Opinión Nacional

Ascenso social y educación

En el Parlamento Cultural de MERCOSUR realizado esta semana en Caracas, el ministro de Educación Adán Chávez habría afirmado que en la cuarta república el proyecto educativo se orientó como un modo de ascenso social. Pero lejos de ser una alabanza su intención fue de censura. Para ello se apoyó en la reconocida “autoridad pedagógica” de Vladimir Ilich Ulianov, alias Lenin .

Si no fuera por el brutal grado de enajenación ideológica que embarga la mente de algunos funcionarios públicos, uno juraría que se trata de una mamadera de gallo. Quizás el mayor elogio que se le puede endilgar a un sistema educativo que profesa ser eficiente, democrático y equitativo, es que sirve como vehículo de ascenso social. En la Venezuela de los años 60 y 70 la masificación de la educación pública permitió que a centenares de miles de hijos de hogares humildes se les abrieran las puertas para la superación de su condición de pobreza graduándose como profesionales y técnicos competentes en las más variadas carreras. Como lo indican los estudios que han reseñado este fenómeno en el país, estas dos décadas se caracterizaron por una enorme movilidad social y una mejora en la distribución del ingreso. Pero se entiende; por la experiencia de quienes participan del presente gobierno, ascenso social es sinónimo de trepar hacia el poder.

¿Para qué sirve, entonces, la educación en el “Socialismo de Siglo XXI” si se condena la movilidad social? El propio ministro ofrece la respuesta: para crear el Hombre Nuevo. Se desprende que éste habrá de despreciar la motivación al logro y el deseo de superación a través del desarrollo de su talento personal. Tales expresiones de individualismo burgués darán paso a valores superiores de solidaridad y de compromiso con la “revolución”, de manera de subordinar las apetencias personales a un “interés colectivo” etéreo que, por antonomasia, sólo lo puede definir el hermano del ministro Chávez, es decir, el Presidente de la República. Ergo, el Hombre Nuevo se definirá como tal en la medida en que profesa su lealtad y espíritu de sacrificio por todo lo que se le pueda ocurrir a Hugo Chávez: “¡Patria, Socialismo o Muerte!” Para evitarle a este ser excepcional y puro la tentación de las ambiciones individuales la élite gobernante se sacrificará, reservándose el oprobioso ascenso social para ella exclusivamente.

Lo insultante es que se nos pretenda vender ésta y otras prédicas como expresiones de “progreso”, de “justicia social” o de la construcción de “la Venezuela del futuro”. Pero la obnubilación ideológica tiene precisamente ese cometido. En atención a ello debe conquistarse la hegemonía comunicacional de que nos hablara Andrés Izarra, sea como sea. De ahí el empeño en cerrar a RCTV contra viento y marea, copar los espacios radioeléctricos con emisoras oficialistas e inducir la autocensura en medios todavía formalmente independientes. De ahí también la desestimación de toda organización social independiente -así se declare prochavista- para reemplazarla por estructuras diseñadas para estar bajo el control directo del Jefe Supremo, como pretende hacerse con los Consejos Comunales y los anunciados Consejos Obreros. Los sindicatos, asociaciones de vecinos, asociaciones gremiales, tienen sus días contados en esta visión “revolucionaria”.

La clave nos la había dado ya Norberto Ceresole en los inicios del actual gobierno. Según este neofascista argentino, el Caudillo y su capacidad de interpretar al pueblo devienen en la única expresión legítima de democracia popular. Toda intermediación de partidos y/u de otras organizaciones resta carga revolucionaria al proceso, pues interpone intereses subalternos entre el visionario líder y sus seguidores. De ahí que la educación no debe servir para reforzar el criterio independiente, la capacidad de discernimiento propio, las herramientas para valerse por sí mismo. Lo que buscan los hermanos Chávez es engendrar un venezolano que no tenga otra referencia para ubicarse que no sea la verdad oficial. Se precisa de una masa informe, cultivada en los preceptos y mitos a partir de los cuales construye su legitimidad el régimen, para poder perpetuarse en el poder. Como muestra un botón: el diktat a los oficialistas para formar filas en el Partido Nacional Socialista Venezolano, sin discusión de propósitos, estatutos o programas de gobierno.

En fin, si se les permite, tarde o temprano la educación va a ser puesta al servicio de la funesta tarea fascista de la reingeniería social a partir del cual saldrían, como chorizos en una fábrica de embutidos, el tan ansiado Hombre Nuevo uniformado de camisa roja, rojita, uno tras otro. La retórica tradicional de izquierda, la denuncia de la “oligarquía” y de Bush, así como el abuso del ícono del Ché fotografiado por Korda, sirven como efectiva cortina de humo para ocultar que la diferencia con las camisas negras fascio o con las camisas pardas de la Sturmabteilung –SA- es, si acaso, de pigmento.

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