Opinión Nacional

Avanza la destrucción del país

Aunque es tentador comparar a Chávez con los dictadores totalitarios que le precedieron en la destrucción de los países comunistas del siglo XX, el venezolano los supera en un detalle: ni Stalin, ni Mao, ni Kim Il Sung, ni Pol Pot, ni Fidel Castro conocían los resultados de un ensayo con los cuales se les pudiera demostrar que el comunismo era una utopía aberrante y monstruosa, y apropiada para establecer, no solo que no lograba la promesa de un mundo mejor, sino que extremaba las injusticias, las desigualdades y el atraso con que se pretendía justificarlo.

En otras palabras: que Chávez tiene frente a sus ojos la ruina, la catástrofe y las violaciones gigantescas de los derechos humanos a que condujo el comunismo, y no porque algún factor externo lo boicoteara, ni trabajara en su fracaso, sino porque está en la naturaleza de las utopías no construir sino destruir, no avanzar sino retroceder, no sumar sino restar.

Pero hay un dato tan, o más importante, en este contexto: fueron los pueblos de la URSS, las masas chinas, y las mayorías de los países de Europa de Este, las que terminaron clamando por el fin del experimento totalitario y colectivista, y sin protestar, ni disparar siquiera un tiro, vieron impasibles la evaporación de lo que había sido, y es, una de las estafas más grandes de la historia.

Se trataba del túnel que en 70 años convirtió a la URSS en uno de los países más pobres del mundo, y de los 40 en que China y los países de Europa del Este, retrocedieron a niveles del infradesarrollo que solo se conocían en África y con peligro cierto de desintegrarse y desaparecer.

Y como para dejar una prueba viviente, los casos de Cuba y Corea del Norte, países que, si bien han insistido en mantener el comunismo, es para no dejar dudas de la catástrofe humanitaria hacia donde los condujo.

O sea, que exactamente lo que ha ocurrido en Venezuela después de 11 años del empeño de Chávez en imponernos un fracaso anunciado, y que, por si las dudas, también se está traduciendo en destrucción, ruina, miseria, desigualdades, injusticias y violaciones de los derechos humanos.

Para solo citar índices recientes: Venezuela será durante el 2010 el país con la más alta inflación del mundo occidental ( 35 por ciento), el único de la región ( junto con Haití) con crecimiento negativo y que no está revaluando, sino devaluando, su moneda en la paridad con el dólar.

A este respecto hay un elemento que debe subrayarse: la caída del PIB haitiano debe atribuirse sin duda al terremoto que devastó a ese país a comienzos de año; en cambio que Venezuela, sin terremotos, huracanes, ni deslaves, no puede achacársela, sino al desatino de Chávez de imponerle la utopía comunista a como de lugar y contra viento y marea.

Chile, por el contrario, que también fue víctima de un terremoto aterrador poco después del de Haití, sí se está recuperando y con un pronóstico de crecimiento anual del 5 por ciento e inflación de 3 por ciento.

Otra información que conviene tomar en cuenta, es que Venezuela se favoreció en los últimos 6 años de un ciclo alcista de los precios del petróleo, que pasaron de 30, a 120 dólares por barril, permitieron un ingreso total de un BILLON de dólares (superior a todos los ingresos de Venezuela en toda su historia) pero sin evitar que el país ruede, sin remisión, a convertirse en uno de los países más pobres de la región.

Un vistazo a la Venezuela que queda de los primeros 10 años de barbarie chavista, terminaría de agregar pruebas -de nuevo concluyentes-, de hacia dónde conduce al país el comunismo y el totalitarismo, como pueden ser la destrucción de la infraestructura física, el deterioro de los servicios públicos, una ola de corrupción que es casi la tarjeta de presentación de la revolución bolivariana, y su inclusión en el círculo de la muerte del narcotráfico y la delincuencia organizada, con la casi inevitable humillación de que en poco tiempo pase a formar parte de la lista de “estados fallidos y forajidos ”.

En definitiva, que todo lo que necesitaría un gobernante medianamente serio para rectificar y evitarle a sus gobernados la tragedia de transitar por una carrera de sufrimiento sin causas y por objetivos inútiles, pero que en absoluto le dicen a Chávez otra cosa que fruslerías como: “Patria socialismo y Muerte” y a “Paso de Vencedores”.

La gran pregunta es: ¿Por qué? ¿Odio soterrado e inconsciente hacia Venezuela y los venezolanos, o complejos del que, incapaz de ser algo y hacer nada, no tolera la impronta creativa de los otros y se decide a destruirla, pulverizarla y borrarla de la faz de la tierra?
O sea, que el evangelio del odio, la intolerancia, la exclusión, la guerra, la destrucción… pero no porque de los mismos se pueda derivar algún provecho histórico, político o personal, sino porque está en la naturaleza de semejantes desequilibrados no dejar pasar cuanto sugiera que se puede avanzar hacia una sociedad más justa, inclusiva, tolerante e igual y como resultado del esfuerzo de todos y no de uno solo: del Caudillo.

De todo lo que Hannah Arendt describió como “banalidad del mal”, cuando percibió, aterrada, que los millones de muertos, los incontables sufrimientos y la inabarcable destrucción del exterminio nazi no se había hecho con otro fin que la inutilidad.

Inutilidad que es la reconversión de Alemania en un país capitalista y democrático vanguardia del desarrollo del mundo occidental; de la URSS, China comunista y de los países de Europa del Este, igualmente, en capitalistas y democráticos, y del resto de los países que se han perdido por los extravíos del comunismo y del totalitarismo, en propuestas prácticas y realistas que nada tienen que ver con utopías marxistas, ni de otro tipo.

Que es como un anticipo del destino que espera a Venezuela, por más que la revolución y su inutilidad amenacen con males sin fin a Venezuela y a los venezolanos.

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