Opinión Nacional

Arremetida destructora

Parece mentira, pero todavía hay sectores políticos de oposición que parecieran cómplices del régimen. No quieren darse por enterados de la arremetida hasta ahora incontenible de la destrucción de la República. Principios y valores fundamentales ruedan por los suelos. El Derecho desaparece como instrumento para regular la vida en sociedad. Las relaciones entre los ciudadanos y las de ellos con el estado-gobierno están determinadas por la violencia física e institucional, por la arbitrariedad, el cohecho y la corrupción espantosa que hoy existe. El pueblo está indefenso, solo y abandonado. El ambiente es de sálvense quien pueda y como pueda, lo cual es válido para todos los sectores, para pobres y ricos.

Las últimas decisiones con relación a la autoridad metropolitana de Caracas y la reforma a la ley de descentralización, así como el desconocimiento de expresas normas constitucionales relativas a las competencias de los estados y municipios para reconcentrar todo el poder en este gobierno corrompido e incompetente, son complemento de la agresiva arremetida contra la propiedad, el aparato productivo privado, las inversiones extranjeras y la violación a derechos humanos primarios como sucedió con Nixon Moreno. La inseguridad personal y jurídica desata una guerra en las sombras que ya tiene consecuencias públicas. Obliga a cada ciudadano a defender lo suyo con todo. Es decir, la vida, la familia, sus propiedades, la salud y la educación. Nadie hará por uno lo que cada quien tiene que hacer para sí mismo. Pero todos juntos tenemos la obligación de defender lo nuestro que está siendo destruido. Es decir, la república, la patria, los principios básicos del sistema democrático y la garantía de poder vivir en paz, con orden y libertad.

Las acciones oficiales son de tan graves, que ya no podemos seguir analizándolas al detal, ni agotarnos en diagnósticos mil veces repetidos. No hay solución para nada mientras este régimen exista y el señor Chávez se mantenga en la presidencia de la república. No podemos seguir perdiendo el tiempo pidiendo un diálogo que no se dará jamás de manera honesta y decente con quienes carecen de esas dos condiciones y no tienen capacidad de rectificación ni propósito de enmienda. Venezuela no necesita de diálogo. Necesita otro gobierno, de verdadera unidad democrática que reformule la vida nacional, haga renacer la vida en libertad y encabece un nuevo régimen sobre bases distintas y mejores a las que actualmente le sirven de soporte. Queremos un país que conserve muy poco del pasado y nada del presente. Esa es la razón de ser de nuestra lucha insobornable contra los bárbaros más caros y menos eficientes de la historia. No hay tiempo que perder. El miedo se mezcla con la indignación creciente de la gente. También la desconfianza hacia un liderazgo que no termina de entender la verdadera naturaleza del problema. Este país no es ni será comunista. Tampoco socialista a la cubana.

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