¡Auxilio, socorro!
V erdaderamente, nosotros somos un país de comiquita. El CNE decide migrar un grupo de electores oficialistas fuera del lapso en que la ley y los reglamentos lo permiten y encima modificar el tarjetón violentando la norma que lo impide, para incluir a un candidato que no estaba en el programa y no hay institución que diga «esta boca es mía». Qué lecturas podemos darle a esto: · La primera y más sociológica es que la ley en Venezuela es solo para los bolsas. Que cada vez que obedezco una norma en Venezuela demuestro que soy un pobre pendejo que no tiene los recursos, la influencia o el poder para usar la norma con el fin de higienizar con ella el sitio por donde se descome. Qué mal está un país cuando los funcionarios violan la ley de manera abierta, pública y notoria, sin que ninguna institución del país mueva un dedo para impedirlo. ¿Es esto lo que tú quieres que continúe? ¿Es esto correcto? · La segunda es el efecto desmoralizador que se pretende crear.
Ese «sí, ¿y qué?» tan nuestro, tan auténticamente nuestro y cotidiano. Es el «me sale del forro» ontológico, olímpico con el que todo el que puede o tiene poder para ello, pisotea el derecho ajeno, usado para medir con raseros distintos, para cambiar el reglamento a mitad del juego. Definitivamente el CNE tiene interés en que se pierda el entusiasmo por votar, de que uno crea que es peor de lo que efectivamente es.
Una razón adicional para votar: quieren hacernos desistir y por algo será.
· La tercera la noción de «relativismo jurídico» que impera. La rectora nos informa lo siguiente: «Del análisis de la actuación (del CNE) no se desprende ningún hecho ilícito. Los 108 casos son excepcionales y de ninguna manera es la regla, los 108 casos, en un universo electoral de más de 17 millones, no representan incidencia alguna. Eso es insignificante. Representa 0,006% de los electores. (…) Eso no decide ni cambia alguna elección». Entonces según este principio, el homicida que asesinó a un médico esta semana en su consultorio, no tendría por qué ir preso porque él asesinó al 0, 000003333 del total de la población, mucho menos incluso que el 0,006. ¿Se trata de un homicidio significativo? ¿Qué pensarán sus familiares? Cómo es eso de que se puede medio violar la norma, porque son casos excepcionales. Ciertamente, la estrofa menos veraz y oportuna de nuestro himno es la que dice: «la ley respetando, la virtud y el honor».
Todo lo señalado configura una sensación de abandono de la que brota un grito de: «¡oohh! ¿y ahora quién podrá defendernos?» El mismo grito del 99 cuando apareció un Chapulín Colorado que terminó empeorando la vaina. Sin embargo, no soy pesimista. Algún día Venezuela cambiará y hombres de bien, con sentido de justicia y respeto conducirán nuestras instituciones, gente de verdadera estatura moral que despierte admiración y respeto y no pena ajena. No me importa si es este siglo o el que viene, seguiré luchando y votando. Porque, con todo y lo maltrecho que está, la del voto es la única institución que sobrevive.