Arrecia el Fasc(Chav)ismo
Quedó claro que, no obstante la victoria numérica de la votación oficialista, Chávez sufrió una derrota política en las elecciones del pasado 23 de noviembre. Lejos de “pulverizar” a la oposición democrática, ésta aumentó visiblemente su fuerza y su presencia en el escenario político, conquistando las gobernaciones de mayor importancia en el país y la Alcaldía Metropolitana de Caracas. Figuras tan emblemáticas de la plana mayor chavista como Diosdado Cabello, Jesse Chacón, Aristóbulo Istúriz y Carlo Di Martino fueron rechazados por la mayoría del electorado. Donde sí pudo exhibir victoria el Comandante en Jefe fue en anular la disidencia como alternativa a su liderazgo personalista dentro de las filas bolivarianas. Ahora estas fuerzas enfrentan la desagradable disyuntiva de regresar con el rabo entre las piernas para someterse incondicionalmente y sin chistar a los dictados del líder absoluto –como se los advirtió ayer domingo- o emprender una dura travesía del desierto para construir una presencia política con base en el desarrollo y fortalecimiento de liderazgos autónomos, con criterio independiente.
El haber optado Chávez deliberadamente por convertir a las elecciones regionales en un plebiscito sobre su figura, en el cual los candidatos del PSUV –salvo contadas excepciones- no tenían voz propia, y el haberse cogido para sí la campaña, amparado en el aprovechamiento abusivo de los recursos del Estado para sus fines partidistas, el intimidamiento de opositores y la coacción de sus partidarios, ha reforzado su convicción de que es esa la única vía que le queda para seguir procurando su perpetuación en el poder. Sabe que los resultados le hubieran sido más desfavorables –quizás bastante más- de haber permitido que las elecciones se decidieran con base en las capacidades y los programas propios de sus candidatos.
No es de sorprender, por ende, la respuesta de Chávez y de sus acólitos ante el triunfo opositor. Luego de sus primeras apariciones ante los medios nacionales e internacionales queriendo capitalizar el resultado plural de la votación para proyectar un supuesto talante “democrático” –que nadie se comió-, pasó la página para lanzarse de lleno a lo que le es propio; el atropello y la confrontación. Para él no hay juego democrático ni espacio legítimo para la competencia política: al enemigo simplemente hay que aplastarlo. De ahí la convocatoria a los batallones fascistas de camisa roja para intentar sabotear las proclamaciones y la toma de posición de los candidatos democráticos electos, el anuncio de alcaldes chavistas que no trabajarán con estos gobernadores, las acusaciones fabricadas y el linchamiento político que se intenta contra Manuel Rosales y los integrantes del Movimiento 2-D, y la ofensiva para cerrar la señal abierta de Globovisión, entre otros. En su estrategia de “tierra arrasada”, ex autoridades chavistas despojaron a alcaldías y gobernaciones de competencias para centralizarlas en manos de Chávez, revelando su miseria humana al dejar desprovisto a sectores vulnerables de la población de las rutas populares (Miranda) y de otros servicios. Como si ello no fuera suficiente para desnudar la naturaleza de la “moral revolucionaria”, en muchos sitios han entrado a saco lleno en las oficinas de alcaldías y/o gobernaciones que habrán de pasar a manos de las fuerzas democráticas, para llevarse computadoras, equipos y hasta vehículos. “Contra el enemigo ni agua”.
Ya Chávez anunció, entre insultos a los nuevos gobernadores y alcaldes opositores, que autorizará a la militancia del PSUV –con toda la condescendencia que emana de su magnánimo líderazgo- desarrollar las acciones que logren el triunfo de la enmienda constitucional para su reelección indefinida como Presidente. “Si Dios lo permite, estoy listo para estar hasta el 2019, 2021, y lo que el pueblo (¿?) decida”. ¿No decidió ya ese pueblo que NO quiere la reelección el 2 de diciembre de 2007? La “revolución bolivariana”, luego de agotar tantas promesas, consignas huecas y “ofensivas revolucionarias”, queda así expuesta crudamente en lo único que realmente le interesa a su conductor: su perpetuación en el poder, y el dominio creciente sobre la sociedad venezolana. Ahora todos los venezolanos sabemos a qué atenernos, que es lo que está en juego políticamente hablando: el sometimiento de cada uno de nosotros a la voluntad megalómana y enferma de quien controla las riendas del Estado como si fueran de su exclusiva propiedad, o el ensanchamiento progresivo, sin vuelta atrás, de los espacios para la democracia, para la búsqueda de consensos entre las distintas fuerzas políticas, que redunde en un clima de sana convivencia capaz de posibilitar el abordaje de los problemas que agobian a la ciudadanía.
Está claro que Chávez no ha gobernado, ni gobernará nunca, para nadie que no sea él mismo y sus apetencias insaciables de poder. Para ello cuenta con una Asamblea Nacional servil y abyecta, y una mayoría en el Tribunal Supremo de Justicia puesta ahí para cumplir sus órdenes. Descarnadamente se exhibe como el líder imprescindible en quien debemos confiar ciegamente la conducción discrecional de los destinos de la Patria. Invoca ser el único capaz de recoger los frutos de la epopeya independista, ocasión singular en que el Pueblo (con mayúscula) hizo valer sus energías vitales para proseguir el Bien Común. Sólo él conoce las claves secretas capaz de enervar a este Pueblo para bañarse de nuevo en estas glorias: la Revolución Bolivariana. Por ende, debemos someternos sin cuestionamiento alguno a su liderazgo indiscutido y dejar a los militares el tutelaje paternalista sobre lo que nos es permitido como venezolanos. La regimentación de la sociedad, su uniformación en batallones rojos inspirados en mitos construidos con base en la tergiversación de la historia y el uso artero de toda suerte de símbolos, sirven para exacerbar el odio contra quienes serán siempre enemigos por poner en duda las bondades de su prédica. El bombardeo repetitivo de consignas escamotea la realidad para proyectar una verdad única que pretende encarnar los auténticos intereses de la Patria. Las libertades públicas, de expresión, de comunicación, a la disidencia, resultan peligrosas y deben ser combatidas porque le hacen el juego al enemigo. La libertad de organizarse de manera independiente en sindicatos y asociaciones diversas para defender intereses legítimos de grupo debe dar paso a organizaciones sociales únicas -los consejos comunales- que integrarían los Poderes Públicos, es decir, el Estado. El triunfo de la trilogía “Pueblo-Caudillo-Ejército” descansa en la unicidad de Pueblo y Líder, por lo que las organizaciones deben representar al Bien Común ante sus afiliados -encarnado en el Estado Revolucionario- y no a sus afiliados ante el poder. Para exacerbar ánimos triunfales y excitar la obediencia al Jefe Supremo que habrá de conducir la construcción del Nuevo Orden, nada mejor que invocar el sacrificio máximo. “¡Patria, Socialismo o Muerte!”.
Quien tenga un mínimo de cultura política reconoce a leguas la impronta fascista de tal conducta. Pero Chávez, menospreciando la inteligencia de los que sólo puede ver como súbditos descerebrados, acusa de fascistas a las fuerzas democráticas y pretende obnubilar a los venezolanos invocando a un estatista Socialismo del Siglo XXI para intentar legitimar sus insaciables apetencias de poder. Triste es ver a quienes comulgaban con ideas progresistas en el pasado hacer contorsiones para justificar desde la izquierda lo que es, en realidad, un militarismo fascio. Veremos en que parará este inusual “socialismo petrolero” ahora que la caída en las cotizaciones internacionales del crudo restringe severamente el reparto populista. Contra este fasc(Chav)ismo, sólo resta la lucha democrática en defensa de los derechos ciudadanos, de la libertad de expresión, la denuncia de cuanto atropello pretenda instrumentarse desde el Poder, para preservar y ampliar los espacios para la concertación democrática y la organización social en defensa de legítimos intereses individuales y colectivos. Lamentablemente, no sólo corresponderá a los nuevos gobernadores y alcaldes asegurar un buen gobierno en términos de servicios públicos y mejora de la calidad de vida ciudadana, sino también la defensa y consolidación de estos espacios.
Entresaca
“Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, me callé,
yo no era comunista.
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, me callé,
yo no era socialdemócrata.
Cuando vinieron a llevarse a los sindicalistas, me callé,
yo no era sindicalista.
Cuando vinieron a llevarse a los judíos, me callé,
yo no era judío.
Cuando vinieron a por mí, no hubo nadie más
que hubiese podido protestar”.