Aún no salimos del Oscurantismo
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define oscurantismo como: “1. Oposición sistemática a que se difunda la instrucción en las clases populares. 2. Defensa de ideas o actitudes irracionales o retrógradas.” y la Wikipedia lo convierte en sinónimo de Edad Media, ubicando a esta última entre la declinación de [la luz] al desplomarse el Imperio Romano y la reaparición [de la luz] durante el Renacimiento, aproximadamente en el siglo catorce.
El Imperio Romano existió desde el año 44 antes de la era actual [primera mitad del siglo primero antes de la era actual], hasta el año 476 [siglo quinto) de la era actual.
El Imperio Romano llegó a controlar un inmenso territorio superior a los 6 millones de kilómetros cuadrados en Europa Occidental y el Mediterráneo—y colapsó hace 16 siglos—pero algunas de las ideas y visiones del mundo y de la realidad de esa “época de luz” y del oscurantismo de la Edad Media que le siguió—y que finalizó hace cinco siglos—aún se aferran a muchas mentes humanas; como lo indica una información publicada por el diario caraqueño; El Nacional, el domingo 7 de marzo de 2010, bajo el título de: “Enanita indonesia pone en entredicho teoría de la evolución.”
Si usted lee la citada información de El Nacional, se percata que se refiere a algunos fósiles de la especie de homínido llamado científicamente Homo floresiensis, y cuyos restos; hallados en la isla Flores de Indonesia, han sido fechados para un período que abarca desde hace 38 mil años hasta hace 13 mil años; y que era una especie de humanoide diminuto (un poco más de un metro de alto—sin ser un enano, sino un ser completa y normalmente desarrollado)—y que no es uno de los antepasados del ser humano moderno—sino otra especie extinta de homínido no relacionada con nosotros.
Esos fósiles descubiertos en 2003, ni remotamente ponen en entredicho a la Teoría de la Evolución, expuesta en 1859 por el naturalista británico; Sir Charles Darwin, en su magistral obra titulada: El Origen de las Especies mediante la Selección Natural, y que desmiente contundentemente las ideas irracionales y retrógradas que afirman que el ser humano y todo lo que existe en el Universo fue creado sobrenaturalmente.
Esta es sólo una muestra más de que los creacionistas siguen empeñados—como durante el oscurantismo—en oponerse sistemáticamente a que la instrucción [la verdad] sea difundida en las clases populares.
El error de los creacionistas es pensar que la religión y la ciencia no pueden coexistir pacífica y armoniosamente, y por ello intentan inútilmente desacreditar, ignorar u ocultar los hallazgos científicos.
Los creacionistas deberían percatarse de que cada quien tiene derecho a profesar la fe de su personal escogencia—o ninguna—y que la humanidad moderna ya no puede seguir siendo conducida hacia un progreso y felicidad cada vez mayores, basándose en creencias sobrenaturales, sino en hechos científicos debidamente comprobados y aceptados por la comunidad internacional de naciones.
En el siglo 16 de la era actual, la monarquía absolutista de El Vaticano, prohibió los libros escritos por el padre de la ciencia; el científico italiano, Galileo Galilei—y lo condenó hasta el fin de sus días a prisión domiciliaria; pero esa arcaica represión de la verdad ya no es posible en un mundo digital y globalizado.
Todo padre y madre que aspire a que sus hijos sean capaces de ser autosuficientes y exitosos cuando sean adultos, debe más bien asegurarse que las escuelas, liceos y universidades a las que ellos asistan, les enseñen debidamente una de las dos más importantes teorías científicas de todos los tiempos; la Teoría de la Evolución de Darwin; la otra es la Teoría de la Relatividad de Einstein.