Opinión Nacional

Asedio a Panorama, Asalto a La Razón

Una inmensa carga de terror ensombrece a Venezuela. Recorre todos los trayectos y asalta todos los caminos. Odio brota de la palabra que sin proporción ni medida alguna se suelta desde todas las instancias de las hegemonías, empecinadas, unas, en mantenerse en el poder, empeñadas, otras, en alcanzarlo para su disfrute, expresiones ambas del poder sin gloria, si hubiere alguna gloria en la fuerza y la violencia de la cuales se nutre y en donde vive y crece el poder. La difamación, la coprolalia, son las deidades para estimular y justificar el delito, el crimen y la impunidad el templo donde se protege al delincuente. No hay un solo crimen que alcance su castigo y las leyes son cosas para el contubernio en manos de los jueces ricos en ignorancia; abundosos, repletos de abyecciones para la legalización del superior delito. Mujiquitas son, eruditos en complicidades son. Las iglesias, unas, clausuraron sus puertas y nadie sabe, ni siquiera Dios, a qué responde y obedece este macabro juego, si para aislar a Dios, de la palabra y la verdad del hombre o si para alejar al hombre de la verdad de Dios, o, si deliberan en las clausuras de sus cerraduras condenadas para poder dormir tranquila su indolencia, el templo hecho caverna. Otras iglesias, sectas, asaltan ministerios e instalados en ellos engordan su fundamentalismo y sus bolsillos. Maldicientes del imperio comparten el bautista compromiso tan cerquita de Bush y tan lejos de Cristo.

Las universidades son espacios para la autonomía de los delitos, el mayor de los cuales, el silencio, le garantiza su existencia pantagruélica. Ni una palabra buena sale de su seno. La ciencia escondida en algunos laboratorios, como en las catacumbas de las primeras eras, con sus mártires que imploran para que la luz del saber y la ciencia, de la creación, y arte volar puedan. Viven las universidades transitando su autofagia que con sátira sonrisa alimenta el poder con sus menguados o suculentos presupuestos. Da lo mismo, amamantada su autofagia las impide ver el trayecto de su muerte. A Diógenes le quitaron su lámpara y lo ahogaron en una tina seca. La sequedad sin aire asfixia cada sueño. Ya lo demás qué importa si se anda sin saber si se existe, si cada paso es el trayecto de las sombras o si la voz que oímos es un distante eco que distante evoca su original sonido.

Las policías resucitan a los muertos para evitar que incurran en magnicidios, mientras esconden los cuerpos de otros muertos presumiendo que en sus bolsillos puedan quedar palabras que reclaman justicia, o que descubran a criminales decorados, orlados vestidos de inocencia. Y no hay niño que exhiba su belleza gritando que el rey anda desnudo. El poder moral es el nicho donde pacen los siete pecados capitales, a sus anchas, sin riesgo. Dalino Anderson y Cristóbal Colón, son expresión de esta historia. A éste lo quemaron para borrar la historia, a aquel, Anderson, para evitar que contara historias. Por ahí andan los dos, dicen algunos poetas que deambulando en su empeños de escuchar ser oídos y hablar, no tanto de ellos mismos, de su tiempo sin tiempo, sino de las miserias de sus verdugos y de las manos que movieron sus actos.

Descrito en rasgos tímidos está la existencia de este país de vida que agoniza, gris. Y un hecho más de los que no se cuentan porque tan grande el número de seres que asesinados mueren que, como dije ayer, ataráxicos pasamos sin vivir ante ellos. Y de pronto, un delito más cubre los diarios y las pantallas, no por su novedad, tampoco a ciencia cierta por la muerte que los sicarios reparten por doquiera, y los ojos testigos se condenan a no nada ver, solo su propio miedo. No por ellos, si poco vale un vivo, y, poco es nada, menos muy menos menos vale un muerto. La muerte no conmueve. Sólo se contempla el espectáculo de la obra cuyo fin conocemos. La ausencia tal vez provoque lágrimas o despierte en algunos el instinto de apostar a ella y en la venganza alcanzar la justicia. Y, entonces, la razón ha muerto. La verdad despavorida ha huido con tal ansia de no volver atrás, que no han quedado huellas. Así ando sacudido. A un diario de este Zulia, Panorama, se intentó apagar la palabra. La causa y no razón se prejuzga estaba en la indignación que generó en familiares, amigos, la información sobre las condiciones de vida y conducta del presidente de la FCU.LUZ, que objeto habría sido del sicariato exitoso, y que posible fuese que el bachiller víctima sea de su propio juego, de este macabro juego que tendría como campus las cosas domésticas de la universidad. Su LUZ sin luz. Carezco de elementos que permitirme puedan emitir justo juicio. Solo que bueno es inscribir este hecho en el universo en el cual, condenados casi, damos vueltas. A su familia ruego perdón por cualquier yerro.

En efecto, el cierre de RCTV, los frecuentes atropellos, intentos de asalto, disparos, declaración de ser objetivo de la justicia revolucionaria, a Globovisión; los frecuentes cierres de emisoras chicas, el chantaje de las concesiones, las acusaciones contra El Nacional, Tal Cual, El Universal, y una larga lista, tienen en común, como el caso de Panorama, la instauración de la intolerancia, de la incivilidad, del terror, como las formas preeminentes de la conducta social. Del comportamiento social y del actuar sin leyes del gobierno. Derecho legítimo tiene el Estado, su gobierno de turno, de señalar conductas desviadas según su óptica, legítimo derecho tiene de dar respuesta a las acusaciones que recibe. Pero un solo modo de responder a estas acusaciones, e incluso, a las conspiraciones, magnicidios, es el cumplimiento de la ley, es hacer cumplir la ley, y la ley es dura, dicen los juristas, pero es la negación del terror, sea verbal, tal vez su forma mas infame, sea físico, torturas, persecuciones, que pesan como miedo, pero en su tragedia, pasan. Desde luego, es este el mismo modo de actuación que debe ejercer el ciudadano. La ley del Talión la enterraron las normas para cohabitación y coexistencia que el hombre en duras luchas se ha dado. Estado de derecho, se dice hoy de manera sencilla. Y la constitución nuestra lo amplia en sus buenas y felices determinaciones. Y cuando el gobierno viola esos principios convierte el terror en el arma, su arma, para su existencia y sobrevivencia. Y cuando el ciudadano se convierte en simple habitante de ese universo, la anarquía se hace su propia norma, y el caos aparece como la única relación entre el Estado, la sociedad y el individuo.

Pero volvamos a la realidad que pesa como un fardo sobre almas y cuerpos. Sentimos, al menos yo y no tengo derecho a hablar por todos, entiéndase entonces, mi familia, mis amigos, que vivimos una era de caos. Pero, nos anima la posibilidad de que la conmoción del caos genere un nuevo orden. La cuestión está en cómo lograr salir de tal complejo momento de nuestra historia y nuestra sociedad, como totalidad y como individuos. Pienso que el camino se inicia en la palabra, con la palabra. Y, es entonces cuando los políticos, muy especialmente, están obligados a llenar su lenguaje de nuevos contenidos que tengan en la ciencia y en la orientación ética su modo de existencia y en la belleza de su exposición la forma de constituirse como mensaje que sea capaz de formar de construir, y devolverle la critica, la razón a la conciencia. Dicho mejor, devolver al hombre la consciencia. Que es difícil lo se, mas no imposible. Al la violencia, a la difamación, hay que oponerle la verdad y la belleza. ¡Al terror lo derrota la paz!
Los medios tienen un papel de trascendental importancia. Hacer del enunciado sobre la información veraz, su mejor verdad. Las iglesias deben volver a abrir sus puertas y, entonces, pueda Dios echar a andar por los caminos y encontrar al hombre. Cada maestro obligado está a devolver la verdad a la escuela y que los niños puedan reconocerla, recrearla haciéndola crecer buena y bella. Que nada de lo dicho suponga lenidad, complicidad, ni cobardía. La verdad es verdad y doler suele, solo que le es ajeno el odio, el terror, la venganza. Yo por mi parte sigo mi indeclinable oficio de acontista, según la definición y no su genio, ciertamente, de León de Greiff. “Yo, señor, soy acontista/. Mi profesión es hacer disparos al aire/. Todavía no habré descendido la primera nube/.Mas la delicia está en curvar el arco y suponer la flecha donde la clava el ojo/.

P S. Hoy fui a oír y a ver el discurso y programa de Pablo Pérez a la Gobernación del Zulia. Cuanto más satisfizo mi alma fue no haber escuchado ni una sola palabra contra Chávez, ninguna referencia agresiva a Di Martino… solo cuanto se propone para que el zuliano y los aquí venidos cohabitemos y vivamos con calidad de vida en esta tierra espléndida, tenaz, donde la libertad derrote tantos miedos y el Zulia sea zona del encuentro de todos en bien de Venezuela.

No fui invitado al acto que con los mismos fines hizo antes Di Martino. Creo que huye de mí, sabe que ando tras él para que me devuelva una obra del Dr. Sampere, arquitecto sabio, sobre Maracaibo, su historia esencial, sus espacios vitales, que en lugar de editar como homenaje a esta ciudad, me secuestró hace años y aprovecho una vez más para exigir su liberación.

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