Autocensura en materia militar
Recientemente, Aristóbulo Istúriz ha clamado a los cielos (mediáticos), creyendo delito toda alusión a la entidad armada. Excepto las arengas, ordenes, advertencias y reclamos que haga Chávez-Frí¬as, que no mensajes destinados al fortalecimiento de la delicada misión que le incumbe de acuerdo a la Constitución, todo gesto proveniente de las filas opositoras, por modestos y tímidos que sean, están en la órbita de una inmensa y enfebrecida conspiración que el vocero presidencial tampoco esboza, dibuja, pinta y denuncia.
Ya no es posible, según el canon, aludir a la Fuerza Armada Nacional (Bolivariana). Imposible debatir sobre la polí¬tica militar adelantada por el chavezato, las condiciones y presiones ejercidas sobre lo que se estima un departamento más en el nada leninista ni gramsciano (sino todo lo contrario) principal partido oficialista venezolano, porque solo la Voz de la Patria está preñada de las sacrosantas intenciones de un socialismo que, por cierto, no le da cupo a una corporación que está realmente al servicio de toda la nación.
Difícil resulta preguntarse sobre los planes masivos de importación de armamentos y las inversiones orientadas a la construcción de una flota submarina, en medio de la inocultable crisis económica. Valga acotar, los ascensos y descensos de carrera, las modificaciones o alteraciones del alto mando militar, la propia encargadurí¬a del ministerio del ramo, pertenecen al estricto ámbito castrense en el que ni la dirigencia civil del chavezato puede internarse, a riesgo de un disgusto del único que ha de entender la materia, no otro que el Presidente-Comandante.
Lejos de reprocharle al alcalde Ledezma o al gobernador Pérez Vivas toda referencia a la conducta asumida por el generalato o el almirantazgo, sentimos que Istúriz hace un llamado de fondo a la auto-censura. Reservado el tema enteramente al Presidente de la República, ni siquiera los ánimos directivos de la correspondiente comisión parlamentaria pueden pronunciarse públicamente, condenados todos al silencio.
COLETILLA
Una sistemática pulverización, quema o transformación de las libertades públicas se están sintiendo. Un diario de circulación nacional ha tenido el coraje de denunciar lo que ocurre en tierra mirandina o larense. Y podrían hacerse todas las observaciones del mundo a la prolongada, pero eficaz gestión que protagoniza Virginia Betancourt al frente de la Biblioteca Nacional, incomparable con la partidización de la institución en la que se empeña Arístides Medina Rubio o Fernando Báez, por cierto, autor de un afamado título que bien puede completar con un capí¬tulo relacionado con la historia nacional de la destrucción de los libros.