Opinión Nacional

Baduel y la oposición

La sensacional aunque nada estridente declaración del general Raúl Isaías Baduel sobre el proyecto de “reforma” (las comillas son mías porque sigo sosteniendo que no se trata de eso sino de la abolición de toda constitución) ha servido para que mucha gente reaccione y reflexione acerca de las fortalezas y debilidades del gobierno. En estas notas, me propongo observar el asunto desde el otro lado de la calle : su impacto en los filas de la oposición.

Debo comenzar recordando que no hace mucho publiqué un artículo de una vehemente dureza contra él, en su condición de Ministro de la Defensa. Esto es para recordar que no se trata de un santo de mi devoción. Tampoco diré ahora que me he convertido. Nadie lo creería : se sabe que no soy devoto de ningún santo. Y que si muy de tarde en tarde suelo molestar a mi paisana la Divina Pastora, es sólo cuando veo que el Cardenales está perdiendo por paliza.

El chingo y el sin nariz

Pero puedo repetir aquí lo que escribí a raíz del 4 de febrero de 1992 : todo el que se tomaba el trabajo de leerme, sabía que Carlos Andrés Pérez, a quien manifesté mi apoyo cuando enfrentaba la felonía del Héroe del Museo Militar, tampoco era santo de mi devoción, y en esos mismos días había escrito un rosario de diatribas en su contra. Pero, decía entonces, yo no soy jurado de un concurso de belleza, sino un ciudadano común y corriente aunque con suficiente experiencia histórica para saber que el peor de los gobiernos civiles es mejor que el mejor de los gobiernos militares.

Es dentro de ese orden de ideas que saludo como un acto positivo la declaración del general Baduel. Por supuesto, no ha faltado la virgen incontaminada que le reproche por qué esa opinión no la expresó antes. Son los mismos que se la pasan quejándose porque los militares no manifiestan su rechazo del autocratismo, y cuando lo hacen, les reprochan hacerlo tan tarde : la vieja historia del chingo y el sin nariz.

El camino del infierno

Por lo general, esa misma gente cuestiona las buenas intenciones de Baduel, y hay quien llegue al delirio de decir que todo eso es una treta montada de común acuerdo con Chávez, para engañar a la oposición. Y rematan : ¡Yo no estoy dispuesto a calarme otro Arias Cárdenas!

Esto merece ser visto desde tres ángulos. En lo que me concierne, me importa un bledo la intención del general Baduel, aunque sólo sea por aquello tan repetido de que el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones : lo que cuenta en este caso es el resultado, el impacto que semejante acción causa en la opinión pública, como reflejo del rechazo nacional a la abolición de la constitución para establecer una tiranía vitalicia. No convendría olvidar la sensata actitud de los radicales argentinos, anticlericales de nación que cuando Perón se enfrentó a la Iglesia, dijeron que para salir del populismo militar de Perón–Evita, estaban dispuestos a aliarse hasta con el diablo, y a mayor razón con la Iglesia.

¿Una treta de Chávez?

Tampoco falta quien vea todo esto como una treta de Chávez. Curiosamente, quienes creen capaz al teniente coronel de semejante prueba de maquiavelismo (en su acepción corriente de diablismo) son los mismos que le atribuyen una estupidez congénita. Y en el fondo lo que muestran es un profundo pesimismo, el de quienes creen imposible derrotar a un hombre que “se las sabe todas”. Son los heraldos de un abstencionismo a ultranzas, el mismo que hace más de medio siglo, descreían del “pobre y engatusado pueblo” que sin embargo, derrotó a la dictadura (y de paso a los abstencionistas) en las elecciones de 1952.

Pero son los que dicen aquello de que “perro viejo no lo capan dos veces”, y que no están dispuestos “a calarse otro Arias Cárdenas”, quienes mejor muestran la textura de su oposicionismo : son los mismos que lloriquean porque “la oposición no tiene un líder”; pobres huerfanitos calados hasta los huesos de mesianismo. Poco se les da los millones de manifestantes que de una forma u otra se han echado a la calle y han detenido no pocas veces la marcha que se quería arrolladora de Chávez hacia la tiranía.

Y el resto, al hombro

Porque lo que único que les interesa es la aparición un líder lleno de todas las virtudes, absolutamente perfecto que se encargue de “arreglar esto” mientras el resto de los venezolanos “nos las echamos al hombro”, para emplear el habitual lenguaje cuartelario.

Como ese líder no existe, ni ha existido nunca ni existirá jamás en una sociedad laica y escéptica, todo recién llegado debe ser visto no como un aliado sino con toda la desconfianza del mundo : o es un oportunista, o trata de lavar viejas culpas, o es el peón de un juego, de una añagaza gubernamental. Esto en un país como el nuestro, tan dado a la igualación por abajo, y cuyos más sabrosos platos son los que se sirven en la mesa de los caníbales.

No se debería olvidar por cierto que no estamos en una campaña presidencial, aunque Chávez buscará presentarla como tal para “polarizar” la escogencia y convertirla en un plebiscito. Lo que sí está claro es que estamos ante una escogencia histórica, donde lo sensato es acopiar la mayor cantidad de voluntades en vez de restarlas exigiendo todas las vacunas posibles.

PD : Terminado este artículo, se suceden las majestuosas manifestaciones pacíficas de los estudiantes contra la mal llamada “reforma”, y la respuesta del hampa cuartelaria azuzada por el Capo de tutti i capi en su discurso de pocas horas antes. Los estudiantes demostraron no tener miedo, y el Héroe del Museo Militar logró que en Mercal le apartaran doble ración de detergente.

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