Opinión Nacional

Arrodillarse o resistir

Aún resuena en la conciencia crítica del judaísmo la quemante requisitoria de Hannah Arendt: el mayor y más grave error de las comunidades judías en la Europa sometida a la bota totalitaria del nazismo – la misma de cuyos hedores comenzamos a disfrutar en la Venezuela del gas del bueno y la justicia del horror de doña Luisa Estela Morales – fue haber aceptado con mansedumbre la bestialidad hitleriana y no haber respondido desde un comienzo, incluso desde antes de la Noche de los Cristales Rotos, con virilidad, con fiereza, con hidalguía.

Es un tema espinudo que aún remueve esos polvos lejanos, convertidos en cenizas en los crematorios de la brutalidad nazi, cuando se desparramara sobre seis millones de inocentes de toda edad, sexo, clase, nacionalidad y condición, el mejor de los mejores “gases del bueno”: primero monóxido de carbono de los tubos de escape de los propios furgones de exterminio – método lento y poco “productivo” -, para pasar al asesinato masivo mediante la construcción de cámaras con aspersores para la irrigación del gas Zyklon B, una forma de cianuro de hidrógeno, de comprobada eficacia en Auschwitz y luego en todos los centros de exterminio construidos por los nazis a escala industrial.

Para llegar a ese punto de inflexión en la historia de la humanidad, pues los ochocientos mil o más años de historia del que llegaría a ser el hombre contemporáneo deben dividirse entre antes y después de Auschwitz, los judíos de la Europa nazi habían ido aceptando su persecución y arrinconamiento, su represión y confinamiento, con la voluntad y la aquiescencia de las ovejas. Salvo honrosos ejemplos, la pauta fue aceptar en silencio y acomodarse a la situación, creyendo ingenuamente evitar lo peor. Según Hannah Arendt está comprobado que allí donde hubo una resistencia firme y decidida desde un comienzo los sufrimientos fueron infinitamente menores o inexistentes. Allí en cambio en donde las comunidades judías llegaron al extremo de montar sus propios aparatos parapoliciales para secundar a las tropas de asalto nazis seleccionando y deteniendo a los candidatos al traslado a los campos de exterminio, la aniquilación fue total. Recordemos como honrosa y magnífica excepción la heroica insurrección del Ghetto de Varsovia.

Desde entonces y ante la invasión de la barbarie – interna o externa, endógena o exógena – no valen más que dos posibilidades y una sola disyuntiva: arrodillarse o resistir. Lo recuerdo no sin sorpresas y hasta con exasperación viendo el avance de la barbarie rojo-rojita de nuestro Hitler tropical ante la complacencia, las concesiones y debilidades de quienes privilegian un acomodo con el terror del estado chavista – creyéndolo meramente circunstancial – antes que la viril reacción de la negativa y la protesta, la denuncia y el reclamo.

Se equivocan de cuajo: muestran la debilidad de sus principios y algo muchísimo peor, la tonta ingenuidad de falsas esperanzas. Quien le da la mano a los esbirros del régimen – sean jueces o policías, carceleros o ministros, fiscales o administradores – está hipotecando el brazo. Pronto se quedará sin ellos. Y amputado en lo que fuera su propia esencia, puede que sobreviva, pero al precio de haberse convertido en una piltrafa humana.

Pasan por alto estos acomodados de la oposición que nada es eterno, que el régimen comienza a entrar en la dinámica hitleriana porque no tiene más remedio, y que su sobrevivencia depende de que nos arrodillemos o resistamos. Es la hora de la pasar a la resistencia, sin concesiones a consideraciones cuantitativas como las de quienes consideran que resistir no es el mejor modo de crecer. Patraña: hoy la mejor manera de crecer es fortaleciendo nuestro rechazo y dando testimonio vital de nuestra entrega a la lucha por la libertad y la democracia. No por casualidad los venezolanos que ya están en la primera fila de la resistencia – Antonio Ledezma, César Pérez Vivas, Pablo Pérez, Henry Ramos, Ismael García, Leopoldo López y todos quienes dirigen nuestras luchas de resistencia a lo largo y ancho de la república – son o serán los líderes del presente y los constructores del futuro.

Avergüenzan quienes corren a entregar las cabezas de sus mejores comunicadores a la voracidad de Hugo Chávez. Cometen el más grande error de sus vidas.

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