Arias pierde el cuarto tren
El primero lo perdió cuando a pesar de haber cumplido sus propios objetivos militares, tuvo que rendirse arrastrado por la derrota de Chávez en el objetivo fundamental, tomar el gobierno; digamos que no fue su culpa pero en cualquier caso perdió liderazgo en el movimiento y luego, cuando tuvo la oportunidad, se quedó en una especie de nimbo de ni chavista ni antichavista.
El segundo cuando teniendo la oportunidad de fortalecerse dentro del MVR y del proceso chavista como la alternativa razonable y eficiente, optó por la estampida creyendo que podría desmoronar el entusiasmo aún vivo y esperanzado de la mayoría chavista. El tercer tren lo dejó escapar cuando, ya en una oposición sin candidato relevante, otra vez pudo presentarse como una opción inteligente, confiable y eficaz frente a un Chávez cuyas costuras empezaban a verse, pero optó por ponerse a insultar a su oponente con la necedad aquella de la gallina.
Arias Cárdenas se las ha ingeniado para despojarse de todo romanticismo revolucionario y de cambio, sin ganar en cambio entusiasmos ni esperanzas del lado de la oposición, sector en el cual ha venido quedando como un constantemente intrascendente segundón. Y ahora se lanza por el precipicio de querer enfrentarse electoralmente a Manuel Rosales en un estado donde sin duda lo recuerdan como buen gobernador, pero donde el prestigio y la confiabilidad de Rosales son más recientes y no hacen necesario un cambio, al contrario. Perder cuatro oportunidades seguidas es demasiado para un político, y Arias ha demostrado ser el menos competente de todos los que de alguna manera asoman en la Venezuela actual.