Opinión Nacional

Asco

Ser un asco: ser indecoroso y despreciable, no valer nada. Crápula: acción impúdica o deshonesta (crapuloso, aquel que la comete) Cobarde: sin valor ni espíritu. Pérfido: desleal, infiel, traidor. Repulsivo: repugnante, desviado. Réprobo: malvado, infame. <b<Cayapear: reunirse muchos para atacar a uno sobre
seguro (cayapero, quien realiza tan repudiable acto). Monstruo: producción
contra el orden regular de la naturaleza, persona muy cruel y perversa.

Elijan ustedes amigos lectores, el calificativo que crean más adecuado para
ese contrasentido (con apariencia de ser humano) que ocupa hoy la Alcaldía
mayor de la ciudad capital de Venezuela.

Es poco lo que puede agregarse a la indignada reacción del país decente
-chavista y no chavista- ante la conducta abierta de un funcionario, alguien
que debería comportarse como un servidor del pueblo, que se aprovecha de un
acto público -con asistencia masiva de adeptos- para insultar, humillar,
exponer al escarnio a dos funcionarios electos como él, y luego, tras
bastidores, empujarlos y escupirles a la cara. Los antecedentes homicidas
del profesor universitario Juan Barreto prueban que su afición por la
violencia no es solo verbal. Y algo más: prueban que es un individuo
altamente peligroso que, como diría uno de los dirigentes chavistas
presentes en el acto, necesita un psiquiatra. Y con urgencia, añado.

El bochornoso acto ocurrido en plena campaña electoral no deja de causar más
que sorpresa, estupor. La política se puede definir de muchas maneras, una
de ellas es el arte de convencer. Debería suponerse que cuando se está a
pocos meses de una elección tan importante como es la presidencial, el
equipo de un candidato busca sumarle votos. En este caso ha sucedido todo lo
contrario: quien aprovecha un acto público para llamar putrefacta a la clase
media y para amenazar a los alcaldes agredidos con expropiarles todo el
Municipio, está de una vez espantando a millones de electores. ¿Acaso todos
quienes viven en los municipios Chacao o Baruta son esos ricos que tanta
repulsa o envidia provocan al alcalde mayor? ¿Ignora quien fue jefe de
Medios en la primera campaña presidencial de Chávez, en 1998, que hay un
porcentaje elevado de los llamados Ni-Ni, aún no inclinados por ningún
candidato, que podrían correr despavoridos hacia el candidato de la unidad
opositora?

El terror es un arma que utilizaron en su momento todos los fascismos: el
nazismo de Adolfo Hitler y luego el comunismo de Lenin, Stalin, Mao y, en
nuestro continente, de Fidel Castro. Hitler lo empleó durante doce años,
Lenin murió antes de poder desplegar al máximo su condición de genocida;
Stalin, Mao y sobre todo Castro, han contado con el auxilio de su propia
longevidad para hacer de sus gobiernos sistemas sostenidos por el miedo. ¿Es
ese el aporte de Juan Barreto a la perpetuación del régimen chavista? Sin
duda que cualquier psicópata con poder causa pánico, especialmente si ese
poder es omnímodo y si no hay posibilidades de derrotarlo. ¿Estamos ante un
caso así?

Hay algo que falla, una pata que cojea en la misión miedo de la revolución
chavista y es el afán de aparecer ante el mundo (que Chávez no acepta que
sea ancho y ajeno) como demócrata. Los países comunistas de la órbita
soviética podían llamarse, con el mayor cinismo, democracias y ser lo
diametralmente opuesto. Eso ya no es posible en el mundo globalizado. Es
factible que en muchos casos haya una suerte de vista gorda parcializada con
respecto a las tendencias autocráticas de un gobierno, pero ser un tirano
sin parecerlo es bastante difícil. Chávez va por el mundo alabando la
revolución bolchevique, con Stalin al frente, y la de Mao. Ni que decir de
la cubana protagonizada ad eternum por Castro. Sin embargo se empeña en
hacer elección tras elección para mostrar a ese mismo mundo, que el es un
demócrata y que su gobierno es legítimo porque es producto de la voluntad
popular. ¿Acaso Chávez se cree inderrotable y está convencido de que jamás
perderá una elección?

Los abstencionistas responderán afirmativamente, precisamente su decisión de
no votar se basa en la convicción de que Chávez gobernará hasta el fin de
sus días porque ha blindado un sistema electoral fraudulento e imposible de
derrotar. Si así fuera uno tendría que preguntarse a qué se debe que el
teniente coronel viva desde hace ocho años en una perenne campaña electoral.

¿Acaso ocurría eso en la URSS de Stalin, o en la China de Mao? ¿Sucede en la
Cuba de Fidel Castro? Primero se jactó de que el próximo 3 de diciembre
recibiría diez millones de votos, ahora bajó la cifra de sus aspiraciones a
solo seis. ¿En razón de qué ocurre esto? Podría perfectamente ordenarle al
Consejo Nacional Electoral, rendido a sus pies, que fabrique esos diez
millones ya que la trampa está montada y es imbatible. Pero hasta él sabe
que no es posible hacer un fraude tan obsceno. Guardar las apariencias tiene
mucha importancia para un aparente demócrata.

Visto lo anterior habría que saludar el deleznable acto de Barreto como el
mejor apoyo al candidato unitario de la oposición, Manuel Rosales. Muchos
indecisos se habrán decidido ante esa exposición de lo peor y más abierto
que puede existir en quien ocupa un cargo tan relevante dentro del chavismo.

Y muchos abstencionistas, me consta, han cambiado de parecer y van a votar
porque ven con horror unas amenazas que hay que considerar seriamente.

No quisiera terminar esta nota sin expresar admiración y respeto por Marino Alvarado, de la organización PROVEA, defensora de los derechos humanos. Alguien que tiene el valor de levantarse frente a una masa enardecida por un discurso fascista e incendiario, para expresar su repudio al mismo y solidarizarse con los agredidos, es un hombre, una persona en el sentido más integral. Ojala Venezuela contara hoy con muchos Marinos Alvarados, otra sería nuestra realidad.

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