Audifonía urbana
Pocos dudan que la ciudad sea un gigantesco cesto de basura , extremada por los laberintos que día a día construimos sus habitantes. Perdida la urbe y la urbanidad, cada quien le impone al otro sus nada originales gustos, los ex-disparan mejor desde los automóviles públicos y privados, las celebraciones madrugadoras del vecino no admiten la más mínima queja, el pavimento no duermen siquiera siendo tan golpeado por el escándalo, el pitaje de los modestos fiscales de tránsito es ahogado por la corneta sirenada y las obscenidad que urgen de una renovación el repertorio: el silencio ha perdido todo prestigio y gritar parece una solemnidad citadina que, al confinarse sobre todo en los centros comerciales, nos permiten dudar de la solvencia profesional de arquitectos e ingenieros.
En el apresurado inventario de los ruidos, figura el audífono otrora creí una espléndida conquista tecnológica de aparatos que están presentes de miles de piezas musicales. Y, con ellos, en la vecindad obligada de peatones, como si fuese todo un solo de estatus, suelen estorbarnos dos y hasta varias personas que no sospechan de un posible y futuro ?tinnitus?, compartiendo sus ritmos contradictorios por el volumen que les emociona delatando la intimidad de sus gustos.
Peor es el caso de aquellos que irrumpen en un vagón del metro, con abandono de los audífonos. Frecuentemente, desde el celular megafonean a los compañeros de ruta como si fuese una gracia y, desde su juvenil displicencia y absurda rebeldía que amerita de causas mejores, escandalizan y compiten con otros escandalizadores, después todos asfixiados por la arbitraria programación radial que inunda los trenes y, al parecer, con Alí Primera.
Privacidad aparte, nos asombra la uniformidad de gustos y, en un país que ha hecho del Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juveniles su emblema, la poca penetración de grupos mal elaborados. De modo que, por una parte, generalmente somos testigos obligados de una música de desecho, si se me permite la osada calificación pues, abundando en todas partes y a la intemperie, quisiéramos descubrir innovaciones de piezas de una simplicidad tal que cabe aprender y repetir constantemente la letra.
Obviamente, la sentencia popular se impone (?entre gustos y colores ??), pero a veces nos antojamos del criterio musical que predomina y no permite la intromisión de otros. En día pasados, al sintonizar un programa radial de Iván Loscher realizado con Iván Mata, en el que comentaban la incorporación de unos tubos a una determinada marca en los años sesenta, recordamos muchas de las opiniones antes vertidas en emisoras especializadas en rock que, de alguna manera, ayudaron a deslindar y a profundizar un poco más en nuestro gusto por el grupo.
Evidentemente, hemos aprendido desde una determinada rama musical, que solo el tiempo permite depurarla y elegir los que más automáticamente gustan, aceptando la aventura de otras que pueden interesarnos por sentirnos bien en la audición inicial, pues, como en todas las artes, lo importante es que guste o no y la reflexión viene después. No puede negarse el audifonista urbano, en la intimidad de un moderado volumen, a explorar aquí taitisbo musical que le llamen la atención atreviéndose a un llanerazo, a una salsa, a un blues o a un ?progresivo? que, quién sabe, elevaría sus exigencias de un mejor ?riguetoneras.
Por otra parte, lo increíble es que – repetimos -emblematizados por los juveniles más académicos del patio, no haya sospecha de una mayor sintonía de compositores y orquestas que hemos estereotipados como muy aptos para los días de luto. Por ejemplo, Vale TV es la emisora que transmite en horario estelar a la Municipal de Caracas, los domingo a las ocho de la noche, mientras ? a lo sumo ? las de cartel e estatal lo hacen en el horario dominical y no menos estelares como de las seis de la mañana.
Y no se trata de liquidar la necesaria competencia comercial de otros grupos, sino de suplir y difundir – hasta que no prenda la iniciativa privada – la programación de aquellas piezas de una riqueza musical que el portador del audífono disfrutar inmensamente, ya difícil de gozar en la Radio Nacional tan golpeada por el culto a la personalidad presidencial. Por citar un caso, al amigo foro le costaría creer que en el país que martilla a Beethoven no adivine a Juan Bautista Plaza, o el de Gustavo Dudamel no sepa de Pablo Castellanos, pero ? lo más grave para toda nuestra vanidad de moda, luego de exportar petróleo, misses y telenovelas ? no tengamos un equivalente de ?El conciertazo? de la TVE, ?el gran concierto? de la RAI o los extraordinarios programas que transmite Film&Arts, desde su muy libre y comercial banda de ?rating?.
Finalmente, apartándonos un poco de nuestros semanales ejercicios de opinión local, bien vale que el joven lector haga el esfuerzo de innovarse en la intimidad. Nos atraen los golpes de cuatro que acompañan al ?Cunaviche Adentro? de Primera, la voz de María Teresa Chapín o de Morella M, atrapando un estado de anímo, Ella Fitgerald mejorando con el tiempo, un punteo de Jimi Page tras la garganta de Robert Plannt, el ?Ricercare? de Joaquín Rodrigo o los cuatro estudios para orquesta de Igor Stravinsky, Vytas Brenners y Serrat, pero ? en fin ? nos llama más la atención a la posibilidad de entrometernos en otros grupos e interpretes, por lo que humildemente, no siendo ya habituales radio-escuchas, le pedimos a los audifonistas que renueven sus gustos para espiarlos ? inevitablemente – en la vía para con algo más que el basural de ruidos.