Arroz con mango
¿Puede alguien en su sano juicio sostener que el teniente coronel Chávez Frías tiene algo parecido a una ideología? Tuvo la inmensa suerte de aparecer en un momento en el que todos los partidos políticos venezolanos, con la ayuda de muchos oportunistas de oficio y de la mayoría de los medios de comunicación social, habían llegado a su ponto más bajo en popularidad y aceptación por parte de la casi totalidad de la población, y así se convirtió, sin el más mínimo mérito, en el ídolo de las mayorías. Y, para colmo, la reacción de los “enanos” (término que le escuché a un ex-dirigente de Acción Democrática para referirse a los que dominaban el partido en ese tiempo de crisis absoluta) de AD, Copei y el MAS reaccionaron de la manera más equivocada posible: pretendieron apagar el incendio con gasolina. Fue entonces cuando los adecos, caricaturas de lo que había sido el “partido del pueblo” en las décadas de 1950 y 1960, y los copeyanos, que ni siquiera a caricatura llegaban, lanzaron las candidaturas de Alfaro Ucero y de Irene Sáenz, y los masistas, que prácticamente habían ahuyentado de sus filas a sus valiosos fundadores, como Teodoro Petkoff y Pompeyo Márquez, para caer en manos de otras caricaturas, no tuvieron mejor idea que apoyar, de la manera más oportunista imaginable, al propio teniente coronel. Le sirvieron la mesa en un claro suicidio colectivo. Y el teniente coronel, que no estaba en absoluto preparado para gobernar, empezó a hacer desastres, con el agravante de que muchos de sus desastres divertían a muchos, y otros saciaban el resentimiento y hasta la maldad de otros muchos. Ello le ha permitido estar en el poder, abusar del poder, por más de una década, tiempo durante el cual Venezuela perdió para siempre la oportunidad de desarrollarse, de dejar atrás la pobreza, de convertirse, como Chile, en lo más parecido a un país del Primer Mundo. Lo extraño, que sería divertido si no fuera trágico, es ver a personas que uno consideraba serias, convertirse en seguidores de esa caricatura de gobernante que no tiene absolutamente nada de revolucionario, que es un oportunista y un corrupto, que ha convertido la política en una payasada. Que se burla de todo y de todos y que, y allí está lo trágico de su payasada, con su resentimiento, su incapacidad y su arroz con mango, lo único que ha hecho es destruir el presente y el porvenir de Venezuela. Por algo el sabio Henri Pittier aseguraba que el mango era dañino para la moral de los pueblos, porque es demasiado fácil de conseguir. Y mezclado con arroz, es mortal.