Aquí tiembla todos los días
Primero, un abrazo fuerte y sentido, a los chilenos. Además de los resultados dramáticos del terremoto, vivieron la impresión del despertar confuso, inesperado, de la madrugada sorprendida por la Tierra reclamante . Uno se imagina, sin poder poner de lado el terror, lo que tiene que haber sentido su gente. Uno , dormido, está en otra parte, las defensas quietas, los músculos relajados, los nervios pasivos. No es nuevo esto para los chilenos, pero si hay una generación que no lo había vivido así. Sin embargo, en medio de la tragedia, uno percibe la personalidad de su pueblo. Y uno, que lo ve desde lejos, tiene que respetarlos. Es inmensa la destrucción. Y dentro de cada uno de ellos está ese sentimiento de pesar por lo perdido, por quien se llora y también esa impotencia sorda, esa aceptación inquieta y adolorida, por lo implacable de la Tierra. Y los augurios de entes autorizados prendieron el alerta por el Pacífico. Aquí en Venezuela, a cuarenta y tres años de aquél terremoto y con este calor impresionante, uno no puede estar tranquilo. Pero hay que estar preparados. Este ánimo agobiado, esta psiquis convulsa, esta angustia de todos los días, no puede ignorar la responsabilidad por los nuestros y por nosotros mismos. Porque esa reacción admirable de Chile tiene argumentos de peso: los simulacros, las experiencias, la seriedad y eficiencia de sus gobernantes. Aquí “cada uno es cada uno”. Nos dormimos con la ejemplar sentencia constitucional e histórica de Colombia y nos despertamos con el terremoto de Chile. Es el impaciente mundo en el que vivimos. Tierra y hombres actuando por su lado. El planeta gira mientras todo se mueve dentro y fuera de él. ¿Sabremos leer las señales?. Ante estos hechos, una Venezuela privilegiada en sus recursos, luce mínima y hasta insignificante ante las grandes cosas que aparecen y trastornan. Pero no. Esto es lo nuestro. Y lo que tenemos que hacer para hacerla libre, lo que debemos hacer para hacerla soberana, hay que hacerlo. Aunque traten de impedirnos luchar, hay que burlar la opresión y luchar. Hay que unirse para llegar. Cada uno tiene que ejercer el oficio de ser venezolano, no es esperar que un terremoto nos haga abrazar a un adversario, es ahora. No hay que esperar que nos sigan humillando para adelantar el paso, es ahora. Lo que acaba de pasar en Colombia tiene que servirnos para aprender de esa referencia que se manifiesta en nombre de la Constitución. Aquí tiembla todos los días, cada vez que Chávez ordena un decreto o una ley. Rechazamos la reforma y ganamos y el Comandante llama “mierda” el resultado. ¡Temblamos de rabia y de impotencia!. Nos quitan las tierras, las empresas. Destruyen haciendas, industrias, honor. Y lo vivimos todos los días. De repente, frente a la fuerza y la dignidad del pueblo chileno ante su tragedia, nos encontramos al dolor solidario de otra manera. Frente al orgullo y pasión de la justicia y el Presidente Uribe defendiendo y aceptando el valor de su Constitución, nos sentimos conmovidos. Estamos vivos. Y hay un pedazo de este planeta voraz que nos reclama, nos espera, nos necesita. Y nos toca escucharla. Protegerla. Salvarla. Antes que sea demasiado tarde.