Apúrate Chávez, te queda un día
Chávez no debe estar bien. La ausencia en los medios no hace otra cosa que confirmarlo. Un hombre cuyos últimos catorce años se han dedicado en gran parte a mirar a una cámara de televisión, ahora se conforma con una llamadita a su segundo, para explicarle que está haciendo fisioterapia. Difícil contener a sus seguidores con esa muestra tan determinante de ausencia obligada.
Regresar a la Venezuela que padece de nuevo de una crisis eléctrica, en medio de una inseguridad incontenible, con una severa crisis de ética y moral que no pueden esconder por más que se lo propongan, no debe ser nada fácil. Ajustar sus mandos sin producir roncha y saltos de talanquera, espantar los temores de muchos y también lidiar con las cuentas de la república, que no cuadran por ningún lado, no es ninguna manguangua. Mejor se está arrimando unas bolas criollas en Cuba.
Sus seguidores, como hienas acechando a una presa herida, no hacen otra cosa que preparar su retirada, medir sus posibilidades y repetir hasta el cansancio que sin Chávez no hay revolución. La revolución de conveniencias, que los convirtió de adecos a izquierdosos, para participar del festín que ha promovido este gobierno. Pasarán varias generaciones hasta que podamos resarcir los daños que estos revolucionarios le han causado a la economía, a la cultura y a la forma como nuestras juventudes proyectan su futuro y su esfuerzo.
Ya lo veo el próximo domingo –si reúne fuerzas- entregando las prestaciones sociales a unos maestros que fueron jubilados hace seis años. Seis años reclamando sus prestaciones que ahora reciben con la carga de la inflación que se las volvió polvo. Ciento cincuenta millones de hace seis años compraban un apartamento de Guarenas, hoy no alcanzan para comprar un carro iraní de los que hay que esperar por meses o años.
Escuchar a tus partidarios planteando escenarios en los que tu enfermedad es el factor de cambio y una crisis política la única posibilidad para suspender el proceso electoral, no hace otra cosa que hacernos ver la realidad a la que no quieres enfrentarte.
¿Cuánto tiempo más podemos seguir teniendo fe en la recuperación de un presidente, que de todas maneras -cuando tenía salud- no gobernó adecuadamente? ¿Cuánto tiempo más la terquedad de un ser humano puede seguir comprometiendo el futuro de una nación? ¿Cuántas mentiras más tendremos que seguir escuchando de boca del presidente y de sus seguidores?
La Venezuela que usted y yo le queremos y debemos entregar a nuestros hijos no puede seguir confiriéndole oportunidades a unos gobernantes que no han producido valor, progreso, paz y armonía. Los vendedores de esperanza ya pasaron de moda.