¡Aquí todos estamos muertos!
¡AQUÍ TODOS ANDAMOS MUERTOS!
En el artículo anterior (19/04/13) llamó la atención nuestra tesis de que el 15A-13 comenzó la fase más dura de la llamada historia republicana de este ex país. Faltó decir que aludimos a una fase del difícil período que se inicia el 27F-89, tiene continuación el 04F-92, el 06D-98 con el triunfo de presidencial de Chávez y que se extiende hasta hoy.
La mayoría de los reparos mencionan los muchos otros momentos de violencia y muertes. Se alude a la independencia, guerra federal, dictaduras como las de Castro, Gómez, Pérez Jiménez, la lucha armada de los sesenta o el tiempo que va del ‘Caracazo’, con su gran registro de muertes, a la defenestración de Carlos Andrés Pérez en mayo de 1993, y su consecuente inestabilidad e ingobernabilidad.
Se pierde de vista sin embargo que esta situación no puede verse sólo desde el insuficiente prisma de la cuantificación. El momento actual presenta una síntesis de males agolpados. Un tiempo lleno de vacíos, incertidumbre, desgaste humano-espiritual, miedo ante la maquinaria del crimen y la represión, y de liquidación espiritual.
Estamos ante una sociedad regida por todo tipo de desafuero, perdición, superficialidad, agotamiento. Bien lejos de todo aquello que sea capaz de mantener en alto la perspectiva de vida del componente social. Es la sociedad de un tiempo sin vida. Sólo portadores, diría el Maestro J.D. García Bacca, de una cuasi vida que, por desgracia ni siquiera llegamos a entender en su justa proporción.
Y esto se siente con gran nitidez cuando se nos coloca en plan de cumplidores de órdenes dadas por las vías mediáticas. Asi salimos a la calle unos a protestar contra el régimen y otros a defenderlo del grito, la cacerola o la piedra seguramente con las mismas armas o con otras supuestamente más pesadas y “convincentes”. El sin sentido acompaña así al sin vida, como en ningún otro momento de nuestra historia.
No es verdad que aquí hay gente polarizada buscando independencia, soberanía, patria socialista. El verdadero anhelo del colectivo es ir más allá de este proceloso ambiente político, incapaz de ofrecer perspectivas a la situación de aplastamiento que recae sobre el conjunto de individuos que supuestamente constituye una estructura social.
Por eso cuando revisamos el interior de nuestra supuesta entidad social lo que vemos es una suma de individuos, cada quien atrapado en medio de nuestra particularidad, por un ambiente donde prevalece la amenaza permanente de muerte. Algo que nos coloca en un tiempo copado por la guerra y las ansias de destrucción.
¿Y cómo llegamos a estar todos regidos por el estatuto y predominio de la muerte?
Esto ocurre en un ex país portador de una inmensa riqueza llamada, en principio, a proporcionar la mejor vida a la gente de estas tierras. Pero los males que arrastramos nos apartan de esa posibilidad. Por esto la inmensa mayoría de la población lleva sobre sí el terrible peso del petróleo. Una especie de conciencia o subconciencia de que todos somos ricos y autorizados para incursionar por el privilegio y la ostentación.
En el fondo impera un gigantesco cuadro de infelicidad o de supuesta felicidad, en el cual predomina la mentalidad ‘reparto petrolero’. Y en esta dirección no hay separación en el pensamiento de ricos y pobres unidos al petróleo. Una terrible paradoja: conformar verdaderos y supuestos ricos.
Por esto la llamada ‘revolución bolivariana y socialista’ se abre campo a partir de un programa que tiene como punto central el reparto de la renta petrolera, a partir del alza de los precios. Con esa base se adelanta hoy un populismo de la estatura del barril a 100 o más dólares. Un propósito que se junta al viejo esquema de la política que tiene en el caudillismo su principal motor de acción.
Un hombre con liderazgo mesiánico, heroico y carismático está al frente de esta empresa de supuesta reivindicación del pobre y al servicio de la dignidad de las mayorías. Este es el discurso que se vende por tres lustros y que se agota con la muerte de quien hemos calificado como el último de los caudillos de la escuela liberal-positivista que llena los siglos XIX, XX, sin que tenga asidero la posibilidad de formar sucesores que calcen con los lineamientos de aquel código.
Nos encontramos ahora, en consecuencia, ante una realidad con una nueva arista para la preocupación. Este ex país no cuenta hoy con un liderazgo que registre alguna solidez. La improvisación es su principal rasgo. En cuatro meses la alta dirección de Venecuba decide salvar la situación creada por la falta de sucesión y decide impulsar un sustituto de Hugo Chávez que ni él ni nadie antes pensó que podía ocupar tan importante responsabilidad.
En forma agresiva se hace el señalamiento: el sucesor para que continúe esta revolución debe ser el designado por el caudillo y jefe único de la revolución. El arma de lucha fundamental es el culto al héroe y la manipulación afectiva. Se trata de hacer valer en todo sentido y dirección “la conexión afectiva del líder con su pueblo”. A la larga esto funcionó aunque no en la proporción que se pensó y cuando Maduro es proclamado presidente se le señala como afiliado a la vía del fraude-trampa.
A la hora de la victoria del esquema planteado y personificado en Nicolás Maduro, alcanzado apelando al bien manoseado instrumento del fraude-trampa, crece la confrontación, inestabilidad, y el desgaste humano para la colectividad.
En efecto, hoy recae sobre el colectivo un mayor peso politiquero. Las dos fracciones avanzan en su acción manipuladora para atribuirse su predominio. Unos certificados como ganadores y otros que se sienten triunfadores y en consecuencia impugnadores. Para ellos se trata de dos Venezuela, la de uno y la del otro. Y la población debe permanecer dividida en dos polos, representados por dos presidentes.
Hemos llegado indiscutiblemente al albañal de la política, al sitial donde la politiquería ve crecer sus espacios con empeño y dedicación.
En este sentido las oposiciones-MUD acusan al Hijo del Golpista Presidente (HGP) de ilegítimo. Y éstos a los opositores de andar tras un plan golpista. Se habla de una supuesta división en la estructura militar en la cual habría una parte en desacuerdo con todo propósito fraudulento y proclive a apoyar la solicitud de auditoria y hasta la de nulidad de las elecciones del 14 A.
Este discurso tiene los rasgos propios de la superficialidad y el vacío. Es la más palmaria acción de una politiquería que carece de perspectivas y que se siente atiborrada de angustias, persecuciones, descalificaciones y demás actos negadores de la vida.
Nadie puede negar hoy y aquí que la muerte ronda por todas partes y que la política en general está hoy directamente conectada con el imperio de la muerte vigente y creciente en este ex país. Qué historia amigos!