quien recuerda a la Inmundicia Humana, el personaje de La Fiesta del Chivo) no conviene asumirla como un arranque de locura propia de ese maligno ser. Da la impresión, más bien, de que el veneno que le inyectó a sus palabras, forma parte de un libreto elaborado con esmero en alguna de las salas estratégicas donde la claque política dominante diseña sus acciones contra la oposición, y donde se planifican las iniciativas que le permitirán mantenerse en el poder. El objetivo del gobierno a comienzos de una campaña electoral que promete ser muy áspera, pareciera consistir en polarizar al máximo el país. Contraponer de nuevo a pobres y ricos. A los desposeídos con la clase media, o con quien posea algún tipo de propiedad. La lucha de clases se convertirá en uno de los ejes de la campaña de Chávez. Tratará de crear la sensación de que si él pierde, pierden los pobres. Con el supuesto respaldo de los más desfavorecidos, intentará dar la impresión de que es indestructible y, por si acaso, de que si no gana, apoyado los necesitados, arrebata. El pánico entre los electores y entre la población en general -según sus tenebrosos cálculos- podría garantizarle el triunfo cómodo por adelantado. Para probar esta estrategia escogieron a un personaje siniestro como el alcalde metropolitano, que disfruta cometiendo fechorías, que mientras más perversas, mejor.
JB, primera autoridad civil de la Gran Caracas, está colocado allí para coordinar la gestión de los alcaldes “menores” de la ciudad en todas las áreas relacionadas con los servicios públicos y la calidad de vida de los capitalinos. Sin embargo, en vez de coordinar, concertar y acordar medidas conjuntas, arremete de forma cobarde flanqueado por un esbirro y auxiliado por una jauría entrenada por él, contra los alcaldes de los municipios Chacao y Baruta. ¿Podríamos suponer que Barreto no ha leído la Ley Orgánica de Régimen Municipal ni la ley especial mediante la cual se crea la Alcaldía Metropolitana y la figura del Alcalde Metropolitano? A lo mejor sus diversas ocupaciones y compromisos no le han permitido ojear esos documentos, pero alguien del enjambre de asesores que tiene, debe de haberlo hecho. Por lo tanto, no es atribuible a su ignorancia el que agreda a López y a Capriles Radonski como lo hizo. Resulta más lógico suponer que se trata de un paso orientado a colocar el debate con la oposición en términos antitéticos, tal como le gusta al jefe que venera.
JB sabe que los campos de golf de La Lagunita representan un pulmón vegetal para la capital, asediada por millones de carros y vehículos automotores que disparan al aire todos los días millones de metros cúbicos de monóxido de carbono que contaminan el ambiente. Está al corriente de que las ciudades cosmopolitas incluyen en su paisaje parques infantiles, lagos artificiales, jardines botánicos y, aquellas que pueden darse ese lujo, campos de golf. Todas estas áreas contribuyen a mantener el ecosistema en equilibrio. Si a JB le interesan tanto los desposeídos podría proponerles a los dueños del club La Lagunita que le permitan a la comunidad de El Hatillo y Baruta, utilizar esos campos para el sano esparcimiento. En ese programa podrían participar jóvenes, adultos y personas de la tercera edad. Se haría un uso más intensivo, democrático y participativo de esa zona verde. Sin embargo, el alcalde metropolitano opta por el camino de la amenaza y la confrontación. Ataca la propiedad privada a partir de un discurso demagógico que se vale de un falso igualitarismo para crear incertidumbre y pánico entre los habitantes de ambos municipios. No le interesa dialogar, sólo le importa aplastar.
El grave problema de la vivienda, tendría que estar informado JB, no se resuelve expropiando inmuebles o terrenos, ni confiscando propiedades, sino impulsando un agresivo plan de vivienda que eleve sustancialmente la oferta a precios accesibles para la mayoría de la población. Los planes y condiciones para el financiamiento de esas viviendas habría que concertarlos con la banca privada, que en este momento dispone de suficiente dinero. En el valle de Caracas, a pesar de que el terreno no sobra ni abunda, queda espacio para construir un buen número de viviendas multifamiliares. Hacia la periferia de la ciudad la disponibilidad de terrenos aumenta de forma considerable. Con una buena red de transporte interurbano público y privado la gente que viva en estas zonas y trabajen en Caracas, podrían ver resuelto el drama de la vivienda (propia o alquilada), sin estar sometida al calvario cotidiano que significa entrar y salir de Caracas. Sin embargo, JB propone la alternativa compulsiva: expropiar apartamentos y despojar a los socios de un club de clase media de unas áreas verdes que refrescan la atmósfera de la ciudad. No edifica, destruye.
El teatro de operaciones en el que se mueve JB tiene como telón de fondo la lucha de clases. Resentimiento, enemistad, rabia, animosidad, forman parte del diccionario que le presta las palabras a ese burócrata. Ocurre, sin embargo, que JB forma parte de un grupo que tiene ocho años dirigiendo el país. En este período han ingresado más petrodólares a la nación que en toda su historia anterior. Esa montaña de recursos no ha servido para aliviar la precaria condición de los más pobres, sino, en muchos casos, para agravarla. Chávez y los funcionarios que lo rodean dejaron de ser una promesa y constituyen un fracaso en ejercicio. JB en el Teresa Carreño mostró el verdadero rostro del socialismo del siglo XXI: el odio, la división, el agavillamiento y la cobardía.
Con el nuevo clima surgido en el país luego del lanzamiento de Manuel Rosales y de la presentación de Benjamín Rausseo como candidato presidencial, se ha formado una atmósfera en la que se respira un aire diferente. Parece que la barbarie no podrá imponerse, ni siquiera con captahuellas.