Opinión Nacional

Autoritarismo vs. clase obrera (II)

En un artículo anterior, argumentamos que el colectivismo autoritario que existió en la URSS y aún se mantiene en Cuba no es “socialista”, ya que el concepto clásico del socialismo es el de un orden económico y social regido por la comunidad de los trabajadores manuales e intelectuales en forma democrática, con libertad y pluralismo. Marx, entre otros, siempre combatió todo asomo de elitismo y dictatorialismo en el seno del movimiento obrero, y por ello su pensamiento es incompatible con el sistema soviético o cubano, basado en la explotación del pueblo trabajador por una nueva clase dominante, dueña del Estado y de los medios de producción estatizados.

Para consolidar su dominación, el colectivismo totalitario ataca antes de todo a los sindicatos, por ser éstos la más primaria y democrática expresión de la clase trabajadora en su lucha social. Los trabajadores se sienten representados ante todo por sus sindicatos, y sólo en segundo lugar por los movimientos políticos que dicen identificarse con su causa. A través del sindicato se defienden, no sólo de abusos del capitalismo privado, sino también de los del capitalismo estatal, por “socialista” que pretenda ser. Con seguro instinto clasista terminan por rechazar toda fórmula política que desconozca la libertad sindical y pretenda imponerles una conducción vanguardista y dogmática.

Es lo que ocurre actualmente en Venezuela. El más importante y decisivo proceso que ha comenzado a vivir el país, en medio de su actual crisis económica, social y política, es el de la reunificación combativa de los trabajadores, tanto “chavistas” como “antichavistas”, desde las bases hacia arriba. El régimen populista autocrático presidido por Hugo Chávez jamás ocultó su profunda antipatía hacia el movimiento sindical venezolano. Desde su comienzo, trató de destruir a la CTV pero “no pudo con ella”. Luego impulsó la fundación de la Unión Nacional de Trabajadores (Unete) como presunta organización sindical “oficial” de la que esperaba dócil sumisión en espera de un “socialismo” que le gotease desde el cielo. Sin embargo, los hombres y las mujeres de Unete pronto revelaron su carácter de auténticos trabajadores y luchadores sociales. Ante la insensibilidad y el autoritarismo de las empresas estatales, estallaron vastas huelgas y protestas y últimamente, a medida que la crisis obliga al gobierno a mostrar su verdadero rostro antiobrero, se ha formalizado un histórico Pacto de Solidaridad entre la CTV, Unete y las demás confederaciones existentes. Ello representa un importante paso hacia la unidad entre la oposición y la disidencia en pro de la libertad y la justicia social.

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